Hoy en día, una tercera parte de los alimentos producidos para consumo humano alrededor del mundo se desperdician, lo que trae efectos ambientales, sociales y económicos negativos para todas las personas.
El desperdicio sólo es un eslabón en la cadena de valor de los alimentos. Cada una de las etapas de su ciclo de vida genera contaminación, desde su producción hasta su desperdicio.
Por ejemplo, las emisiones de CO2 que generan los alimentos inicia desde su método de producción industrializado en el que hay uso desmedido de petróleo, agua, energía y plaguicidas.
Sin embargo, especialistas del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) y Greenpeace México señalan que los grandes efectos ambientales son en mayor medida, consecuencia de nuestro comportamiento y de las acciones que realizamos de manera cotidiana.
Pérdidas en el camino
Desde la década de los ochentas del siglo 20, el desperdicio de alimentos ya era un gran problema, pero fue hasta 2011 que la Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) reconoció dos etapas dentro del desperdicio de alimentos: la pérdida y el desperdicio.
La pérdida es todo alimento que se desaprovecha desde su producción hasta que llega al minorista y esta puede ser producto de una mala gestión durante la cosecha, una inadecuada refrigeración, almacenaje o transporte.
Por otra parte, el desperdicio es todo alimento que se desecha desde el minorista hasta el consumidor final y puede ser producido por varios factores; la percepción estética de los alimentos e incluso acomodo inadecuado en los anaqueles de las tiendas de autoservicio.
Pero al llegar al consumidor final, el principal factor por el que se tira algún alimento del refrigerador o alacena es por la percepción estética que se tiene de los alimentos:
“Si algo no tiene la estética perfecta de anaquel, lo descartamos por completo y por consiguiente lo desechamos”, dijo a este medio Ana Laura De la Torre, especialista de WWF.
Dichas clasificaciones han ayudado a identificar en qué parte de la cadena de abasto se tienen que implementar medidas precisas.
“Antes se pensaba que los problemas en la cadena de valor sólo estaban presentes en países en desarrollo o subdesarrollados, sin embargo, estudios de la FAO y reportes de WWF señalan que tanto países de alto, mediano y bajos ingresos desperdician cantidades similares”, comentó la especialista.
Los reportes también indican que más del 40 por ciento de los alimentos en el mundo se desperdician, mayor a la cifra del 30 por ciento estimada con anterioridad, lo que incrementa las emisiones de gases de efecto invernadero del 8 al 10 por ciento.
México y sus desperdicios
En 2017 se realizó un estudio para medir esta problemática en México, liderado por el Instituto Politécnico Nacional y financiado por el Banco de México, el cual arrojó que al año se desperdician más de 20 millones de toneladas de alimentos durante toda la cadena de valor, lo que equivale al 34 por ciento de los alimentos producidos en el país.
En 2020 hubo una actualización del estudio, la cual indicó un incremento en la cifra a 24 millones de toneladas, un aumento de más de una tonelada por año.
Sin embargo, la pérdida de alimentos no sólo está teniendo costos ambientales, si no también económicos y sociales.
Según datos de The Food Tech, el desperdicio de alimentos equivale a 491 mil millones de pesos, lo que representa el 2.95 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).
Al mismo tiempo, en México hay más de 28 millones de personas que viven una crisis alimentaria, lo que posiciona a este problema como un tema de suma importancia.
¿Cómo desperdiciar menos?
Los especialistas reconocen tres acciones que ayudan a que el desperdicio de alimentos disminuya: La prevención, el uso eficiente de los ingredientes y el cambio de la percepción estética.
Por su parte, la prevención consiste en hacer las listas del súper de acuerdo a lo que se consume en casa y comprar lo necesario para que la comida alcance para los días establecidos sin generar un desperdicio.
Asimismo, el uso eficiente de ingredientes aborda el tema de cómo pueden ser utilizados con mayor provecho, es decir, cómo se almacenan, cómo se preparan y cómo se comen. Esta etapa también incluye utilizar lo que ya está en casa antes de comprar más del mismo producto.
