/ lunes 4 de julio de 2022

Operación Cóndor en Sinaloa: iban a acabar con la guerrilla y terminaron uniéndose al narco

La autobiografía inédita del comandante Luis Huaracha López, cuya copia obtuvo El Sol de Sinaloa, revela la complicidad de la Brigada Blanca como escolta del capo Pedro Avilés Pérez

Culiacán, Sinaloa.- Fue un encuentro breve, apenas lo suficiente para cruzar algunas palabras y conocer en persona a dos de los principales jefes que controlaban el tráfico de drogas en Culiacán. Sucedió en una de las suites del hotel Ejecutivo en los primeros días de mayo de 1978 cuando Luis Huaracha López, comandante de la Policía Judicial Federal, tenía poco de haber llegado a la capital sinaloense con su grupo de agentes federales para incorporarse a la segunda fase de la “Operación Cóndor”.

La reunión fue a instancias de Arnulfo Vargas Ríos, un comandante de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), la antigua policía política del viejo régimen priista, que insistió en presentarlo con los narcotraficantes más poderosos de aquel tiempo encabezados por Eduardo Fernández Juárez “don Lalo”; Pedro Aviléz Pérez alias “el licenciado Burgos”; y Ernesto Fonseca Carrillo, “don Neto”.

También puedes leer: José, tres décadas después de la Operación Cóndor

El comandante Huaracha recordaba que Miguel Nazar Haro, el legendario jefe de la DFS acusado de torturas y desapariciones forzadas en aquellos años de la “Guerra Sucia”, era uno de los que insistía junto al comandante Rafael Chao López, sumo protector del narco de la época, para que aceptara reunirse con estos personajes. Huaracha siempre estuvo en contra de consentir a los narcotraficantes desde que había ingresado a la Judicial Federal, era visto como un bicho raro. Por su desempeño en otros estados del país se había ganado el respeto de los altos mandos de la corporación como el director, el general Raúl Mendiolea Cerecero, y la confianza de Oscar Flores Sánchez, entonces Procurador General de la República.

El encuentro lo operó Rodolfo Moisés Calvo, agente de la Policía Judicial Federal, viejo conocido de los barones de la droga, quien lo condujo hasta la suite del Ejecutivo donde lo esperaban Pedro Avilés Pérez y Ernesto Fonseca Carrillo, quienes habían llegado escoltados momentos antes por los comandantes de la DFS Arnulfo Vargas Ríos y Rafael Chao López. Huaracha creía que le convenía conocerlos porque nunca los había visto, solo en fotos, pensaba ubicarlos bien para llegado el momento actuar contra ellos.

Calvo lo presentó primero con Pedro Avilés y después con Fonseca Carrillo sin que el invitado aceptara tomar asiento.

Aquí alguien sobra y ese soy yo—dijo el comandante Huaracha. Pedro Avilés se puso de pie y le contestó.

- No señor, queremos hablar con usted.

- ¿Qué es lo que quieren hablar?—preguntó Huaracha.

- Que nos permita estar en Culiacán, ya todos los comandantes han aceptado, solo falta usted. Yo estoy enfermo, tengo amebas, parece que las tengo en el hígado, eso me dicen los médicos, y que me permitiera quedarme tranquilo en mi tierra que es Culiacán, y así poder morir aquí.

- No, yo no le voy a permitir, no soy quién para permitirle. Al contrario, como yo no tengo en el momento orden de aprehensión alguna, no lo detengo. Pero tiene que alejarse de Culiacán, y no quiero saber que usted está aquí porque lo voy a detener.

Huaracha rememoraba que entonces Avilés Pérez abrió un portafolio color café el cual estaba lleno de pacas de billetes, dólares americanos.

- Le traemos este obsequio, es sin compromiso—le dijo.

- No necesito nada, cierre su maletín, lléveselo sino en este momento lo detengo—indicó el comandante. Salieron de la habitación mientras el agente federal Moisés Calvo le decía.

