/ jueves 23 de febrero de 2017

Robot se convierte en “ciudadano prodigio”

El robot -un carrito blanquinegro de medio metro de altura-avanza solo por la acera nevada de la capital estonia, sortea a lospeatones y, como un buen ciudadano, se para en el semáforo en rojoantes de cruzar la calle y llevar el almuerzo a una clienta.

Atraviesa la calle con el semáforo en verde pero, como no tienebrazos, es incapaz de pulsar el botón de cruce.

Los inventores de Starship Technologies enseñaron a susaparatos a esquivar los semáforos dirigidos por pulsadores y losequipan con micrófonos y altavoces para que se comuniquen con lostranseúntes.

“Tendremos frases hechas (...) como “¿podría usted pulsarel botón de los semáforos tricolores?”, explica Mikk Märtmaa,de 26 años, jefe del programa de test de Starship en Estonia.

La mayoría de los peatones le sonríe al robot (con aspectode pequeño frigorífico ambulante) en el barrio Mustamaë deTallin.

“Viví la Segunda Guerra Mundial y lo bastante como paraver robots por las calles de Tallin”, comenta fascinada unaoctogenaria, Aleksandra Vaskina.

Un equipo de ingenieros de Tallin encabezado por Ahti Heinla, unprogramador estonio que participó en el desarrollo del softwareSkype, comenzó dibujando un prototipo de robot para recogerrocas en la Luna o Marte, en respuesta a un concurso de laNASA.

El equipo no ganó el concurso pero Heinla consideró que sumodelo podría servir para la entrega de comida preparada. Juntocon el danés Janus Friis -otro de los que desarrollaron Skype-creó Starship Technologies en Londres en 2014. Sus robots sefabrican y prueban en Estonia, uno de los países más conectadosdel mundo.

“TOC TOC”

En este día invernal, Liisi Mölder, productora de televisión,no tiene ganas de salir a la calle, pero le apetece un plato decalamares de un restaurante cercano de Umami. Lo encarga desde suteléfono móvil y al cabo de veinte minutos llega el robot.

El carrito sube sin problema el umbral del edificio pero no escapaz de pulsar el botón para llamar. Se las ingenia enviando unmensaje de texto a la clienta. “Toc toc. Su repartidor Woltllega. Le agradezco que salga a abrirle al robot”, se lee. Depaso le transmite el código para desbloquear el contenedor yrecoger la comida.

La velocidad máxima de los robots ronda los seis kilómetrospor hora, recalca Starship.

En cuanto al coste de fabricación y funcionamiento, es, segúnStarship, más barato que el de los drones probados por el giganteAmazon y sus rivales. Y la reglamentación, menos estricta.

Estos robots costarán un día “tanto como un ordenadormóvil o un teléfono de alta gama, o sea unos miles de euros”,según Mikk Märtmaa. Starship se alió con la compañía Wolt, consede en Helsinki, que efectúa los repartos de más de 120restaurantes de Tallin.

Los robots “serán quizá en el futuro la mejor opción paralos repartos de proximidad”, estima Matias Nordström, jefe enfunciones de Wolt en Estonia. Por el momento trabajan para cuatrorestaurantes del barrio Mustamaë y los repartos cuestan 3.5 euros,cifra que Starship espera bajar a un euro. COSTE SOCIAL

Starship lanza proyectos piloto similares para la entrega depaquetes, productos alimentarios y platos cocinados en Washington yen Redwood City, una ciudad californiana.

Por el momento unos acompañantes siguen a los robots paragarantizar su seguridad, pero Mikk Märtmaa pronostica que seránautónomos dentro de unos meses.

Equipados de nueve cámaras y otros detectores, los robotsevitan entrar en colisión con los peatones pero algunassituaciones de tráfico aún se les hacen cuesta arriba. Lo peorson los cruces.

“En muchas ciudades del mundo, los coches pueden girar a laderecha aún cuando el semáforo está en rojo. Nuestro robot nopuede preverlo”, admite Mikk Märtmaa.

Sustituir a los humanos por robots tiene un coste social.

El profesor Peter Stone, de la universidad de Stanford, estimaque antes de 15 años los vehículos autónomos y los robots seencargarán del transporte de personas y mercancías, lo cualsuprimirá empleos. Al mismo tiempo se crearán otros muchos en elsector de la inteligencia artificial.

Para reducir el efecto de la destrucción de empleo por el usode robots, Bill Gates, el fundador de Microsoft, aboga por imponerun impuesto sobre estos aparatos y destinar el dinero a financiarpuestos de trabajo en otras áreas.

