/ lunes 25 de febrero de 2019

¿Quién le teme a Karl Marx? Su última morada ha sufrido explosiones, mazazos y pintas

Su última morada ha sufrido explosiones, mazazos, pintas y otras agresiones, pero nunca había sido atacada dos veces en menos de 10 días; el hecho advierte un incremento de las tensiones sociales

PARÍS. Desde que fue enterrado en su nueva tumba, en 1954, Karl Marx nunca pudo reposar en paz. En estos 65 años, su sueño eterno fue sobresaltado con frecuencia por explosiones, mazazos contra la placa de mármol, inscripciones con pintura y otras agresiones. Pero, hasta ahora, su memorial en el cementerio de Highgate, en Londres, nunca había sufrido dos ataques en apenas 10 días.

Ese fenómeno sin precedentes fue lo que ocurrió el 4 y el 15 de febrero.

El primer episodio fue descubierto el lunes 4 por Maxwell Blowfield, un empleado del Museo Británico que visitaba el cementerio con su madre. El joven, de 31 años, tuvo que frotarse dos veces los ojos para verificar que no estaba viendo visiones. La placa de mármol blanco que describe los nombres de las personas sepultadas en esa parcela de 3 por 2 metros presentaba numerosas huellas de golpes asestados con una barreta o una maza.

Once días después, otra agresión provocó daños mucho más graves sobre ese monumento que, incluyendo el busto de bronce, mide 3.70 metros. El flanco izquierdo del memorial diseñado por el escultor Lawrence Bradshaw tenía una leyenda en pintura roja que decía: “doctrine of hate" (doctrina de odio). Al frente se leía “Memorial del holocausto bolchevique- 1917 1953-66,000,000 muertos”. Esa frase había sido deliberadamente escrita para borrar el epitafio que figuraba en la parte superior del monumento, grabado en letras doradas, que reproduce la última exhortación del “Manifiesto Comunista”: “Trabajadores de todos los países uníos”.

Cualquier persona con un mínimo conocimiento de la historia podía comprender que la fecha de 1917 remitía al año de la Revolución Rusa y la de 1953 correspondía a la muerte del dictador Josef Stalin. En el costado derecho, agregaba otra acusación: “Arquitecto del genocidio -terror y opresión- crímenes de masa”.

Como había ocurrido una semana antes, también fue atacada con un objeto metálico contundente la parte más frágil del monumento: la placa con el nombre de las personas sepultadas.

Ese cuadrado de mármol blanco con inscripciones en bajo relieve -de unos 50 por 50 centímetros- es el único segmento que subsiste de la sepultura original.

Cuando murió de bronquitis y pleuresía a los 64 años, el viernes 14 de marzo de 1883, Karl Marx fue inicialmente inhumado en la misma tumba donde reposaba su esposa, Jenny von Westphalen, que había muerto 18 meses antes.

Foto: Reuters

Allí permanecieron juntos 71 años hasta que fueron desplazados unos 100 metros a otra parcela, dentro del mismo cementerio de Highgate, al lugar donde se encuentra actualmente el monumento.

La transferencia de los cuerpos se realizó en la noche del 26 al 27 de noviembre de 1954 a la parcela identificada con el número 1378872, donde se debía construir la tumba de Karl Marx.

Toda esa operación fue financiada por el Partido Comunista de Gran Bretaña que, al parecer, tenía ese proyecto desde hacía varios años, pero no había podido concretarlo por temor a provocar un ataque de celos de Stalin. La muerte del dictador soviético, ocurrida el año anterior, permitió honrar al “padre intelectual del socialismo” como los marxistas creían que se merecía.

Le leyenda dice que, conforme a las prácticas de dependencia ciega de Moscú que mantenían los partidos comunistas occidentales en la época soviética, el PC británico actuó por influencia directa de las nuevas autoridades del Kremlin, encabezadas por Nikita Khruschov.