- Luisón, qué fue lo que hiciste pues, esa lana

- No, yo no necesito esa lana—respondió.

Aparecieron entonces Miguel Nazar Haro y Rafael Chao López. Nazar le dijo:

- ¿Oye pero esa lana por qué la desechas? ¡Es más de un millón de dólares!

- Porque no es mía y no la acepto, que la chingada.

Pedro y su escolta

Culiacán vivía en virtual estado de sitio en los días en que el comandante Luis Huaracha López llegó a la ciudad. La presencia de soldados por la Operación Cóndor se miraba en las idas y venidas de vehículos militares en dirección hacia Badiraguato.

En aquel momento el hotel Ejecutivo estaba convertido en refugio de los agentes de la DFS y del grupo especial conocido como la Brigada Blanca, quienes hacían operativos continuos contra los integrantes de “los Enfermos”, el grupo estudiantil que devino en célula de la Liga Comunista 23 de septiembre. Fueron los meses en que varias detenciones de jóvenes y activistas se convirtieron en desapariciones forzadas al paso del tiempo.

El sello de la Brigada Blanca al mando de Miguel Nazar Haro eran los allanamientos, detenciones ilegales y torturas de activistas y guerrilleros. Acusaciones que arrastraban también contra campesinos y pobladores de la sierra los militares que participaban en la destrucción de sembradíos de droga en la llamada “Fuerza de Tarea Cóndor”.

El comandante Huaracha decía que tiempo después de su llegada el director de la Policía Judicial Federal le ordenó, por instrucciones del procurador general, enfocarse de lleno a localizar y detener a Pedro Avilés Pérez, conocido como “el León de la Sierra”.

Un día recibió informes que Avilés estaba en Culiacán con un grupo de pistoleros, lo buscaban para matarlos. Desde ese momento reforzó la seguridad de su familia y la suya.

El 15 de septiembre de 1978, aniversario del Grito de Independencia, el comandante ordenó a sus hombres poner un retén por el lado norte de la colonia Tierra Blanca. Más tarde uno de sus agentes comentó que circulaba el rumor que Pedro Avilés merodeaba por la ciudad. Huaracha ordenó mover el retén por el rumbo de la salida a Tepuche. Llegaron a una curva donde no los veían quienes vinieran del norte o del sur. Ahí colocaron los letreros de “Policía Judicial Federal”, “Deténgase”, “Revisión de Rutina”.

Inspeccionaron varios vehículos sin novedad hasta que con las primeras sombras nocturnas aparecieron tres vehículos con sus luces encendidas. Cuando vieron el retén aceleraron y empezó la balacera. Huaracha recordaba que junto a sus hombres repelieron la agresión durante algunos minutos. Hubo un momento en que el tiroteo se cerró, en uno de los vehículos viajaba Pedro Avilés.

- Recuerdo que él se bajó y nada más el cofre nos separaba a él y a mi. Me tiró una descarga con una 9mm. Y cuando puso otro cargador en su pistola lo esperé, en el momento en que se levantó le deje ir una ráfaga de “cuerno de chivo” y vi que hasta la pistola voló por los aires—decía.

Casi de inmediato un hombre tambaleante con heridas visibles se acercó con las manos hacia arriba en señal de rendición. Traía una credencial a la vista a nombre de Romárico Sariñana López.

- Me alcanzó a decir: ‘Soy de la Brigada Blanca’. Le recogí la credencial al tiempo que caía al piso ya sin vida.

La muerte de Pedro Avilés Pérez y ocho personas más no solo fue uno de los golpes más duros a las mafias del narcotráfico desde el inicio de la “Operación Cóndor”. También evidenció que uno de los jefes del narco más importantes era escoltado por agentes de la Brigada Blanca.


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Red de intereses

La escena ocurrió en la morgue de Culiacán. Huaracha recordaba que fue un momento de tensión con los de la DFS cuando llegaron a reclamar los restos de Romárico Sariñana. Iban muy alterados y molestos, dispuestos a cobrar la afrenta.

