/ viernes 9 de febrero de 2018

Crece narcomenudeo 87% en un año en la Ciudad de México

Las delegaciones más violentas son las que tienen una mayor incidencia de venta de estupefacientes

Alejandro, nombre ficticio que eligió para proteger su identidad, lleva cuatro años en la venta de droga en las calles de la Ciudad de México.

No tiene mucho que cumplió la mayoría de edad y ya es todo un experto en el negocio. Como buen vendedor, te consigue cualquier producto: mariguana, cocaína, LSD, metanfetaminas... Al cliente lo que pida, mientras pague lo que pide.

Cada lunes visita a sus proveedores -el cártel La Unión de Tepito– para surtirse de los productos que venderá durante la semana, ya sea en un bar, un antro o en su escuela. Cuando acude por nueva mercancía primero debe rendir cuentas de la que adquirió siete días antes.

Todo ocurre siempre en una casa diferente, nunca en el mismo sitio. Este estudiante de bachillerato no opera en la delegación Tláhuac –que de acuerdo con el jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera, es el único punto en la capital donde el gobierno federal ha detectado problemas de narcomenudeo– sino en la Gustavo A. Madero, aunque bien podría hacerlo en cualquier parte de la ciudad.

Entre 2016 y 2017, las averiguaciones previas por narcomenudeo en la CdMx pasaron de mil 405 a dos mil 625, lo que significa un aumento de 87%. Como referencia, las carpetas de investigación abiertas a nivel nacional por el mismo delito crecieron 27% en el mismo periodo, según la estadística oficial.

En 15 de las 16 delegaciones el crimen subió: en Azcapotzalco, Cuajimalpa, Cuauhtémoc, Gustavo A. Madero, Magdalena Contreras y Tláhuac se disparó más de 100%, mientras que en Miguel Hidalgo se multiplicó casi cuatro veces.

La información proporcionada por las autoridades revela que las delegaciones con mayor incidencia en venta de droga fueron también las que tuvieron los niveles más elevados de violencia, medida por el número de homicidios dolosos con arma de fuego.

Santiago Roel, director de la organización Semáforo Delictivo, apunta que “la violencia de alto impacto es guerra, territorios y venta de drogas; debe haber territorios en la ciudad que se están pelando algunas bandas”.

Sobre el incremento del fenómeno, la Fiscalía Central de Investigación para la Atención del Delito de Narcomenudeo, dependiente de la Procuraduría General de Justicia (PGJ) local, respondió que se debe a un mayor número de acciones encaminadas para combatirlo.


¿NO HAY CÁRTELES?

“En la ciudad no hay capos ni carteles, pero sí hay droga y armas”, dice irónicamente Erubiel Tirado Cervantes, coordinador del Programa de Seguridad Nacional, Democracia y Derechos Humanos de la Universidad Iberoamericana. El experto critica la persistencia de la administración de Miguel Mancera en negar la actuación del crimen organizado en la capital.

El discurso oficial había sido el mismo sin importar el asesinato de los 13 jóvenes secuestrados del bar Heaven, los operativos de la Marina en contra del Cártel de Tláhuac o el hecho de que la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) identificara en 2015 a cinco de los grandes cárteles operando en la ciudad: el de Sinaloa, los Beltrán Leyva, los Caballeros Templarios, los Zetas y el Cártel del Golfo.

Apenas esta semana, tras la aparición de dos mantas sobre Periférico Sur, en la delegación Álvaro Obregón, presuntamente firmadas por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), Mancera reconoció por primera vez la existencia de objetivos vinculados al narcotráfico en la ciudad aunque solo en su modalidad de narcomenudeo y restringidos a Tláhuac. El gobierno federal, en voz del Comisionado Nacional de Seguridad Renato Sales Heredia, lo respaldó.

Para Tirado Cervantes, la negación oficial obedece a un motivo político: “Esta es la ciudad de los poderes federales, aquí está asentada la primera zona naval, la primera zona militar, la policía federal además de una de las policías más grandes del país.

