/ domingo 29 de octubre de 2023

Arte y Academia | La voz: premiativo recurso, para "tararear” artes musicales

Resulta curioso, pero no lo podemos evitar. Especialmente, cuando estamos saliendo de un concierto de música clásica interpretada orquestalmente o, presentada, simplemente, de una manera divertida y a punta de guitarrazos y maracazos.

Y entonces: ¿Qué es lo primero que se nos ocurre hacer?... Pues sencillito: Ponernos a “tararear”, así, y sin más ni más, y tal y como Dios nos da a entender. Y la razón, es tan real como conmovedora. Porque nos sentimos no sólo felices y agradecidos, sino importantes.

Ya que la música, siempre, sea de una entrega o de otra, orquestada a manera de regalo completo, digno y elegante o así nada más, abierta, repentina, juguetona, y cilíndrica, rodeada por un jardín o en una oscura callecita, cuando andamos de regreso a casa y un tanto adormecidos…. será siempre así con nosotros: activa, gustosa, consentidora o tal vez triste… es así, como nos proponemos llamarla. Porque ella, la música, siempre acude a nosotros, jamás nos falla. Ya sea de una manera muy refinada y ante escenarios como los de La Casa Blanca, El Palacio de Bellas Artes o, simplemente, a nuestra muy personal manera de sentirla y expresarla en forma de espontáneo, incluyente y amoroso ruidito gutural.

Pero, expliquémoslo mejor. Hace unas horas, los escuchas fuimos obsequiados de una manera genial, y por consiguiente, muy especial. Porque ellos, los compositores, los directores, los intérpretes, los invitados especiales y, otros muchos y sumamente valiosos integrantes de las organizaciones orquestales, nos entregaron la música, que, con todo esfuerzo y disciplina, preparan diariamente para nosotros.

¡Felicidades! Porque… claro… no podemos ser, piano, cuerdas, alientos, percusiones o cualquiera otra de las sonoridades complementarias, pero sí, entusiasmo, oídos, emociones y muchísimo más que ya unidos, nos conduce a revivir hasta con un infaltable y chistoso “tarareo”, los inolvidables instantes que tuvimos el enorme privilegio de disfrutar.

Y todo ello se debió a que La Orquesta Sinfónica Nacional, presentó el domingo, 29, a las 12:15 horas, la Novena Sinfonía de Beethoven en el Palacio de Bellas Artes, habiéndose inaugurado el programa el viernes 27, en el máximo recinto cultural de México.

La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), a través de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), presentaron el citado programa. Repetimos: La novena sinfonía de Beethoven, bajo la dirección del maestro Ludwig Carrasco, nada menos que, en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes.

El programa tiene como invitada a la fagotista Wendy Holdaway, miembro de la OSN, quien interpretó Ceiba de luz y sombra, en memoria del compositor mexicano Javier Álvarez.

Wendy Holdaway, es originaria de Estados Unidos. Estudió en el New England Conservatorio, y en Boston, donde obtuvo su maestría en fagot, realizando sus estudios con becas que le fueron otorgadas por la misma institución. Desde 1982 radica en México y actualmente es fagotista principal en la agrupación musical más importante de México. En la segunda parte del concierto se presentarán el Coro de Madrigalistas y el Coro del Teatro de Bellas Artes, en colaboración con la OSN, para ofrecer al público la Sinfonía núm. 9 en Re menor, Op.125 Coral.

Históricamente hablando, la Novena sinfonía fue un encargo de la Sociedad Filarmónica de Londres. Los primeros bosquejos de la partitura datan de 1817 y los últimos toques fueron dados por Beethoven a su obra en 1824; el compositor dedicó su última sinfonía al rey Federico Guillermo III de Prusia.

El estreno de la Novena sinfonía se llevó a cabo el 7 de mayo de 1824 en Viena, y de este concierto es la famosa escena en la que Beethoven, casi completamente sordo, tuvo que ser volteado hacia el público por una de las cantantes para ver la estruendosa ovación que ya no podía oír. Es probable que la mayor sorpresa del público haya sido la de escuchar la primera sinfonía vocal que registra la historia, en esta ocasión, los solistas de esta representativa obra fueron: Lucía Salas, soprano; Frida Portillo, mezzosoprano; Álvaro Anzaldo, tenor; Jehú Sánchez, bajo, el viernes 27 de octubre, y Akemi Endo, soprano; Rosa Muñoz, mezzosoprano; Josué Hernández, tenor; y José Luis Reynoso, bajo, el domingo 29 de octubre.