-Se van a calmar hijos de la ch…, quién les manda estar metidos en este pedo. Ordené que los desarmaran, posteriormente les regresamos sus armas pero fue un episodio muy violento que recordaré el resto de mi vida—anotaba.

A los pocos días fue llamado a la ciudad de México a reunión con el director de la Judicial Federal. El general Mendiolea le anunció que el procurador Flores Sánchez lo quería ver, cuando se reunieron le dijo que por el impacto del suceso lo tenían que cambiar. Fue removido a Torreón y tiempo después a Puerto Vallarta, un lugar que comparado a Culiacán resultaba muy apacible.

Al paso de las semanas supo que gente de la DFS andaba tras él. Solicitó un receso vacacional para tratarse viejos padecimientos en Texas. Fue informado que el procurador quería se reuniera con un grupo de políticos entre ellos un ex gobernador de Sinaloa para hablar del caso. Huaracha se negó.

En noviembre renunció a la PGR tras corroborar los intereses que afectó con la muerte de Avilés. Un viejo amigo le ofreció trabajo en áreas de seguridad en San Luis Potosí, ante el riesgo le propuso un cambio de identidad. Aceptó y así estuvo varios años. Se retiró tiempo después y murió hace pocos años en su casa, sin lujos ni ostentación, en un poblado entre Jalisco en Michoacán.

Tabla de datos

1976

En junio el gobierno federal creó la Brigada Especial, nombre oficial de la llamada “Brigada Blanca”. Era un cuerpo paramilitar formado por

48 militares

21 agentes DFS

15 policias preventivos

28 policias judiciales capitalinos y del Estado de México

11 judiciales federales

35 sin corporación

FUENTE: Revista Bajo Palabra junio 2001 No.20

PARA SABER

Operación Condor

Fue un operativo militar y de agentes federales en la zona del Triángulo Dorado que entre los años 1977 y 1983.

Participaron mil 200 soldados que establecieron sus bases en Choix, San José del Llano, Tamazula y Badiraguato.

FUENTE: El Sol de Sinaloa, 16 enero 1977.


Nota publicada en El Sol de Sinaloa

Culiacán, Sinaloa.- Fue un encuentro breve, apenas lo suficiente para cruzar algunas palabras y conocer en persona a dos de los principales jefes que controlaban el tráfico de drogas en Culiacán. Sucedió en una de las suites del hotel Ejecutivo en los primeros días de mayo de 1978 cuando Luis Huaracha López, comandante de la Policía Judicial Federal, tenía poco de haber llegado a la capital sinaloense con su grupo de agentes federales para incorporarse a la segunda fase de la “Operación Cóndor”.

La reunión fue a instancias de Arnulfo Vargas Ríos, un comandante de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), la antigua policía política del viejo régimen priista, que insistió en presentarlo con los narcotraficantes más poderosos de aquel tiempo encabezados por Eduardo Fernández Juárez “don Lalo”; Pedro Aviléz Pérez alias “el licenciado Burgos”; y Ernesto Fonseca Carrillo, “don Neto”.

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El comandante Huaracha recordaba que Miguel Nazar Haro, el legendario jefe de la DFS acusado de torturas y desapariciones forzadas en aquellos años de la “Guerra Sucia”, era uno de los que insistía junto al comandante Rafael Chao López, sumo protector del narco de la época, para que aceptara reunirse con estos personajes. Huaracha siempre estuvo en contra de consentir a los narcotraficantes desde que había ingresado a la Judicial Federal, era visto como un bicho raro. Por su desempeño en otros estados del país se había ganado el respeto de los altos mandos de la corporación como el director, el general Raúl Mendiolea Cerecero, y la confianza de Oscar Flores Sánchez, entonces Procurador General de la República.