El robot -un carrito blanquinegro de medio metro de altura-avanza solo por la acera nevada de la capital estonia, sortea a lospeatones y, como un buen ciudadano, se para en el semáforo en rojoantes de cruzar la calle y llevar el almuerzo a una clienta.

Atraviesa la calle con el semáforo en verde pero, como no tienebrazos, es incapaz de pulsar el botón de cruce.

Los inventores de Starship Technologies enseñaron a susaparatos a esquivar los semáforos dirigidos por pulsadores y losequipan con micrófonos y altavoces para que se comuniquen con lostranseúntes.

“Tendremos frases hechas (...) como “¿podría usted pulsarel botón de los semáforos tricolores?”, explica Mikk Märtmaa,de 26 años, jefe del programa de test de Starship en Estonia.

La mayoría de los peatones le sonríe al robot (con aspectode pequeño frigorífico ambulante) en el barrio Mustamaë deTallin.

“Viví la Segunda Guerra Mundial y lo bastante como paraver robots por las calles de Tallin”, comenta fascinada unaoctogenaria, Aleksandra Vaskina.

Un equipo de ingenieros de Tallin encabezado por Ahti Heinla, unprogramador estonio que participó en el desarrollo del softwareSkype, comenzó dibujando un prototipo de robot para recogerrocas en la Luna o Marte, en respuesta a un concurso de laNASA.

El equipo no ganó el concurso pero Heinla consideró que sumodelo podría servir para la entrega de comida preparada. Juntocon el danés Janus Friis -otro de los que desarrollaron Skype-creó Starship Technologies en Londres en 2014. Sus robots sefabrican y prueban en Estonia, uno de los países más conectadosdel mundo.

“TOC TOC”

En este día invernal, Liisi Mölder, productora de televisión,no tiene ganas de salir a la calle, pero le apetece un plato decalamares de un restaurante cercano de Umami. Lo encarga desde suteléfono móvil y al cabo de veinte minutos llega el robot.

El carrito sube sin problema el umbral del edificio pero no escapaz de pulsar el botón para llamar. Se las ingenia enviando unmensaje de texto a la clienta. “Toc toc. Su repartidor Woltllega. Le agradezco que salga a abrirle al robot”, se lee. Depaso le transmite el código para desbloquear el contenedor yrecoger la comida.

La velocidad máxima de los robots ronda los seis kilómetrospor hora, recalca Starship.

En cuanto al coste de fabricación y funcionamiento, es, segúnStarship, más barato que el de los drones probados por el giganteAmazon y sus rivales. Y la reglamentación, menos estricta.

Estos robots costarán un día “tanto como un ordenadormóvil o un teléfono de alta gama, o sea unos miles de euros”,según Mikk Märtmaa. Starship se alió con la compañía Wolt, consede en Helsinki, que efectúa los repartos de más de 120restaurantes de Tallin.

Los robots “serán quizá en el futuro la mejor opción paralos repartos de proximidad”, estima Matias Nordström, jefe enfunciones de Wolt en Estonia. Por el momento trabajan para cuatrorestaurantes del barrio Mustamaë y los repartos cuestan 3.5 euros,cifra que Starship espera bajar a un euro. COSTE SOCIAL

Starship lanza proyectos piloto similares para la entrega depaquetes, productos alimentarios y platos cocinados en Washington yen Redwood City, una ciudad californiana.

Por el momento unos acompañantes siguen a los robots paragarantizar su seguridad, pero Mikk Märtmaa pronostica que seránautónomos dentro de unos meses.

Equipados de nueve cámaras y otros detectores, los robotsevitan entrar en colisión con los peatones pero algunassituaciones de tráfico aún se les hacen cuesta arriba. Lo peorson los cruces.

“En muchas ciudades del mundo, los coches pueden girar a laderecha aún cuando el semáforo está en rojo. Nuestro robot nopuede preverlo”, admite Mikk Märtmaa.

Sustituir a los humanos por robots tiene un coste social.

El profesor Peter Stone, de la universidad de Stanford, estimaque antes de 15 años los vehículos autónomos y los robots seencargarán del transporte de personas y mercancías, lo cualsuprimirá empleos. Al mismo tiempo se crearán otros muchos en elsector de la inteligencia artificial.

Para reducir el efecto de la destrucción de empleo por el usode robots, Bill Gates, el fundador de Microsoft, aboga por imponerun impuesto sobre estos aparatos y destinar el dinero a financiarpuestos de trabajo en otras áreas.

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