“Por ese simple hecho se supondría que no debiera de haber ese fenómeno; y si se reconoce que existe, entonces estaremos cuestionando el estado de fuerza que representa la capital de la República”.

NUEVOS RECLUTAS

Mientras las autoridades minimizan el problema, las organizaciones criminales se fortalecen.

Alejandro, por ejemplo, cuenta que la Unión Tepito está reclutando a muchos jóvenes de 15 a 27 años. La oferta del cártel –dice el entrevistado– es simple: “o te unes a nosotros o te hacemos guerra”.

De acuerdo con él, al menos en esta organización delictiva los nuevos reclutas pueden dedicarse a tres actividades: narcomenudistas, sicarios o cobradores.

“Los cobradores no venden droga, nada más se dedican a cobrar y comprar deudas.

Por ejemplo, si a ti, que no tienes nada que ver en el negocio, te deben 100 mil pesos y me vendes tu deuda, yo te voy a dar a cambio 75 mil pesos. Luego le voy a cobrar ese dinero a quien te lo debía más lo que yo quiera, así tenga que robarle su carro o lo que sea”, explica el dealer.

El perfil joven de los miembros de estos grupos coincide con los datos oficiales. Según cifras de la PGJ capitalina, solo entre enero y noviembre de 2017 fueron puestas a disposición dos mil 703 personas por el delito de narcomenudeo, un 30% jóvenes entre 18 y 29 años y otro porcentaje similar en un rango de 30 a 40 años.

La diferencia con lo que narra Alejandro, es que para la Procuraduría los narcomenudistas son bandas familiares en el que participan todos sus miembros: padres, hijos, esposas, primos, abuelos y también amigos.

“Se tienen identificadas a más de 50 familias dedicadas a la venta de narcóticos en las principales delegaciones señaladas como puntos rojos. Los grupos que operan el delito de narcomenudeo se relacionan entre sí, ya sea por parentesco consanguíneo o político”, respondió la dependencia a este medio.

Alejandro y su hermano, sin embargo, son los únicos en su familia que se dedican a este negocio.

Alejandro, nombre ficticio que eligió para proteger su identidad, lleva cuatro años en la venta de droga en las calles de la Ciudad de México.

No tiene mucho que cumplió la mayoría de edad y ya es todo un experto en el negocio. Como buen vendedor, te consigue cualquier producto: mariguana, cocaína, LSD, metanfetaminas... Al cliente lo que pida, mientras pague lo que pide.

Cada lunes visita a sus proveedores -el cártel La Unión de Tepito– para surtirse de los productos que venderá durante la semana, ya sea en un bar, un antro o en su escuela. Cuando acude por nueva mercancía primero debe rendir cuentas de la que adquirió siete días antes.

Todo ocurre siempre en una casa diferente, nunca en el mismo sitio. Este estudiante de bachillerato no opera en la delegación Tláhuac –que de acuerdo con el jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera, es el único punto en la capital donde el gobierno federal ha detectado problemas de narcomenudeo– sino en la Gustavo A. Madero, aunque bien podría hacerlo en cualquier parte de la ciudad.

Entre 2016 y 2017, las averiguaciones previas por narcomenudeo en la CdMx pasaron de mil 405 a dos mil 625, lo que significa un aumento de 87%. Como referencia, las carpetas de investigación abiertas a nivel nacional por el mismo delito crecieron 27% en el mismo periodo, según la estadística oficial.

En 15 de las 16 delegaciones el crimen subió: en Azcapotzalco, Cuajimalpa, Cuauhtémoc, Gustavo A. Madero, Magdalena Contreras y Tláhuac se disparó más de 100%, mientras que en Miguel Hidalgo se multiplicó casi cuatro veces.

La información proporcionada por las autoridades revela que las delegaciones con mayor incidencia en venta de droga fueron también las que tuvieron los niveles más elevados de violencia, medida por el número de homicidios dolosos con arma de fuego.