El encuentro lo operó Rodolfo Moisés Calvo, agente de la Policía Judicial Federal, viejo conocido de los barones de la droga, quien lo condujo hasta la suite del Ejecutivo donde lo esperaban Pedro Avilés Pérez y Ernesto Fonseca Carrillo, quienes habían llegado escoltados momentos antes por los comandantes de la DFS Arnulfo Vargas Ríos y Rafael Chao López. Huaracha creía que le convenía conocerlos porque nunca los había visto, solo en fotos, pensaba ubicarlos bien para llegado el momento actuar contra ellos.

Calvo lo presentó primero con Pedro Avilés y después con Fonseca Carrillo sin que el invitado aceptara tomar asiento.

Aquí alguien sobra y ese soy yo—dijo el comandante Huaracha. Pedro Avilés se puso de pie y le contestó.

- No señor, queremos hablar con usted.

- ¿Qué es lo que quieren hablar?—preguntó Huaracha.

- Que nos permita estar en Culiacán, ya todos los comandantes han aceptado, solo falta usted. Yo estoy enfermo, tengo amebas, parece que las tengo en el hígado, eso me dicen los médicos, y que me permitiera quedarme tranquilo en mi tierra que es Culiacán, y así poder morir aquí.

- No, yo no le voy a permitir, no soy quién para permitirle. Al contrario, como yo no tengo en el momento orden de aprehensión alguna, no lo detengo. Pero tiene que alejarse de Culiacán, y no quiero saber que usted está aquí porque lo voy a detener.

Huaracha rememoraba que entonces Avilés Pérez abrió un portafolio color café el cual estaba lleno de pacas de billetes, dólares americanos.

- Le traemos este obsequio, es sin compromiso—le dijo.

- No necesito nada, cierre su maletín, lléveselo sino en este momento lo detengo—indicó el comandante. Salieron de la habitación mientras el agente federal Moisés Calvo le decía.

- Luisón, qué fue lo que hiciste pues, esa lana

- No, yo no necesito esa lana—respondió.

Aparecieron entonces Miguel Nazar Haro y Rafael Chao López. Nazar le dijo:

- ¿Oye pero esa lana por qué la desechas? ¡Es más de un millón de dólares!

- Porque no es mía y no la acepto, que la chingada.

Pedro y su escolta

Culiacán vivía en virtual estado de sitio en los días en que el comandante Luis Huaracha López llegó a la ciudad. La presencia de soldados por la Operación Cóndor se miraba en las idas y venidas de vehículos militares en dirección hacia Badiraguato.

En aquel momento el hotel Ejecutivo estaba convertido en refugio de los agentes de la DFS y del grupo especial conocido como la Brigada Blanca, quienes hacían operativos continuos contra los integrantes de “los Enfermos”, el grupo estudiantil que devino en célula de la Liga Comunista 23 de septiembre. Fueron los meses en que varias detenciones de jóvenes y activistas se convirtieron en desapariciones forzadas al paso del tiempo.

El sello de la Brigada Blanca al mando de Miguel Nazar Haro eran los allanamientos, detenciones ilegales y torturas de activistas y guerrilleros. Acusaciones que arrastraban también contra campesinos y pobladores de la sierra los militares que participaban en la destrucción de sembradíos de droga en la llamada “Fuerza de Tarea Cóndor”.

El comandante Huaracha decía que tiempo después de su llegada el director de la Policía Judicial Federal le ordenó, por instrucciones del procurador general, enfocarse de lleno a localizar y detener a Pedro Avilés Pérez, conocido como “el León de la Sierra”.

Un día recibió informes que Avilés estaba en Culiacán con un grupo de pistoleros, lo buscaban para matarlos. Desde ese momento reforzó la seguridad de su familia y la suya.

El 15 de septiembre de 1978, aniversario del Grito de Independencia, el comandante ordenó a sus hombres poner un retén por el lado norte de la colonia Tierra Blanca. Más tarde uno de sus agentes comentó que circulaba el rumor que Pedro Avilés merodeaba por la ciudad. Huaracha ordenó mover el retén por el rumbo de la salida a Tepuche. Llegaron a una curva donde no los veían quienes vinieran del norte o del sur. Ahí colocaron los letreros de “Policía Judicial Federal”, “Deténgase”, “Revisión de Rutina”.

