/ domingo 3 de mayo de 2020

Acordanza

Semíramis, la guerrera a la que Dante instaló en su Infierno

Uno de los mitos que más han fascinado a la literatura es el de las mujeres guerreras. Quizá sea porque en las sociedades patriarcales pensar simplemente en la existencia de mujeres que rivalizaban con el hombre en el “arte de la guerra” era ya de por sí algo inusitado que tendría que ver más con la fantasía y la ficción que con la realidad

Figuras como Artemisia (480 a.C.), la extraordinaria reina guerrera de Halicarnaso, quien luchó al lado del persa Jerjes en las guerra contra las ciudades griegas y comandó ella misma cinco naves persas, y Semíramis de Babilonia encarnan el arquetipo histórico de la reina guerrera.

Hoy me detengo en Semíramis, la reina del antiguo imperio asirio, famosa por su belleza, fuerza, sabiduría, voluptuosidad y el atractivo de su figura.

La leyenda afirma que fue ella quien ordenó la construcción de una de las siete mararavillas del mundo antiguo: los jardines colgantes de Babilonia y de muchos edificios, maravillas del mundo antiguo. Como guerrera, Semíramis conquistó Egipto, muchos pueblos asiáticos y llegó hasta Etiopía, en África. Le hizo la guerra a los Medos y a los Caldeos y sus conquistas llegaron hasta la India.

Identificada por algunos como la reina asiria Sammuramat, habría nacido en el siglo IX a. C., reinado entre 810 y 805 a. C. y muerto en el siglo VIII a. C. Según escritos griegos, fue esposa del rey Ninus, a cuya muerte tomó el poder de Asiria gobernándola por 42 años. Semíramis ha sido un personaje de muchas obras literarias y musicales: basta nombrar Las metamorfosis de Ovidio donde aparece como la gran constructora de una muralla.

En la Divina Comedia, Dante la pone como ejemplo de lujuria desenfrenada y la instala en el Infierno, y con éste baldón llega su fama hasta nuestros días; mi admirado Pedro Calderón de la Barca, con su La hija del aire (1633) hace toda una reflexión sobre el poder, la violencia de la guerra, el ejercicio del gobierno, la usurpación y los excesos de los gobernantes cuando sobreponen sus intereses y ambición a todo lo demás.

Voltaire (s. XVIII) escribió una tragedia sobre ella que luego Giacomo Rossini llevó a la ópera. Ballets, películas y música se han construido alrededor de su leyenda, según la cual, Semíramis fue hija de una diosa siria llamada Derceto, de rostro de mujer y cuerpo de pez, que la abandonó en el desierto para que pereciese. Unas palomas se ocuparon de alimentarla y un pastor llamado Simas la recogió.

Por sus acciones valerosas el rey Nino pudo tomar la ciudad de Bactres, y poco después la desposó.

Se dice que Semíramis hizo asesinar al rey. Dueña absoluta del imperio asirio, emprendió sus conquistas a través de Asia hasta el Indo. Tras un reinadoglorioso de 42 años, renunció a la corona en favor de su hijo Ninias y desapareció del mundo, siendo transportada al cielo en forma de paloma.

Semíramis, la guerrera a la que Dante instaló en su Infierno

Uno de los mitos que más han fascinado a la literatura es el de las mujeres guerreras. Quizá sea porque en las sociedades patriarcales pensar simplemente en la existencia de mujeres que rivalizaban con el hombre en el “arte de la guerra” era ya de por sí algo inusitado que tendría que ver más con la fantasía y la ficción que con la realidad

Figuras como Artemisia (480 a.C.), la extraordinaria reina guerrera de Halicarnaso, quien luchó al lado del persa Jerjes en las guerra contra las ciudades griegas y comandó ella misma cinco naves persas, y Semíramis de Babilonia encarnan el arquetipo histórico de la reina guerrera.

Hoy me detengo en Semíramis, la reina del antiguo imperio asirio, famosa por su belleza, fuerza, sabiduría, voluptuosidad y el atractivo de su figura.

La leyenda afirma que fue ella quien ordenó la construcción de una de las siete mararavillas del mundo antiguo: los jardines colgantes de Babilonia y de muchos edificios, maravillas del mundo antiguo. Como guerrera, Semíramis conquistó Egipto, muchos pueblos asiáticos y llegó hasta Etiopía, en África. Le hizo la guerra a los Medos y a los Caldeos y sus conquistas llegaron hasta la India.

Identificada por algunos como la reina asiria Sammuramat, habría nacido en el siglo IX a. C., reinado entre 810 y 805 a. C. y muerto en el siglo VIII a. C. Según escritos griegos, fue esposa del rey Ninus, a cuya muerte tomó el poder de Asiria gobernándola por 42 años. Semíramis ha sido un personaje de muchas obras literarias y musicales: basta nombrar Las metamorfosis de Ovidio donde aparece como la gran constructora de una muralla.

En la Divina Comedia, Dante la pone como ejemplo de lujuria desenfrenada y la instala en el Infierno, y con éste baldón llega su fama hasta nuestros días; mi admirado Pedro Calderón de la Barca, con su La hija del aire (1633) hace toda una reflexión sobre el poder, la violencia de la guerra, el ejercicio del gobierno, la usurpación y los excesos de los gobernantes cuando sobreponen sus intereses y ambición a todo lo demás.

Voltaire (s. XVIII) escribió una tragedia sobre ella que luego Giacomo Rossini llevó a la ópera. Ballets, películas y música se han construido alrededor de su leyenda, según la cual, Semíramis fue hija de una diosa siria llamada Derceto, de rostro de mujer y cuerpo de pez, que la abandonó en el desierto para que pereciese. Unas palomas se ocuparon de alimentarla y un pastor llamado Simas la recogió.

Por sus acciones valerosas el rey Nino pudo tomar la ciudad de Bactres, y poco después la desposó.

Se dice que Semíramis hizo asesinar al rey. Dueña absoluta del imperio asirio, emprendió sus conquistas a través de Asia hasta el Indo. Tras un reinadoglorioso de 42 años, renunció a la corona en favor de su hijo Ninias y desapareció del mundo, siendo transportada al cielo en forma de paloma.

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