/ sábado 28 de marzo de 2020

Acordanza | El romanticismo de Eduard Limonov 

Libertad, rebeldía y afirmación del Yo, fueron características de la obra del escritor ruso Eduard Lomónov, recientemente fallecido en Moscú.

Lo conocí por el magnífico retrato que le hizo el escritor francés Emmanuel Carrère en su libro Limonov...

Devoré, esa es la palabra, las cerca de 400 páginas del libro de Carrère y mientras más leía, la vida de Limónov me parecía inaudita por extravagante (el destino dio muchas volteretas a su vida: poeta underground en su natal Ucrania, en los años 60, terminó siendo un escritor que renovó la literatura rusa a partir de 1980); un poeta que comenzó como “delincuente” en su adolescencia, con su banda de granujas; de ser un rebelde del sistema de la URSS, lo que le valió destierro, terminó siendo el líder opositor de Putin, proponiendo un retorno al socialismo soviético, mezclando las doctrinas del nacional socialismo nazi con el bolchevismo... He visto sus fotos de joven punk neoyorquino y de joven anciano (acaba de morir de 77 años) rebelde del sistema... Todo un nasbol, como apodaban a los seguidores de su partido político el Nacional Bolchevique, que fue prohibido, y del partido actual que fundó y dirigió: “La otra Rusia”... Y en medio de esa rebeldía, la escritura cotidiana, la disciplina de un escritor que a pesar de su actividad de guerrillero y extremista, que le valió encarcelamientos prolongados, no dejó de practicar un solo día de su vida.

Escritura donde el héroe de sus 70 novelas y ensayos es él mismo, contando sus experiencias, ya sean en Nueva York, en París, en los Balcanes o en la propia Rusia.

Una escritura siempre en primera persona... Sus libros le allegaron millones de lectores en la Rusia Post-URSS...

En nuestro idioma pueden leer Yo soy, Edichka (1979), Historia de un servidor... Historia de un granuja; y el Libro de las aguas... En este último afirma en el Prólogo:

“He titulado todo lo reunido en este volumen El libro de las aguas. Podría haberlo titulado El libro del tiempo, porque del tiempo se trata, pero he preferido el agua. El agua lleva y se lleva todo; es imposible bañarse dos veces en las mismas aguas. El resultado ha venido a ser esta obra rara, salpicada de apuntes geográficos y de coincidencias providenciales. En una ocasión, en Venecia, en 1982, recorrí una de las orillas del Adriático en compañía de gente bastante peculiar; once años más tarde vagaría por la orilla opuesta, la del Adriático balcánico, con un fusil de asalto, formando parte de la policía militar de la República Kninska Krajina, hoy desaparecida. En verano de 1974, en compañía de unas guapas mujeres, pasé por Gagra en dirección a Gudauta, en el coche deportivo de un francés; en 1992 erraría por la playa de Gudauta, cubierta de malas hierbas, aventurero llegado allí para socorrer a la República de Abjasia... Ocurre, además, que he tratado de pescar en el océano del tiempo las cosas verdaderamente esenciales para mí; y que, releídas las cuarenta primeras páginas del manuscrito, no he podido hallar más que guerra y mujeres. Fusiles y semen en los orificios de mis hembras amadas: he ahí el modesto resumen de mi vida. En parte, todo esto se justifica por el lugar en el que escribí este libro, una prisión militar para enemigos del Estado”. El rebelde Limonov instauró en la literatura un nuevo y exacerbado romanticismo.

Libertad, rebeldía y afirmación del Yo, fueron características de la obra del escritor ruso Eduard Lomónov, recientemente fallecido en Moscú.

Lo conocí por el magnífico retrato que le hizo el escritor francés Emmanuel Carrère en su libro Limonov...

Devoré, esa es la palabra, las cerca de 400 páginas del libro de Carrère y mientras más leía, la vida de Limónov me parecía inaudita por extravagante (el destino dio muchas volteretas a su vida: poeta underground en su natal Ucrania, en los años 60, terminó siendo un escritor que renovó la literatura rusa a partir de 1980); un poeta que comenzó como “delincuente” en su adolescencia, con su banda de granujas; de ser un rebelde del sistema de la URSS, lo que le valió destierro, terminó siendo el líder opositor de Putin, proponiendo un retorno al socialismo soviético, mezclando las doctrinas del nacional socialismo nazi con el bolchevismo... He visto sus fotos de joven punk neoyorquino y de joven anciano (acaba de morir de 77 años) rebelde del sistema... Todo un nasbol, como apodaban a los seguidores de su partido político el Nacional Bolchevique, que fue prohibido, y del partido actual que fundó y dirigió: “La otra Rusia”... Y en medio de esa rebeldía, la escritura cotidiana, la disciplina de un escritor que a pesar de su actividad de guerrillero y extremista, que le valió encarcelamientos prolongados, no dejó de practicar un solo día de su vida.

Escritura donde el héroe de sus 70 novelas y ensayos es él mismo, contando sus experiencias, ya sean en Nueva York, en París, en los Balcanes o en la propia Rusia.

Una escritura siempre en primera persona... Sus libros le allegaron millones de lectores en la Rusia Post-URSS...

En nuestro idioma pueden leer Yo soy, Edichka (1979), Historia de un servidor... Historia de un granuja; y el Libro de las aguas... En este último afirma en el Prólogo:

“He titulado todo lo reunido en este volumen El libro de las aguas. Podría haberlo titulado El libro del tiempo, porque del tiempo se trata, pero he preferido el agua. El agua lleva y se lleva todo; es imposible bañarse dos veces en las mismas aguas. El resultado ha venido a ser esta obra rara, salpicada de apuntes geográficos y de coincidencias providenciales. En una ocasión, en Venecia, en 1982, recorrí una de las orillas del Adriático en compañía de gente bastante peculiar; once años más tarde vagaría por la orilla opuesta, la del Adriático balcánico, con un fusil de asalto, formando parte de la policía militar de la República Kninska Krajina, hoy desaparecida. En verano de 1974, en compañía de unas guapas mujeres, pasé por Gagra en dirección a Gudauta, en el coche deportivo de un francés; en 1992 erraría por la playa de Gudauta, cubierta de malas hierbas, aventurero llegado allí para socorrer a la República de Abjasia... Ocurre, además, que he tratado de pescar en el océano del tiempo las cosas verdaderamente esenciales para mí; y que, releídas las cuarenta primeras páginas del manuscrito, no he podido hallar más que guerra y mujeres. Fusiles y semen en los orificios de mis hembras amadas: he ahí el modesto resumen de mi vida. En parte, todo esto se justifica por el lugar en el que escribí este libro, una prisión militar para enemigos del Estado”. El rebelde Limonov instauró en la literatura un nuevo y exacerbado romanticismo.

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