Inspeccionaron varios vehículos sin novedad hasta que con las primeras sombras nocturnas aparecieron tres vehículos con sus luces encendidas. Cuando vieron el retén aceleraron y empezó la balacera. Huaracha recordaba que junto a sus hombres repelieron la agresión durante algunos minutos. Hubo un momento en que el tiroteo se cerró, en uno de los vehículos viajaba Pedro Avilés.

- Recuerdo que él se bajó y nada más el cofre nos separaba a él y a mi. Me tiró una descarga con una 9mm. Y cuando puso otro cargador en su pistola lo esperé, en el momento en que se levantó le deje ir una ráfaga de “cuerno de chivo” y vi que hasta la pistola voló por los aires—decía.

Casi de inmediato un hombre tambaleante con heridas visibles se acercó con las manos hacia arriba en señal de rendición. Traía una credencial a la vista a nombre de Romárico Sariñana López.

- Me alcanzó a decir: ‘Soy de la Brigada Blanca’. Le recogí la credencial al tiempo que caía al piso ya sin vida.

La muerte de Pedro Avilés Pérez y ocho personas más no solo fue uno de los golpes más duros a las mafias del narcotráfico desde el inicio de la “Operación Cóndor”. También evidenció que uno de los jefes del narco más importantes era escoltado por agentes de la Brigada Blanca.


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Red de intereses

La escena ocurrió en la morgue de Culiacán. Huaracha recordaba que fue un momento de tensión con los de la DFS cuando llegaron a reclamar los restos de Romárico Sariñana. Iban muy alterados y molestos, dispuestos a cobrar la afrenta.

-Se van a calmar hijos de la ch…, quién les manda estar metidos en este pedo. Ordené que los desarmaran, posteriormente les regresamos sus armas pero fue un episodio muy violento que recordaré el resto de mi vida—anotaba.

A los pocos días fue llamado a la ciudad de México a reunión con el director de la Judicial Federal. El general Mendiolea le anunció que el procurador Flores Sánchez lo quería ver, cuando se reunieron le dijo que por el impacto del suceso lo tenían que cambiar. Fue removido a Torreón y tiempo después a Puerto Vallarta, un lugar que comparado a Culiacán resultaba muy apacible.

Al paso de las semanas supo que gente de la DFS andaba tras él. Solicitó un receso vacacional para tratarse viejos padecimientos en Texas. Fue informado que el procurador quería se reuniera con un grupo de políticos entre ellos un ex gobernador de Sinaloa para hablar del caso. Huaracha se negó.

En noviembre renunció a la PGR tras corroborar los intereses que afectó con la muerte de Avilés. Un viejo amigo le ofreció trabajo en áreas de seguridad en San Luis Potosí, ante el riesgo le propuso un cambio de identidad. Aceptó y así estuvo varios años. Se retiró tiempo después y murió hace pocos años en su casa, sin lujos ni ostentación, en un poblado entre Jalisco en Michoacán.

Tabla de datos

1976

En junio el gobierno federal creó la Brigada Especial, nombre oficial de la llamada “Brigada Blanca”. Era un cuerpo paramilitar formado por

48 militares

21 agentes DFS

15 policias preventivos

28 policias judiciales capitalinos y del Estado de México

11 judiciales federales

35 sin corporación

FUENTE: Revista Bajo Palabra junio 2001 No.20

PARA SABER

Operación Condor

Fue un operativo militar y de agentes federales en la zona del Triángulo Dorado que entre los años 1977 y 1983.

Participaron mil 200 soldados que establecieron sus bases en Choix, San José del Llano, Tamazula y Badiraguato.

FUENTE: El Sol de Sinaloa, 16 enero 1977.


Nota publicada en El Sol de Sinaloa

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