La ceremonia no tiene nada de particular: incienso, sutras ytintineo de campanillas. Salvo que el monje budista no oficia en untemplo, sino en casa de un particular que lo contrató a través deinternet.
“Hay muchos templos en los alrededores, pero no sabía aquién contactar”, cuenta bajo anonimato el cliente.
Para el primer aniversario del fallecimiento de su madre, optópor bucear en internet, donde descubrió una empresa, Minrevi,especializada en el alquiler de monjes. A una tarifa fija: 35 milyenes (un poco más de 300 dólares) por un servicio fúnebre de 30minutos.
Con una simple llamada, Kaichi Watanabe acudió a su casa. “Unmonje desempeña el papel de hacer descubrir el mensaje de buda,pero hoy cada vez menos gente llama a la puerta para estaenseñanza”, afirma este religioso de 41 años, encantado de iren busca de los fieles.
El Gobierno japonés no dispone de estadísticas sobre lasdistintas confesiones en el país donde el autóctono sintoismo yel budismo son mayoritarios.
Para muchos japoneses, la religión es una formalidad que leslleva al santuario o al templo con motivo de los grandes momentosde la vida y las festividades t radicionales.
Minrevi comenzó a proponer este servicio en mayo de 2013,siguiendo los pasos del grupo de gran distribución Aeon. Lademanda crece al tiempo que decae el vínculo entre la gente y lostemplos locales, antaño eje central de la comunidad.“COMERCIALIZACIÓN”
Los usuarios aprecian en esta fórmula la transparencia de lastarifas, por oposición al sistema opaco de donativos (“ofuse”)practicado en los templos. “Para nosotros, clientes, hay un ladotranquilizador y de fácil acceso porque nos proponen una lista deprecios clara”, declara el hombre que recurrió a los serviciosde Minrevi.
En el modelo tradicional, las familias deben hacer variosdonativos por la cantidad que decidan, durante más de una década.Con este dinero los templos realizan obras de renovación, pero losfieles lamentan que se dé prioridad a la recaudación de fondos endetrimento del acompañamiento espiritual.
Chiko Iwagami, uno de los responsables de la Federación budistajaponesa, reconoce que algunos monjes han reclamado cantidadesespecíficas. “Esto desprecia el espíritu de los donativos”,deplora.
Iwagami no está de acuerdo con el alquiler de monjes. “Es unacomercialización de los donativos, es extremadamentelamentable”, recalca.
Masashi Akita, vicepresidente de Minrevi, discrepa. Para él lareligión y el negocio son compatibles. “No hacemos más queresponder a una necesidad existente proponiendo una plataforma”que conecta los monjes y los particulares, responde. Su compañía-dice- es un éxito: 700 monjes para 12 mil demandas en 2016 (+20por ciento anual).
“Me sorprendió mucho que la gente no supiera cómo contactarcon un monje”, dice. “Me entraron ganas de servir depuente”.
En vez de escandalizarse, “las autoridades budistas debenpreguntarse cómo administrar su parroquia con menos ingresos. Peroparece que no quieren mirar de frente la realidad”, estima KenjiIshii, profesor de la universidad Kokugakuin.
Los templos se vacían a medida que la población envejece y laszonas rurales se despueblan. Ishii se alarma: alrededor de untercio de los 75 mil templos actuales podrían cerrar antes de 2040por falta de fieles.