Por tanto, muchas gracias, sigamos “tarareando” y para todos, un beso.

Resulta curioso, pero no lo podemos evitar. Especialmente, cuando estamos saliendo de un concierto de música clásica interpretada orquestalmente o, presentada, simplemente, de una manera divertida y a punta de guitarrazos y maracazos.

Y entonces: ¿Qué es lo primero que se nos ocurre hacer?... Pues sencillito: Ponernos a “tararear”, así, y sin más ni más, y tal y como Dios nos da a entender. Y la razón, es tan real como conmovedora. Porque nos sentimos no sólo felices y agradecidos, sino importantes.

Ya que la música, siempre, sea de una entrega o de otra, orquestada a manera de regalo completo, digno y elegante o así nada más, abierta, repentina, juguetona, y cilíndrica, rodeada por un jardín o en una oscura callecita, cuando andamos de regreso a casa y un tanto adormecidos…. será siempre así con nosotros: activa, gustosa, consentidora o tal vez triste… es así, como nos proponemos llamarla. Porque ella, la música, siempre acude a nosotros, jamás nos falla. Ya sea de una manera muy refinada y ante escenarios como los de La Casa Blanca, El Palacio de Bellas Artes o, simplemente, a nuestra muy personal manera de sentirla y expresarla en forma de espontáneo, incluyente y amoroso ruidito gutural.

Pero, expliquémoslo mejor. Hace unas horas, los escuchas fuimos obsequiados de una manera genial, y por consiguiente, muy especial. Porque ellos, los compositores, los directores, los intérpretes, los invitados especiales y, otros muchos y sumamente valiosos integrantes de las organizaciones orquestales, nos entregaron la música, que, con todo esfuerzo y disciplina, preparan diariamente para nosotros.

¡Felicidades! Porque… claro… no podemos ser, piano, cuerdas, alientos, percusiones o cualquiera otra de las sonoridades complementarias, pero sí, entusiasmo, oídos, emociones y muchísimo más que ya unidos, nos conduce a revivir hasta con un infaltable y chistoso “tarareo”, los inolvidables instantes que tuvimos el enorme privilegio de disfrutar.

Y todo ello se debió a que La Orquesta Sinfónica Nacional, presentó el domingo, 29, a las 12:15 horas, la Novena Sinfonía de Beethoven en el Palacio de Bellas Artes, habiéndose inaugurado el programa el viernes 27, en el máximo recinto cultural de México.

La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), a través de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), presentaron el citado programa. Repetimos: La novena sinfonía de Beethoven, bajo la dirección del maestro Ludwig Carrasco, nada menos que, en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes.

El programa tiene como invitada a la fagotista Wendy Holdaway, miembro de la OSN, quien interpretó Ceiba de luz y sombra, en memoria del compositor mexicano Javier Álvarez.

Wendy Holdaway, es originaria de Estados Unidos. Estudió en el New England Conservatorio, y en Boston, donde obtuvo su maestría en fagot, realizando sus estudios con becas que le fueron otorgadas por la misma institución. Desde 1982 radica en México y actualmente es fagotista principal en la agrupación musical más importante de México. En la segunda parte del concierto se presentarán el Coro de Madrigalistas y el Coro del Teatro de Bellas Artes, en colaboración con la OSN, para ofrecer al público la Sinfonía núm. 9 en Re menor, Op.125 Coral.

Históricamente hablando, la Novena sinfonía fue un encargo de la Sociedad Filarmónica de Londres. Los primeros bosquejos de la partitura datan de 1817 y los últimos toques fueron dados por Beethoven a su obra en 1824; el compositor dedicó su última sinfonía al rey Federico Guillermo III de Prusia.

El estreno de la Novena sinfonía se llevó a cabo el 7 de mayo de 1824 en Viena, y de este concierto es la famosa escena en la que Beethoven, casi completamente sordo, tuvo que ser volteado hacia el público por una de las cantantes para ver la estruendosa ovación que ya no podía oír. Es probable que la mayor sorpresa del público haya sido la de escuchar la primera sinfonía vocal que registra la historia, en esta ocasión, los solistas de esta representativa obra fueron: Lucía Salas, soprano; Frida Portillo, mezzosoprano; Álvaro Anzaldo, tenor; Jehú Sánchez, bajo, el viernes 27 de octubre, y Akemi Endo, soprano; Rosa Muñoz, mezzosoprano; Josué Hernández, tenor; y José Luis Reynoso, bajo, el domingo 29 de octubre.

Por tanto, muchas gracias, sigamos “tarareando” y para todos, un beso.