“Este punto está relacionado con nuestra campaña de comunicación masiva llamada “Dale Chamba”, en la que el mensaje principal es darle chamba a todo lo que tengas en casa, puede ser refri o alacena”, añadió De la Torre.
Para concientizar a los jóvenes sobre esta problemática, WWF y la Facultad de Comunicación de la Universidad Anáhuac México desarrollaron un programa que impulsa un cambio de comportamiento en los jóvenes para reducir el desperdicio de alimentos desde el hogar.
“El objetivo del proyecto es que mediante una planeación adecuada, los jóvenes propongan acciones dentro de su casa y puedan tener resultados positivos a corto, mediano y largo plazo”, comentó la especialista.
WWF y la Universidad Anáhuac pretenden desnaturalizar el desperdicio de alimentos que en la actualidad es algo cotidiano:
“Hoy en día es peor visto por la sociedad pedir la comida para llevar que desperdiciarla, incluso vemos en restaurantes y hoteles a niños que piden un plato con cinco hot cakes que solo despedazan y no se lo comen, ese tipo de situaciones ya son vistas con normalidad y se les ha restado la importancia que merecen”, dijo.
Para poder erradicar este problema se debe comenzar desde casa y así poder generar un cambio de mentalidad en las demás personas de nuestro entorno.
“Cambiar de comportamiento y ser un consumidor responsable no sólo es mudar de un producto a otro; es cambiar los hábitos de consumo y llevar a cabo acciones que implican cruzar barreras sociales y de prejuicios. Hoy depende de los jóvenes impulsar el cambio”, agregó.
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Producción contaminante
Los sistemas industrializados generan que se pierda mucha comida antes de llegar al consumidor final, debido al tiempo y los métodos de transportación.
Pero uno de los factores más contaminantes a la hora de producir alimentos es el cambio de uso de suelo, lo que daña el campo que se esté utilizando y provoca que los suelos en lugar de retener el CO2, lo liberen, debido a que se erosionan con el uso excesivo de químicos.
En este punto es donde inicia la emisión de gases efecto invernadero, incluso antes de que sean enviados a los lugares donde se van a comercializar.
El modelo actual de agricultura industrializada apunta a que la producción de alimentos debe incrementar de acuerdo al crecimiento de la población, es decir, se tiene la idea de que mientras más gente haya, más comida se debe producir.
Sin embargo, si los productos no son bien distribuidos la comida no llegará a todas las personas.
“Hoy en día hay suficiente comida para alimentar a toda la población mundial, pero por un lado estamos viendo a más de 700 millones de personas viviendo una emergencia alimentaria, mientras que por el otro hay millones de obesos, lo que indica que no está habiendo una buena distribución”, dijo De la Torre.
Para erradicar la problemática de la producción alimentaria, los especialistas sugieren transitar de los sistemas agroindustrializados a los agroecológicos, los cuales son más amigables con el medio ambiente y reduciendo el tiempo de traslado de los alimentos.
Organizaciones en pro del medio ambiente como Greenpeace, afirman que si se opta por sistemas de producción agroecológica, no sólo se evitarán grandes cantidades de CO2, sino que estas serán captadas por los suelos.
Otro de los aspectos que proponen estos sistemas es el uso de policultivos. “Al utilizar policultivos no sólo tenemos más opciones para escoger los alimentos que vamos a consumir, sino que también estamos cuidando su variabilidad genética”, dijo.
La especialista añadió que el desperdicio de alimentos impacta de manera directa a toda la biodiversidad:
“El primer factor de pérdida de biodiversidad en el mundo se genera por el cambio de uso de suelo y América Latina hoy es la región que más ha sufrido pérdida de biodiversidad por el cambio de uso de suelo para la producción de alimentos”, puntualizó la especialista.
Pero este desperdicio también genera gas metano, uno de los principales causantes del calentamiento global y mucho más nocivo que el dióxido de carbono.
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