/ domingo 8 de julio de 2018

Una más en la "pejegira"... 90 días en campaña con Andrés Manuel López Obrador

Cubrir al candidato de la coalición Juntos Haremos Historia, en su tercer intento, fue una oportunidad única

En el pasado proceso electoral, los reporteros que cubrieron las actividades de los tres principales candidatos a la Presidencia de la República fueron testigos privilegiados. Aquí nos cuentan en primera persona lo que padecieron y gozaron; lo mismo sufrieron los rigores e incomodidades de largas giras y actos multitudinarios, que vivieron por primera vez la experiencia de contar a los demás cómo se desarrollaba esta campaña, que resultó para ellos, única e irrepetible.

Quisiera tener claro el inicio, una estampa de cómo fue cubrir la campaña del hoy virtual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, pero no existe, todos son recuerdos que en su conjunto me hacen pensar: lo logramos Peje.

Sí, él logró ganar las elecciones después de 18 años y yo, a mis 25 de edad, llegué al Estadio Azteca el día de su cierre de campaña, escuché su discurso en el Zócalo con la voz entrecortada y lo vi ejercer su último voto como candidato a la Presidencia de la República.

Te recomendamos: En voz de los reporteros, así fueron los 90 días en campaña con AMLO, Anaya y Meade

DOS TORTAS AL DÍA

Dicen que a mi edad nos caracteriza la ansiedad por devorarnos el mundo. Yo diría que más bien lo idealizamos, pero pocas veces tenemos la certeza de que esos pasajes en nuestra mente van a ser el futuro, mucho menos el presente.

Aún recuerdo cuando sonó el celular debajo de mi almohada, eran las ocho de la mañana, no esperaba una llamada a esa hora en mi descanso, menos de mi jefa.

"Avisa en tu casa que no te van a ver en los próximos tres meses porque te vas a cubrir la campaña de Andrés Manuel. Eso es todo lo que te quería decir". No recuerdo más detalles de la conversación con Elena Michel.

Colgué y me quedé recostada en mi cama media hora más. A mi cabeza llegaron los mensajes de Twitter, los fraudes electorales, el presidente legítimo en el Zócalo y la advertencia de López Obrador hace unos meses: "La tercera es la vencida, al Zócalo o a La Chingada".

Era una oportunidad única, tan cierta como poco probable de que sucedería otra vez en mi vida. Decidí guardar ese momento para mí, no se lo conté a nadie durante ese mes. Los directivos podían cambiar de parecer mañana o pasado. La incredulidad permeaba en mí, pero al mismo tiempo, hacía un recuento de los comentarios de un amigo hace un año: "Si él llega, va a haber un antes y un después".

De los reporteros se dice que somos testigos de la historia en tiempo real. Con los años los expertos van a los archivos y sin falta recurren al registro de los periódicos para enterarse de los cómos. En esa milésima de segundo la única pregunta clara era ¿cómo se tenía que contar?

Mi primera encomienda fue ir a su antigua casa de campaña ubicada en la calle de San Luis Potosí, en la colonia Roma, alternando con mis otras fuentes y los eventos que llegaba a tener Andrés Manuel López Obrador en la Ciudad de México.

Todas las mañanas llegaba entre las nueve y diez de la mañana, cuando abrían las oficinas. Nadie llegaba, ni César Yañez ni Yeidckol Polevnsky, la presidenta nacional de Morena. o alguno de los coordinadores de campaña. Entraba a la tortería de Los Güeros, me conectaba al wifi, comía dos tortas al día y un litro de agua de fresa para pasar el rato.

En San Luis Potosí aún no empezaba la mudanza a la actual casa en Chihuahua 216, pero todos estaban dispersos en los estados. La gente de Morena se escondía y en los pocos eventos que tenían en la ciudad, todos reservaban la información porque en época de intercampaña no se podía hablar. Comenzaba a desesperarme: nadie visitaba la casa de campaña y cuando los veía en los eventos tampoco querían hablar conmigo.

NI SOLAPADA NI EXCLUIDA

Recuerdo que un día hablé con una de las reporteras con más tiempo en la fuente, sin conocerla le comenté a grandes rasgos lo que pasaba y después de escucharme me dijo: “No sé si felicitarte o compadecerte porque te tocó la difícil, pero ya estás aquí y aprovéchalo”.

El primer reto fue conseguir los chacaleos de la intercampaña en otros estados, conseguí el teléfono de César Yañez, todos los días le llamaba entre siete y diez veces al día, no me contestaba; le enviaba mensajes de whatsapp todos los días y siempre recibía la misma respuesta: “El candidato tiene actividades privadas, la información te llegará más tarde al correo”.