La ubicación elegida transformó ese lugar en una suerte de “rincón marxista”. Ubicada frente al sepulcro del sociólogo Herbert Spencer, con el tiempo recibió como vecinos a algunas figuras que habían creído en su doctrina: el teórico marxista iraní Mansoor Hekmat y el espía Alexandre Litvinenko, exagente del KGB y del FSB, eliminado por los esbirros del actual presidente ruso Vladimir Putin.

Desde su inauguración, la tumba de Highgate se convirtió en poco tiempo en lugar de peregrinación para los seguidores del marxismo.

Pero también fue un objetivo predilecto de los opositores de Marx. La tumba fue vandalizada varias veces. En particular, en la década de 1970 sufrió dos ataques con bombas. Pero ese capítulo de odio parecía definitivamente terminado después de la caída del Muro de Berlín y el derrumbe del eximperio soviético.

¿Quiénes fueron, entonces, los autores de los ataques de los últimos días? En los dos casos, el administrador del cementerio, Ian Dungavell, reconoció que, por falta de medios adecuados de vigilancia, no existían pistas concretas sobre los autores de los ataques. “Es un episodio muy desconcertante”, se limitó a comentar.

La policía de ese barrio londinense del distrito de Camden, ubicado al noreste de Hampstead, está convencida de que se trata de “the usual suspects” (los sospechosos de siempre).

Esa fórmula sirve para definir un poco a todo el mundo. Pero en cada época alude a diferentes tipos de autores. Aunque nunca lograron detener y acusar concretamente a nadie, en los años 1970 los ataques eran atribuidos a los grupos que condenaban las derivas del régimen soviético. Ahora, esa definición parece aludir a los movimientos de extrema derecha anticomunistas y grupúsculos antisemitas que, como en el resto de Europa, también han comenzado a reverdecer en Gran Bretaña.

Algunos discípulos de Marx intuyen que esos atentados muestran la inquietud que sobresalta a sectores políticos por el incremento de las tensiones sociales. Ese fenómeno muestra que las pasiones que sigue despertando el hombre que más influyó en la historia en el siglo XX tal vez no se apagaron totalmente en el siglo XXI.

PARÍS. Desde que fue enterrado en su nueva tumba, en 1954, Karl Marx nunca pudo reposar en paz. En estos 65 años, su sueño eterno fue sobresaltado con frecuencia por explosiones, mazazos contra la placa de mármol, inscripciones con pintura y otras agresiones. Pero, hasta ahora, su memorial en el cementerio de Highgate, en Londres, nunca había sufrido dos ataques en apenas 10 días.

Ese fenómeno sin precedentes fue lo que ocurrió el 4 y el 15 de febrero.

El primer episodio fue descubierto el lunes 4 por Maxwell Blowfield, un empleado del Museo Británico que visitaba el cementerio con su madre. El joven, de 31 años, tuvo que frotarse dos veces los ojos para verificar que no estaba viendo visiones. La placa de mármol blanco que describe los nombres de las personas sepultadas en esa parcela de 3 por 2 metros presentaba numerosas huellas de golpes asestados con una barreta o una maza.

Once días después, otra agresión provocó daños mucho más graves sobre ese monumento que, incluyendo el busto de bronce, mide 3.70 metros. El flanco izquierdo del memorial diseñado por el escultor Lawrence Bradshaw tenía una leyenda en pintura roja que decía: “doctrine of hate" (doctrina de odio). Al frente se leía “Memorial del holocausto bolchevique- 1917 1953-66,000,000 muertos”. Esa frase había sido deliberadamente escrita para borrar el epitafio que figuraba en la parte superior del monumento, grabado en letras doradas, que reproduce la última exhortación del “Manifiesto Comunista”: “Trabajadores de todos los países uníos”.

Cualquier persona con un mínimo conocimiento de la historia podía comprender que la fecha de 1917 remitía al año de la Revolución Rusa y la de 1953 correspondía a la muerte del dictador Josef Stalin. En el costado derecho, agregaba otra acusación: “Arquitecto del genocidio -terror y opresión- crímenes de masa”.