Santiago Roel, director de la organización Semáforo Delictivo, apunta que “la violencia de alto impacto es guerra, territorios y venta de drogas; debe haber territorios en la ciudad que se están pelando algunas bandas”.

Sobre el incremento del fenómeno, la Fiscalía Central de Investigación para la Atención del Delito de Narcomenudeo, dependiente de la Procuraduría General de Justicia (PGJ) local, respondió que se debe a un mayor número de acciones encaminadas para combatirlo.


¿NO HAY CÁRTELES?

“En la ciudad no hay capos ni carteles, pero sí hay droga y armas”, dice irónicamente Erubiel Tirado Cervantes, coordinador del Programa de Seguridad Nacional, Democracia y Derechos Humanos de la Universidad Iberoamericana. El experto critica la persistencia de la administración de Miguel Mancera en negar la actuación del crimen organizado en la capital.

El discurso oficial había sido el mismo sin importar el asesinato de los 13 jóvenes secuestrados del bar Heaven, los operativos de la Marina en contra del Cártel de Tláhuac o el hecho de que la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) identificara en 2015 a cinco de los grandes cárteles operando en la ciudad: el de Sinaloa, los Beltrán Leyva, los Caballeros Templarios, los Zetas y el Cártel del Golfo.

Apenas esta semana, tras la aparición de dos mantas sobre Periférico Sur, en la delegación Álvaro Obregón, presuntamente firmadas por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), Mancera reconoció por primera vez la existencia de objetivos vinculados al narcotráfico en la ciudad aunque solo en su modalidad de narcomenudeo y restringidos a Tláhuac. El gobierno federal, en voz del Comisionado Nacional de Seguridad Renato Sales Heredia, lo respaldó.

Para Tirado Cervantes, la negación oficial obedece a un motivo político: “Esta es la ciudad de los poderes federales, aquí está asentada la primera zona naval, la primera zona militar, la policía federal además de una de las policías más grandes del país.

“Por ese simple hecho se supondría que no debiera de haber ese fenómeno; y si se reconoce que existe, entonces estaremos cuestionando el estado de fuerza que representa la capital de la República”.

NUEVOS RECLUTAS

Mientras las autoridades minimizan el problema, las organizaciones criminales se fortalecen.

Alejandro, por ejemplo, cuenta que la Unión Tepito está reclutando a muchos jóvenes de 15 a 27 años. La oferta del cártel –dice el entrevistado– es simple: “o te unes a nosotros o te hacemos guerra”.

De acuerdo con él, al menos en esta organización delictiva los nuevos reclutas pueden dedicarse a tres actividades: narcomenudistas, sicarios o cobradores.

“Los cobradores no venden droga, nada más se dedican a cobrar y comprar deudas.

Por ejemplo, si a ti, que no tienes nada que ver en el negocio, te deben 100 mil pesos y me vendes tu deuda, yo te voy a dar a cambio 75 mil pesos. Luego le voy a cobrar ese dinero a quien te lo debía más lo que yo quiera, así tenga que robarle su carro o lo que sea”, explica el dealer.

El perfil joven de los miembros de estos grupos coincide con los datos oficiales. Según cifras de la PGJ capitalina, solo entre enero y noviembre de 2017 fueron puestas a disposición dos mil 703 personas por el delito de narcomenudeo, un 30% jóvenes entre 18 y 29 años y otro porcentaje similar en un rango de 30 a 40 años.

La diferencia con lo que narra Alejandro, es que para la Procuraduría los narcomenudistas son bandas familiares en el que participan todos sus miembros: padres, hijos, esposas, primos, abuelos y también amigos.

“Se tienen identificadas a más de 50 familias dedicadas a la venta de narcóticos en las principales delegaciones señaladas como puntos rojos. Los grupos que operan el delito de narcomenudeo se relacionan entre sí, ya sea por parentesco consanguíneo o político”, respondió la dependencia a este medio.

Alejandro y su hermano, sin embargo, son los únicos en su familia que se dedican a este negocio.

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