Estaba al borde de la desesperación, en menos de una semana me mandarían a los viajes de Andrés Manuel López Obrador durante la intercampaña y lo más certero que tenía eran los mensajes en visto por Yañez. A veces dejaba que se marcara solo el celular en altavoz, mientras hacía otras cosas.

Había días que sólo marcaba por obligación, para que no me quedará en la conciencia que ese día no lo había hecho. La primera vez que me contestó, estaba lavándome los dientes, corrí al teléfono cuando escuché una voz distinta a la señorita del buzón; con el dentífrico escurriéndome por la boca, contesté lo mejor que pude. “Vamos a estar en Monterrey, Chihuahua y Coahuila, más tarde te mandó la agenda detallada en un mensaje”.

Ese día dormí tranquila, con el sueño pesado, ya no me iba a quedar varada y tenía la primera respuesta para mi editora. Los días siguientes me subí a la intercampaña. No sabía cómo iba a llegar al primer evento en Cintermex, pero ya tenía direcciones y nombres.

Cuando llegué, me presenté con ellos e hicieron lo propio; sentía que el protocolo estaba de más. Yo los leía todos los días o los escuchaba, era como atravesar las pantallas y las firmas de los periódicos ya tenían rostro, venían sobrando las presentaciones.

Fui una más en el pool de prensa de la “Pejegira”, como bautizamos un grupo de whats, donde compartíamos información de agenda, de coyuntura o memes del momento. A pesar de ser la reportera más joven y con menos experiencia, nadie me solapo ni me excluyeron.

Me brinque las vallas de seguridad cuando el equipo de logística no quería dejarnos pasar al templete. Hablamos con los artesanos que le llevaron la silla presidencial a Andrés Manuel en Veracruz, justo el día en que Meade estuvo a punto de ver su caída en un foro. Casi alcanzamos los 180 kilómetros por hora para llegar 15 minutos antes del abordaje del último vuelo de Tabasco a Veracruz. Aprendí que Andrés Manuel vive en un mitin constante.

En el último día, el día de la elección, la gente corre por las calles como si hubiera ganado la Selección, hasta convoca de la misma manera: “Vámonos al Ángel, vámonos al Ángel…”. Y cuando el del Uber me pregunta qué va a hacer mañana el Peje, comprendo que esto apenas inicia.


En el pasado proceso electoral, los reporteros que cubrieron las actividades de los tres principales candidatos a la Presidencia de la República fueron testigos privilegiados. Aquí nos cuentan en primera persona lo que padecieron y gozaron; lo mismo sufrieron los rigores e incomodidades de largas giras y actos multitudinarios, que vivieron por primera vez la experiencia de contar a los demás cómo se desarrollaba esta campaña, que resultó para ellos, única e irrepetible.

Quisiera tener claro el inicio, una estampa de cómo fue cubrir la campaña del hoy virtual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, pero no existe, todos son recuerdos que en su conjunto me hacen pensar: lo logramos Peje.

Sí, él logró ganar las elecciones después de 18 años y yo, a mis 25 de edad, llegué al Estadio Azteca el día de su cierre de campaña, escuché su discurso en el Zócalo con la voz entrecortada y lo vi ejercer su último voto como candidato a la Presidencia de la República.

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DOS TORTAS AL DÍA

Dicen que a mi edad nos caracteriza la ansiedad por devorarnos el mundo. Yo diría que más bien lo idealizamos, pero pocas veces tenemos la certeza de que esos pasajes en nuestra mente van a ser el futuro, mucho menos el presente.

Aún recuerdo cuando sonó el celular debajo de mi almohada, eran las ocho de la mañana, no esperaba una llamada a esa hora en mi descanso, menos de mi jefa.

"Avisa en tu casa que no te van a ver en los próximos tres meses porque te vas a cubrir la campaña de Andrés Manuel. Eso es todo lo que te quería decir". No recuerdo más detalles de la conversación con Elena Michel.

Colgué y me quedé recostada en mi cama media hora más. A mi cabeza llegaron los mensajes de Twitter, los fraudes electorales, el presidente legítimo en el Zócalo y la advertencia de López Obrador hace unos meses: "La tercera es la vencida, al Zócalo o a La Chingada".

