En México, el 53.3 por ciento de la población privada de su libertad considera que el haber estado en un centro penitenciario afectará sus posibilidades de reintegrarse al ámbito laboral una vez que cumplan su condena, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
De ese universo, seis de cada 10 mujeres consideran que les será más complicado encontrar un trabajo y tres de cada 10 ve dificultades para regresar a su entorno familiar.
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Para mitigar esas afectaciones, desde hace casi cinco meses Santander México en conjunto con la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tiene una iniciativa de educación financiera en centros penitenciarios de la Ciudad de México. El objetivo, entre otras cosas, es formar microempresarias.
“Lamentablemente las familias las abandonan. A través de esta iniciativa las dotamos de habilidades y mentalidades, las invitamos a que luchen, a que salgan adelante. Trabajamos mucho con las mujeres en diversos aspectos”, comentó Norma Castro, directora ejecutiva de Inclusión Financiera en Santander México.
En entrevista con El Sol de México, la directiva resaltó que el principal objetivo es ayudarlas a mejorar sus vidas a través de la educación y ofrecerles oportunidades para emprender y reintegrarse a la sociedad.
Todo comenzó cuando el banco obtuvo un reconocimiento por parte de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) por su lucha contra la erradicación de la pobreza.
A raíz de eso, una oficina de la ONU que aborda temas de lucha contra las drogas les compartió estadísticas sobre la reincidencia de mujeres en centros penitenciarios, lo que terminó por impulsar el desarrollo de dicho programa.
“Nos reconocieron con esta práctica y así empezamos a tener una interacción muy fuerte con la ONU. Se acercaron para compartirnos estadísticas que tenían en donde alrededor de 60 por ciento de las mujeres que obtienen su libertad son reincidentes, derivado de que cuando salen de la cárcel no tienen ninguna oportunidad”, comentó Norma Castro.
Tras arduos meses de trabajo, la institución logró desarrollar un programa que incluye educación financiera y acompañamiento integral, en el cual las mujeres reciben capacitación en diversos temas, como administración financiera, emprendimiento y habilidades sociales.
Hoy en día el programa opera en Santa Marta Acatitla, donde se cuenta con la participación de 100 mujeres que están próximas a salir en libertad, al tiempo que existe un proyecto piloto en otro centro penitenciario ubicado en el Estado de México.
“Nosotros vamos y hacemos un programa con diversos contenidos. Son mujeres que a lo mejor en seis meses podrán obtener su libertad y ya saldrán con otra visión, vivirán una situación en donde están capacitadas financieramente”, subrayó la ejecutiva.
Algunos de los tópicos del programa es el asesoramiento en temas financieros y orientación en el crecimiento de sus negocios o búsquedas de empleo. Todo ello forma parte de Tuiio, la iniciativa de inclusión financiera de Santander México.
Según Norma Castro, tanto en Tuiio como en el programa de centros penitenciarios se utilizan métricas para medir el progreso y la adopción de servicios financieros digitales, y así conocer el avance en su desarrollo personal y profesional.
La directiva destacó que una vez que ellas salgan en libertad, el banco podrá darles un seguimiento para la posibilidad de obtener un crédito productivo y así poner en marcha un negocio.
Una nueva esperanza
Las cárceles mexicanas enfrentan una serie de desafíos que afectan tanto a la población masculina como a la femenina. Sin embargo, las mujeres que salen de un centro penitenciario enfrentan obstáculos adicionales para reintegrarse a la sociedad y reconstruir sus vidas.
De acuerdo con la última Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad (ENPOL) del Inegi, en 2021 alrededor de 220 mil personas se encontraban en un centro penitenciario, de las cuales cerca del seis por ciento eran mujeres.
De toda la población femenina, 62.8 por ciento contaba con una educación básica, que abarca los niveles de preescolar a secundaria, o una carrera técnica en este mismo nivel.
Hasta la semana previa a su detención, siete de cada 10 tenían un empleo. La principal actividad desarrollada era el comercio o empleada de ventas, servicios personales de limpieza, planchado o aseo en general, actividades de vigilancia, y artesanías.
En una menor medida, aproximadamente una de cada 10 se desempeñó como auxiliar administrativo, operadoras de maquinaria industrial, trabajadora del sector agrícola y hasta como funcionaria pública.