Como había ocurrido una semana antes, también fue atacada con un objeto metálico contundente la parte más frágil del monumento: la placa con el nombre de las personas sepultadas.

Ese cuadrado de mármol blanco con inscripciones en bajo relieve -de unos 50 por 50 centímetros- es el único segmento que subsiste de la sepultura original.

Cuando murió de bronquitis y pleuresía a los 64 años, el viernes 14 de marzo de 1883, Karl Marx fue inicialmente inhumado en la misma tumba donde reposaba su esposa, Jenny von Westphalen, que había muerto 18 meses antes.

Foto: Reuters

Allí permanecieron juntos 71 años hasta que fueron desplazados unos 100 metros a otra parcela, dentro del mismo cementerio de Highgate, al lugar donde se encuentra actualmente el monumento.

La transferencia de los cuerpos se realizó en la noche del 26 al 27 de noviembre de 1954 a la parcela identificada con el número 1378872, donde se debía construir la tumba de Karl Marx.

Toda esa operación fue financiada por el Partido Comunista de Gran Bretaña que, al parecer, tenía ese proyecto desde hacía varios años, pero no había podido concretarlo por temor a provocar un ataque de celos de Stalin. La muerte del dictador soviético, ocurrida el año anterior, permitió honrar al “padre intelectual del socialismo” como los marxistas creían que se merecía.

Le leyenda dice que, conforme a las prácticas de dependencia ciega de Moscú que mantenían los partidos comunistas occidentales en la época soviética, el PC británico actuó por influencia directa de las nuevas autoridades del Kremlin, encabezadas por Nikita Khruschov.

La ubicación elegida transformó ese lugar en una suerte de “rincón marxista”. Ubicada frente al sepulcro del sociólogo Herbert Spencer, con el tiempo recibió como vecinos a algunas figuras que habían creído en su doctrina: el teórico marxista iraní Mansoor Hekmat y el espía Alexandre Litvinenko, exagente del KGB y del FSB, eliminado por los esbirros del actual presidente ruso Vladimir Putin.

Desde su inauguración, la tumba de Highgate se convirtió en poco tiempo en lugar de peregrinación para los seguidores del marxismo.

Pero también fue un objetivo predilecto de los opositores de Marx. La tumba fue vandalizada varias veces. En particular, en la década de 1970 sufrió dos ataques con bombas. Pero ese capítulo de odio parecía definitivamente terminado después de la caída del Muro de Berlín y el derrumbe del eximperio soviético.

¿Quiénes fueron, entonces, los autores de los ataques de los últimos días? En los dos casos, el administrador del cementerio, Ian Dungavell, reconoció que, por falta de medios adecuados de vigilancia, no existían pistas concretas sobre los autores de los ataques. “Es un episodio muy desconcertante”, se limitó a comentar.

La policía de ese barrio londinense del distrito de Camden, ubicado al noreste de Hampstead, está convencida de que se trata de “the usual suspects” (los sospechosos de siempre).

Esa fórmula sirve para definir un poco a todo el mundo. Pero en cada época alude a diferentes tipos de autores. Aunque nunca lograron detener y acusar concretamente a nadie, en los años 1970 los ataques eran atribuidos a los grupos que condenaban las derivas del régimen soviético. Ahora, esa definición parece aludir a los movimientos de extrema derecha anticomunistas y grupúsculos antisemitas que, como en el resto de Europa, también han comenzado a reverdecer en Gran Bretaña.

Algunos discípulos de Marx intuyen que esos atentados muestran la inquietud que sobresalta a sectores políticos por el incremento de las tensiones sociales. Ese fenómeno muestra que las pasiones que sigue despertando el hombre que más influyó en la historia en el siglo XX tal vez no se apagaron totalmente en el siglo XXI.

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