En un día como cualquier otro, Rosa Romano fue a recoger a su hijo a la escuela de karate ubicada en Vista Hermosa, en el municipio de Naucalpan, Estado de México.
Por alguna razón o causas del destino, su esposo David, quien siempre se quedaba en casa a esperar a que regresara junto a su pequeño, decidió acompañarla.
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"Cuando llegamos hasta el salón la clase aún no terminaba, por lo que cosa rara nos quedamos platicando al interior de la camioneta" .
De repente, de la nada, dos sujetos llegaron hasta el vehículo y sin mediar palabra abrieron de golpe las puertas y los encañonaron mientras que a gritos los bajaban del vehículo.
El padre de familia descendió de la unidad desde el lado del conductor mientras uno de los criminales seguía apuntándole con el arma, Rosa, del mismo modo, bajó del auto con el otro hombre apuntándole con el arma, al darse vuelta para tomar su bolsa, el sujeto cambió de opinión y con un empujón la volvió a meter, le dijo que se sentara mientras se metía también al auto.
"Llévate la camioneta, pero a ella déjala bajar" gritó su esposo y por puro instinto se enfrentó contra el asaltante que le quedaba más cerca, jaló al sujeto y comenzó a golpearlo con la puerta al mismo tiempo que gritaba "pégale y aviéntalo, el arma es falsa".
"Mi esposo y el sujeto comenzaron a pelearse sobre la banqueta, entonces el que me tenía encañonada corrió para ayudar a su compañero" dice Rosa que se bajó del auto y entró corriendo a la escuela gritando y pidiendo ayuda.
De repente, pensó lo peor cuando escuchó un disparo y vio el auto alejarse rápidamente; afortunadamente los ladrones dispararon al aire y se llevaron la camioneta, dejando al esposo y padre de familia tirado en el piso.
Hoy lo cuentan, la familia se encuentra bien y aunque les quitaron su vehículo no se perdió ninguna vida y todo quedó en un anécdota terrorífica.
Una más, porque hace un par de meses, ella y su esposo fueron al centro comercial Plaza Satélite al banco, al salir fueron interceptados por dos sujetos armados en moto quienes les exigían que entregaran el dinero que habían sacado.
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David les dijo que no había sacado dinero y que no tenía nada para darles, por lo que los sujetos furiosos comenzaron a amenazarlo con el arma.
"Yo levanté las manos y comencé a correr pidiendo ayuda, eso desconcentró a los asaltantes y mi esposo pudo golpear en la mano y el cuello a uno de los sujetos".
Los criminales no supieron qué hacer y se subieron a la moto para escapar del sitio a toda velocidad.