Era una oportunidad única, tan cierta como poco probable de que sucedería otra vez en mi vida. Decidí guardar ese momento para mí, no se lo conté a nadie durante ese mes. Los directivos podían cambiar de parecer mañana o pasado. La incredulidad permeaba en mí, pero al mismo tiempo, hacía un recuento de los comentarios de un amigo hace un año: "Si él llega, va a haber un antes y un después".

De los reporteros se dice que somos testigos de la historia en tiempo real. Con los años los expertos van a los archivos y sin falta recurren al registro de los periódicos para enterarse de los cómos. En esa milésima de segundo la única pregunta clara era ¿cómo se tenía que contar?

Mi primera encomienda fue ir a su antigua casa de campaña ubicada en la calle de San Luis Potosí, en la colonia Roma, alternando con mis otras fuentes y los eventos que llegaba a tener Andrés Manuel López Obrador en la Ciudad de México.

Todas las mañanas llegaba entre las nueve y diez de la mañana, cuando abrían las oficinas. Nadie llegaba, ni César Yañez ni Yeidckol Polevnsky, la presidenta nacional de Morena. o alguno de los coordinadores de campaña. Entraba a la tortería de Los Güeros, me conectaba al wifi, comía dos tortas al día y un litro de agua de fresa para pasar el rato.

En San Luis Potosí aún no empezaba la mudanza a la actual casa en Chihuahua 216, pero todos estaban dispersos en los estados. La gente de Morena se escondía y en los pocos eventos que tenían en la ciudad, todos reservaban la información porque en época de intercampaña no se podía hablar. Comenzaba a desesperarme: nadie visitaba la casa de campaña y cuando los veía en los eventos tampoco querían hablar conmigo.

NI SOLAPADA NI EXCLUIDA

Recuerdo que un día hablé con una de las reporteras con más tiempo en la fuente, sin conocerla le comenté a grandes rasgos lo que pasaba y después de escucharme me dijo: “No sé si felicitarte o compadecerte porque te tocó la difícil, pero ya estás aquí y aprovéchalo”.

El primer reto fue conseguir los chacaleos de la intercampaña en otros estados, conseguí el teléfono de César Yañez, todos los días le llamaba entre siete y diez veces al día, no me contestaba; le enviaba mensajes de whatsapp todos los días y siempre recibía la misma respuesta: “El candidato tiene actividades privadas, la información te llegará más tarde al correo”.

Estaba al borde de la desesperación, en menos de una semana me mandarían a los viajes de Andrés Manuel López Obrador durante la intercampaña y lo más certero que tenía eran los mensajes en visto por Yañez. A veces dejaba que se marcara solo el celular en altavoz, mientras hacía otras cosas.

Había días que sólo marcaba por obligación, para que no me quedará en la conciencia que ese día no lo había hecho. La primera vez que me contestó, estaba lavándome los dientes, corrí al teléfono cuando escuché una voz distinta a la señorita del buzón; con el dentífrico escurriéndome por la boca, contesté lo mejor que pude. “Vamos a estar en Monterrey, Chihuahua y Coahuila, más tarde te mandó la agenda detallada en un mensaje”.

Ese día dormí tranquila, con el sueño pesado, ya no me iba a quedar varada y tenía la primera respuesta para mi editora. Los días siguientes me subí a la intercampaña. No sabía cómo iba a llegar al primer evento en Cintermex, pero ya tenía direcciones y nombres.

Cuando llegué, me presenté con ellos e hicieron lo propio; sentía que el protocolo estaba de más. Yo los leía todos los días o los escuchaba, era como atravesar las pantallas y las firmas de los periódicos ya tenían rostro, venían sobrando las presentaciones.

Fui una más en el pool de prensa de la “Pejegira”, como bautizamos un grupo de whats, donde compartíamos información de agenda, de coyuntura o memes del momento. A pesar de ser la reportera más joven y con menos experiencia, nadie me solapo ni me excluyeron.

Me brinque las vallas de seguridad cuando el equipo de logística no quería dejarnos pasar al templete. Hablamos con los artesanos que le llevaron la silla presidencial a Andrés Manuel en Veracruz, justo el día en que Meade estuvo a punto de ver su caída en un foro. Casi alcanzamos los 180 kilómetros por hora para llegar 15 minutos antes del abordaje del último vuelo de Tabasco a Veracruz. Aprendí que Andrés Manuel vive en un mitin constante.

En el último día, el día de la elección, la gente corre por las calles como si hubiera ganado la Selección, hasta convoca de la misma manera: “Vámonos al Ángel, vámonos al Ángel…”. Y cuando el del Uber me pregunta qué va a hacer mañana el Peje, comprendo que esto apenas inicia.


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