/ viernes 25 de noviembre de 2022

Pie de Nota | Grupo Firme o la Fórmula 1

Las posturas cada vez más radicalizadas entre el partido en el poder y la oposición están llevando a la política mexicana hacia una parálisis, donde las propuestas se descalifican de facto

Quedó pendiente en este espacio la semana pasada la respuesta a la pregunta de si la política mexicana se está calcificando.

Sin darle rodeos a la cuestión, la hipótesis de quien escribe es que sí, las posiciones ideológicas se están radicalizando y, en consecuencia, hay poca movilidad partidista, especialmente a nivel federal.

Como le refería en la columna del pasado FinD, "la calcificación política" se refiere al estado en el que los procesos electorales observan poco dinamismo entre fuerzas opositoras.

El atrincheramiento de las posturas opuestas sería la razón, las cuales encuentra poco terreno común y por ende dejan poco espacio para que los electores migren de una propuesta política a otra.

En este contexto –le comentaba–, el votante independiente es un bien cada vez más escaso y, en consecuencia, uno mucho más valioso para las fuerzas opositoras dentro de los procesos electorales.

Fueron estos independientes cada vez más escasos quienes le recetaron un balde de agua fría a los republicanos en las recientes elecciones intermedias de Estados Unidos. Simplemente no pudieron convencer a quienes se movían en los grises de la guerra ideológica.

Esta parálisis de la dinámica política ya ha dado visos de comenzar a asentarse en México.

Al presidente López Obrador le han bateado dos reformas constitucionales en el Congreso, la eléctrica y la electoral.

Particularmente en la electoral la propuesta contenía puntos que valían la pena discutirse, tales como el financiamiento a partidos o el tamaño y presupuesto de la Cámara de Diputados.

Sin embargo, tuvo mucho mas peso la parte en la que la 4T sentaba las bases para politizar al INE mediante la "elección popular" de sus consejeros.

Así, en ambos casos, la oposición en bloque rechazó completamente las propuestas sin cambio alguno.

Dependiendo de cuándo lea usted esto cada bando habrá, de hecho, organizado su propia marcha en favor o en contra del gobierno en turno.

Los polos opuestos están bien delineados entre Morena y PAN con sus respectivos partidos satélites, los cuales no reconocen en el de enfrente una opinión o postura digna a discutirse.

En la machacona retórica popularizada por el presidente López Obrador, esta es una guerra de trincheras librada entre fifís y chairos, conservadores y pueblo bueno, corruptos y honestos, el pasado y el futuro.

Entre los que van a ver a Grupo Firme o la Fórmula 1.

En ese sentido, el PRI cobra una inusitada relevancia en el actual contexto.

Su voto fue el que enterró las dos reformas que le menciono, mientras que dio luz verde a la incorporación de la Guardia Nacional a la gestión de las Fuerzas Armadas.

Aunque en decadencia (e hipotecando su sede central), su papel de centro, a veces de oposición y otras de soporte al régimen, es el que le ha convertido en una pieza altamente valiosa en el ajedrez político actual.

Irónico es que en el México actual, el de la gran mayoría morenista, el voto del PRI haya ganado relevancia.

En una democracia joven como la nuestra la polarización de la política no es nueva, lo que sí es novedoso es el acortamiento de los espacios para la coincidencia entre los opuestos.

Y es que si la política es el arte de la negociación, la calcificación representaría la antítesis, la parálisis.

Al momento no se observa que la calcificación de la política mexicana sea tan severa como para que el sector independiente esté definiendo elecciones sumamente cerradas.

La popularidad del Presidente y su partido aún es demasiado amplia como para que esto suceda. El país aún está pintado de guinda.

De cara al 2024, a menos de que algo sísmico suceda desde la oposición, la elección que más va a importar a nivel federal va a ser la interna de Morena para elegir a su candidato presidencial.

Dado el favoritismo con el que Morena se perfila hacia las próximas elecciones los independientes tendremos que esperar.

