Las Vegas, en el estado de Nevada, fue fundada en 1905 como un simple lugar de paso, pero no cobraría fama mundial hasta los años 30 gracias al juego y las leyes para permitir los divorcios rápidos. Los primeros grandes hoteles y casinos aparecieron en los años 40 y desde entonces la ciudad no ha dejado de crecer.
Enclavada en el desierto de Mojave, el 90 por ciento del agua de la “ciudad del pecado” proviene del lago Mead, el embalse artificial más grande de Norteamérica creado tras la construcción de la presa Hoover, inaugurada en 1936, alimentada por el río Colorado y que suministra agua a siete estados del suroeste de Estados Unidos y parte del norte de México.
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Sin embargo, desde hace dos décadas la grave sequía que vive el oeste estadounidense amenaza el lago Mead, que provee de agua a más de 25 millones de personas. El nivel del agua de la mayor reserva de agua del país ha descendido más de 40 metros desde el año 2000.
El nivel tan bajo de agua ha hecho temer que la presa Hoover no podrá seguir produciendo energía ni distribuir agua al Mead, cuyos niveles han caído hasta 7 metros sólo en 2022, lo cual obligó al gobierno estadounidense a declarar por primera vez una histórica la escasez para el lago, mientras que las autoridades de Las Vegas han tomado medidas extremas para gestionar el líquido.
Las Vegas es el primer destino turístico del país y representa 70 por ciento de la economía de Nevada. Sus numerosas albercas y fuentes son parte de su atractivo, pero ahora también peligran por las restricciones.
Contrario a lo que se cree, los complejos hoteleros del llamado “oasis artificial” no son los que más consumen: sólo reciben el 3 por ciento del agua del lago, según el Distrito del Agua del Valle de Las Vegas.
Los grandes hoteles han implementado sistemas de reciclaje de toda el agua que se usan adentro de sus instalaciones, y las fuentes exteriores tienen sus propias formas para reciclar con plantas potabilizadoras, mientras que a los campos de golf se les proporciona cierta cantidad de agua y no deben exceder el límite.
Los propios residentes son los principales consumidores de agua, y en una metrópoli que no deja de crecer, más turistas y, por lo tanto, más empleados que llegan a vivir a la ciudad implica un aumento de la infraestructura para una cantidad de agua cada vez menor.
Desde hace algunos años, la Autoridad del Agua del Sur de Nevada detectó que 70 por ciento del agua se gastaba con fines de riego en las residencias, por lo que entre las restricciones se adoptó la erradicación del césped de los jardines y de las avenidas y el aumento de las tarifas de agua para los que consumen más.
Desde 2004, las nuevas casas no pueden tener pasto en la parte frontal y en la parte trasera sólo se les permite tener 50 por ciento.
También se volvió ilegal tener aspersores en el pavimento y se entregó a los habitantes un cronograma de riego: sólo una vez por semana en invierno y tres veces durante la primavera, mientras que en los meses más cálidos no se puede regar entre las 11 de la mañana y las 7 de la noche debido a la rápida evaporación del agua.
Y en una ciudad donde “tener una alberca es como tener un segundo auto”, las autoridades del condado Clark aprobaron este año limitar el tamaño de albercas nuevas en las casas a 56 metros cuadrados. Sin embargo, la medida no afecta a las 3 mil piscinas “comerciales” de hoteles, moteles y parques acuáticos de Las Vegas.
Las cifras del condado muestran que hay unas 200 mil albercas residenciales en el área de 2.4 millones de personas, y cada año se agregan mil 300. Son parte de la vida diaria en medio de un desierto con temperaturas habituales de 38 grados, pero que este año han llegado hasta los 43 grados.
Pero la crisis hídrica no ha dejado de crecer, por Nevada impulsó un proyecto para construir un acueducto de 400 kilómetros que lleve agua a Las Vegas desde los valles del noroeste del estado. El plan se topó con la oposición de grupos ambientalistas, que denunciaron que Las Vegas enfrenta una crisis que ha creado ella misma por su crecimiento descontrolado.
“Las Vegas es una 'zona cero' para el cambio climático", dijo a la BBC la periodista ambiental Emily Green.
“Algún día el rio Colorado acabará secándose y por eso es irresponsable permitir que la población de Las Vegas siga aumentando. A este paso la ciudad acabará desapareciendo, igual que sucedió con los pueblos indígenas que habitaron esas tierras. El concepto de Las Vegas pertenece al siglo XX", advirtió.
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Levantada en medio de la nada, como si fuera un espejismo o un oasis, Las Vegas es la ciudad más seca de Estados Unidos y, a pesar de sus programas de ahorro de agua que han merecido el elogio y atención de otras ciudades con problemas similares, su viabilidad está en grave peligro, aunque se niega a desaparecer.