/ miércoles 9 de mayo de 2018

Mario Alberto Kempes, leyenda de Argentina

Alberto Kempes, precursor de Diego, forjó su propia leyenda

El famoso cordobés, como algunos le apodaban, siempre tendrá un lugar especial en la historia del futbol argentino. Más allá del mito maradoniano y sus excentricidades, el “Matador” guarda un significativo techo entre los ídolos albicelestes. Mario Alberto Kempes, precursor de Diego, forjó su propia leyenda: motor del primer campeonato mundial para su país y héroe de la única e inolvidable Copa celebrada en Argentina.

Hay quienes reprochan al filósofo futbolero, César Luis Menotti, no haber llevado a Maradona al ya lejano certamen balompédico de 1978. Mas la realidad es que esa justa estaba reservada para Kempes. Sencillo, a pesar de ser argentino, Mario inmortalizó su rúbrica hace 40 años. La etiqueta de héroe, debido a su oportuna efectividad, más su comportamiento intachable y las cualidades como auténtico depredador del área, quedarán ahí, grabadas en la estampa de colección del inmortal “Matador”.

Fenómeno desde su mocedad, Mario Alberto se forjó cual ídolo de pueblo, en el Instituto Atlético de Córdoba. Pronto aterrizó en Rosario Central, pero terminó por iluminar al Valencia de España, en una época de auténtico pionero en cuestión de traspasos. En aquel club ibérico, donde se convirtió en el máximo exponente, logró cultivar aquel don de gente.

Pero más allá de aquellos quehaceres domésticos, su momento estaba reservado entre los suyos. El hombre de la abundante melena creyó en la gloria y la bebió sin reservas, en medio de una lluvia de confeti, en aquella épica batalla final contra Holanda, sentenciada por él, gracias al efectivo aporte de un doblete monumental.

Los ajustados éxitos sobre Hungría y Francia, más el descalabro frente a los italianos, en la etapa inicial del Mundial, sembrarían dudas y críticas. Mas el despertar del genio de Córdoba ocurriría a la hora oportuna. Primero, en el 2-0 sobre Polonia, durante la denominada segunda ronda.

El 0-0 ante Brasil dejaría en desventaja a los pamperos. Los amazónicos habían pulverizado a Perú (3-0) y lo harían después sobre el noble conjunto polaco (3-1). Argentina necesitaba golear a los peruanos para estar en la gran final. Sucedió gracias a Kempes. Otro doblete del “Matador” contribuiría al 6-0 que daría el boleto dorado a la albiceleste.

Aún hoy se cuestiona aquella “masacre” como parte de algún arreglo. Pero el espectáculo ofrecido en la final dejaría sin discusión el mérito del anfitrión y su inspirado líder, Mario Alberto Kempes. Efectivo, oportuno, pondría en ventaja a los suyos. Y aunque Dick Nanninga igualaría los cartones sobre la hora, en los tiempos extras, otra vez el “Matador” y posteriormente Daniel Bertoni, dibujarían el 3-1 previo a la tormenta de papelitos.

Kempes culminaría la competencia como el máximo realizador, con seis dianas. “Mi país tiene la suerte de fabricar muy buenos y grandes futbolistas”, dijo alguna vez. “Yo he sido uno de los tantos que ha escrito un poco la historia del futbol argentino”, añadió humilde. “La Copa del Mundo fue una gran alegría para un pueblo muy golpeado, una satisfacción enorme. Usé la camiseta 10, y el que quedó afuera fue Diego, a quien no había visto jugar por aquel entonces, pero que a la postre fue el más grande jugador que dio Argentina en la historia”, redondeó.

Sí, el heredero, en ese instante, del ‘10’ sería Maradona, quien definiría a Kempes como“gran impulsor del futbol argentino”. Lo es hoy aún desde la trinchera del micrófono televisivo, como auténtico “Matador del área”.

El famoso cordobés, como algunos le apodaban, siempre tendrá un lugar especial en la historia del futbol argentino. Más allá del mito maradoniano y sus excentricidades, el “Matador” guarda un significativo techo entre los ídolos albicelestes. Mario Alberto Kempes, precursor de Diego, forjó su propia leyenda: motor del primer campeonato mundial para su país y héroe de la única e inolvidable Copa celebrada en Argentina.

Hay quienes reprochan al filósofo futbolero, César Luis Menotti, no haber llevado a Maradona al ya lejano certamen balompédico de 1978. Mas la realidad es que esa justa estaba reservada para Kempes. Sencillo, a pesar de ser argentino, Mario inmortalizó su rúbrica hace 40 años. La etiqueta de héroe, debido a su oportuna efectividad, más su comportamiento intachable y las cualidades como auténtico depredador del área, quedarán ahí, grabadas en la estampa de colección del inmortal “Matador”.

Fenómeno desde su mocedad, Mario Alberto se forjó cual ídolo de pueblo, en el Instituto Atlético de Córdoba. Pronto aterrizó en Rosario Central, pero terminó por iluminar al Valencia de España, en una época de auténtico pionero en cuestión de traspasos. En aquel club ibérico, donde se convirtió en el máximo exponente, logró cultivar aquel don de gente.

Pero más allá de aquellos quehaceres domésticos, su momento estaba reservado entre los suyos. El hombre de la abundante melena creyó en la gloria y la bebió sin reservas, en medio de una lluvia de confeti, en aquella épica batalla final contra Holanda, sentenciada por él, gracias al efectivo aporte de un doblete monumental.

Los ajustados éxitos sobre Hungría y Francia, más el descalabro frente a los italianos, en la etapa inicial del Mundial, sembrarían dudas y críticas. Mas el despertar del genio de Córdoba ocurriría a la hora oportuna. Primero, en el 2-0 sobre Polonia, durante la denominada segunda ronda.

El 0-0 ante Brasil dejaría en desventaja a los pamperos. Los amazónicos habían pulverizado a Perú (3-0) y lo harían después sobre el noble conjunto polaco (3-1). Argentina necesitaba golear a los peruanos para estar en la gran final. Sucedió gracias a Kempes. Otro doblete del “Matador” contribuiría al 6-0 que daría el boleto dorado a la albiceleste.

Aún hoy se cuestiona aquella “masacre” como parte de algún arreglo. Pero el espectáculo ofrecido en la final dejaría sin discusión el mérito del anfitrión y su inspirado líder, Mario Alberto Kempes. Efectivo, oportuno, pondría en ventaja a los suyos. Y aunque Dick Nanninga igualaría los cartones sobre la hora, en los tiempos extras, otra vez el “Matador” y posteriormente Daniel Bertoni, dibujarían el 3-1 previo a la tormenta de papelitos.

Kempes culminaría la competencia como el máximo realizador, con seis dianas. “Mi país tiene la suerte de fabricar muy buenos y grandes futbolistas”, dijo alguna vez. “Yo he sido uno de los tantos que ha escrito un poco la historia del futbol argentino”, añadió humilde. “La Copa del Mundo fue una gran alegría para un pueblo muy golpeado, una satisfacción enorme. Usé la camiseta 10, y el que quedó afuera fue Diego, a quien no había visto jugar por aquel entonces, pero que a la postre fue el más grande jugador que dio Argentina en la historia”, redondeó.

Sí, el heredero, en ese instante, del ‘10’ sería Maradona, quien definiría a Kempes como“gran impulsor del futbol argentino”. Lo es hoy aún desde la trinchera del micrófono televisivo, como auténtico “Matador del área”.

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