De igual forma, 37.9 por ciento de las mujeres en centros penitenciarios que realizó alguna actividad laboral obtuvo el beneficio “no monetario” de cartas de buena conducta, mientras que 33.2 por ciento de los hombres obtuvo comida a cambio de estas tareas.
Incluso las personas que no son privadas de su libertad, padecen esta falta de confianza personal que las motive a trabajar o superar ciertas barreras
“Algo de lo que se necesita atender primero es la parte del desarrollo humano, nosotros creemos que no solo son importantes las habilidades técnicas como un plan de negocios, también está la parte de ‘te la puedes creer’”, afirmó en entrevista Guadalupe Castañeda, presidenta del CCME CDMX.
Según Castañeda, incluso las personas que no son privadas de su libertad, padecen esta falta de confianza personal que las motive a trabajar o superar ciertas barreras.
Esta es la situación de “Valeria”, quien después de enfrentar un largo periodo de reclusión que duró 12 años, su regreso al mundo exterior se convirtió en una nueva odisea, esta vez, en busca de empleo.
Valeria fue encarcelada por robo en transporte público y posesión de sustancias ilegales. Durante su estancia en Santa Martha Acatitla desarrolló una fortaleza inquebrantable y se propuso, día tras día, mantener la esperanza de volver a ser libre algún día, aunque su regreso a la sociedad no fue tan sencillo como lo imaginó.
A pesar de su historial de buena conducta y certificados escolares, muchas empresas se mostraban reticentes a contratarla debido a su pasado. Esta situación la sumió en un estado de incertidumbre, depresión y alcoholismo.
Fue en un grupo de ayuda contra adicciones que conoció a su “madrina” Romina, quien la convirtió en una apasionada vendedora de zapatos y productos de belleza por catálogo.
Poco a poco, comenzó a generar ingresos modestos, pero constantes, que le permitieron subsistir y recuperar la confianza en sí misma.
“Lo que en un principio era sólo una alternativa temporal para salir adelante, se convirtió en una oportunidad de emprendimiento. Bien o mal solo tengo que ver por mí, pues mis papás fallecieron mientras estaba recluida y hoy en día no tengo interés de tener una relación sentimental”, mencionó Valeria.
La mayoría de mujeres encarceladas tienen un rango de edad de 30 a 39 años
Las estadísticas del Inegi también refieren que la mayoría de mujeres encarceladas tienen un rango de edad de 30 a 39 años, seguidas de las de 18 a 29 años. En tanto, aproximadamente dos de cada 10 cuentan con entre 40 y 49 años, y una de cada 10 tiene 50 años o más.
A nivel nacional, 20.7 por ciento de la población femenina en centros penitenciarios fue sentenciada por el delito de posesión ilegal de drogas.
Otros delitos por los cuales se les acusó fue el robo de negocios, vehículos, casas, en transporte público, entre otros tipos; venta de drogas, portación ilegal de armas, secuestro y secuestro exprés, delincuencia familiar y homicidio doloso.
Entre el abandono y rechazo
A nivel personal, la directora ejecutiva de Inclusión Financiera de Santander México resalta que “De vuelta a la comunidad” ha dejado un aprendizaje muy significativo, derivado de la situación de abandono y rechazo que enfrentan las mujeres privadas de su libertad.
“Son mujeres que están solas, es decir, fueron olvidadas por su familia. En contraste, con el programa nos dimos cuenta que los hombres casi siempre están acompañados en todo su proceso de reclusión”, argumentó Norma Castro.
Para la directiva del banco, poder brindarles una oportunidad y ver cómo crece su entusiasmo por un futuro mejor es algo que le llena de orgullo y satisfacción.
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“Estoy segura que este programa va a tener frutos importantes. Si logramos que efectivamente la reinserción sea mucho más fácil para ellas, que no sufran tanto y sobre todo no reincidan y regresen a prisión, para mí y todo el equipo del banco será un gran logro”, concluyó la ejecutiva de Santander.
Dedicado a la Maestra Irene, por sus enseñanzas para niños, jóvenes y adultos en el centro penitenciario de Santa Martha Acatitla.