Pero si seguimos como vamos y la democracia nacional sigue siendo de calidad nuestro voto valdrá oro en un par de años.

Quedó pendiente en este espacio la semana pasada la respuesta a la pregunta de si la política mexicana se está calcificando.

Sin darle rodeos a la cuestión, la hipótesis de quien escribe es que sí, las posiciones ideológicas se están radicalizando y, en consecuencia, hay poca movilidad partidista, especialmente a nivel federal.

Como le refería en la columna del pasado FinD, "la calcificación política" se refiere al estado en el que los procesos electorales observan poco dinamismo entre fuerzas opositoras.

El atrincheramiento de las posturas opuestas sería la razón, las cuales encuentra poco terreno común y por ende dejan poco espacio para que los electores migren de una propuesta política a otra.

En este contexto –le comentaba–, el votante independiente es un bien cada vez más escaso y, en consecuencia, uno mucho más valioso para las fuerzas opositoras dentro de los procesos electorales.

Fueron estos independientes cada vez más escasos quienes le recetaron un balde de agua fría a los republicanos en las recientes elecciones intermedias de Estados Unidos. Simplemente no pudieron convencer a quienes se movían en los grises de la guerra ideológica.

Esta parálisis de la dinámica política ya ha dado visos de comenzar a asentarse en México.

Al presidente López Obrador le han bateado dos reformas constitucionales en el Congreso, la eléctrica y la electoral.

Particularmente en la electoral la propuesta contenía puntos que valían la pena discutirse, tales como el financiamiento a partidos o el tamaño y presupuesto de la Cámara de Diputados.

Sin embargo, tuvo mucho mas peso la parte en la que la 4T sentaba las bases para politizar al INE mediante la "elección popular" de sus consejeros.

Así, en ambos casos, la oposición en bloque rechazó completamente las propuestas sin cambio alguno.

Dependiendo de cuándo lea usted esto cada bando habrá, de hecho, organizado su propia marcha en favor o en contra del gobierno en turno.

Los polos opuestos están bien delineados entre Morena y PAN con sus respectivos partidos satélites, los cuales no reconocen en el de enfrente una opinión o postura digna a discutirse.

En la machacona retórica popularizada por el presidente López Obrador, esta es una guerra de trincheras librada entre fifís y chairos, conservadores y pueblo bueno, corruptos y honestos, el pasado y el futuro.

Entre los que van a ver a Grupo Firme o la Fórmula 1.

En ese sentido, el PRI cobra una inusitada relevancia en el actual contexto.

Su voto fue el que enterró las dos reformas que le menciono, mientras que dio luz verde a la incorporación de la Guardia Nacional a la gestión de las Fuerzas Armadas.

Aunque en decadencia (e hipotecando su sede central), su papel de centro, a veces de oposición y otras de soporte al régimen, es el que le ha convertido en una pieza altamente valiosa en el ajedrez político actual.

Irónico es que en el México actual, el de la gran mayoría morenista, el voto del PRI haya ganado relevancia.

En una democracia joven como la nuestra la polarización de la política no es nueva, lo que sí es novedoso es el acortamiento de los espacios para la coincidencia entre los opuestos.

Y es que si la política es el arte de la negociación, la calcificación representaría la antítesis, la parálisis.

Al momento no se observa que la calcificación de la política mexicana sea tan severa como para que el sector independiente esté definiendo elecciones sumamente cerradas.

La popularidad del Presidente y su partido aún es demasiado amplia como para que esto suceda. El país aún está pintado de guinda.

De cara al 2024, a menos de que algo sísmico suceda desde la oposición, la elección que más va a importar a nivel federal va a ser la interna de Morena para elegir a su candidato presidencial.

Dado el favoritismo con el que Morena se perfila hacia las próximas elecciones los independientes tendremos que esperar.

Pero si seguimos como vamos y la democracia nacional sigue siendo de calidad nuestro voto valdrá oro en un par de años.

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