/ viernes 15 de julio de 2022

Cable Diplomático | Diplomacia en concreto  

Durante la semana se llevó a cabo la visita del Primer Mandatario mexicano al Presidente de los Estados Unidos en la ciudad de Washington, D.C. Un encuentro esperado y que generó muchas expectativas del lado mexicano sobre los resultados y compromisos compartidos que se habrían de crear y lo que habría de originarse como materia de trabajo conjunto para ambas naciones. El encuentro, como suele suceder en estos temas, fue ampliamente comentado en la prensa y la opinión pública en México, pero no tanto así en Estados Unidos. Lo anterior resulta natural al haber en la capital de los Estados Unidos una multitud de temas que se abordan diariamente.

Creo que el encuentro fue protocolariamente bueno, en el sentido que no hubo menciones negativas o adversas para ninguno de los dos lados participantes. Hubo, como suele haber, declaraciones conjuntas, fotos oficiales y algunos discursos; hubo también una serie de compromisos que se acordaron, de acuerdo con las declaraciones de prensa y comunicados oficiales. Pero creo que tenemos qué preguntarnos cuáles son los alcances reales de dichos compromisos y si en realidad serán satisfactorios y relevantes para las agendas binacionales.

Tal y como lo comentamos la semana pasada, el encuentro pareciera reflejar una realidad evidente: que ambos países y ambas delegaciones parecen hablarle más a un público interno y que la comunicación pareciera privilegiar la agenda interna en ambos lados (y para ello hay que entender cuáles son las metas y ambiciones de ambos gobiernos para entender causas y razones). En otras palabras, en términos diplomáticos públicos fue un encuentro exitoso porque no hay nada que objetar sobre los hechos. Sin embargo la pregunta fundamental es como se podría lograr que la cooperación realmente sea más efectiva y que los acuerdos logrados se llevasen a la realidad y no se queden en buenas intenciones.

¿Por qué digo lo anterior? Porque independientemente de ello y sobre todo si cada mandatario está hablándole a su público interno, en realidad hay oportunidades históricas que se deben aprovechar, especialmente a la luz de lo que habrá de suceder políticamente en el futuro en la capital estadunidense. Veámoslo de esta manera: probablemente nunca había habido un presidente mexicano con tanta fuerza interna y un presidente de Estados Unidos tan dispuesto a cooperar y conceder para lograr una cooperación bilateral mayor. La relación entre México y Estados Unidos normalmente tiene altibajos y no siempre las agendas y voluntades políticas están dispuestas a ayudar al vecino. Como hemos establecido antes, los intereses nacionales han evitado que ambas naciones alcancen y logren más.

El asunto actualmente será entonces aprovechar esta coyuntura única y traducirlo en acciones concretas que sean benéficas para los dos países. Los discursos y compromisos diplomáticos son buenos, hablan de un buen entendimiento y demás. Pero la realidad es que muchas veces eso no es suficiente para que ello se implemente, avance y se materialice en hechos concretos. Un factor para considerar será el empuje que el sector privado y la reunión de empresarios de ambos países tenga sobre sus gobiernos. Allí los intereses son diferentes, pero serán también un espejo de la realidad de forma menos maquillada.

Durante la semana se llevó a cabo la visita del Primer Mandatario mexicano al Presidente de los Estados Unidos en la ciudad de Washington, D.C. Un encuentro esperado y que generó muchas expectativas del lado mexicano sobre los resultados y compromisos compartidos que se habrían de crear y lo que habría de originarse como materia de trabajo conjunto para ambas naciones. El encuentro, como suele suceder en estos temas, fue ampliamente comentado en la prensa y la opinión pública en México, pero no tanto así en Estados Unidos. Lo anterior resulta natural al haber en la capital de los Estados Unidos una multitud de temas que se abordan diariamente.

Creo que el encuentro fue protocolariamente bueno, en el sentido que no hubo menciones negativas o adversas para ninguno de los dos lados participantes. Hubo, como suele haber, declaraciones conjuntas, fotos oficiales y algunos discursos; hubo también una serie de compromisos que se acordaron, de acuerdo con las declaraciones de prensa y comunicados oficiales. Pero creo que tenemos qué preguntarnos cuáles son los alcances reales de dichos compromisos y si en realidad serán satisfactorios y relevantes para las agendas binacionales.

Tal y como lo comentamos la semana pasada, el encuentro pareciera reflejar una realidad evidente: que ambos países y ambas delegaciones parecen hablarle más a un público interno y que la comunicación pareciera privilegiar la agenda interna en ambos lados (y para ello hay que entender cuáles son las metas y ambiciones de ambos gobiernos para entender causas y razones). En otras palabras, en términos diplomáticos públicos fue un encuentro exitoso porque no hay nada que objetar sobre los hechos. Sin embargo la pregunta fundamental es como se podría lograr que la cooperación realmente sea más efectiva y que los acuerdos logrados se llevasen a la realidad y no se queden en buenas intenciones.

¿Por qué digo lo anterior? Porque independientemente de ello y sobre todo si cada mandatario está hablándole a su público interno, en realidad hay oportunidades históricas que se deben aprovechar, especialmente a la luz de lo que habrá de suceder políticamente en el futuro en la capital estadunidense. Veámoslo de esta manera: probablemente nunca había habido un presidente mexicano con tanta fuerza interna y un presidente de Estados Unidos tan dispuesto a cooperar y conceder para lograr una cooperación bilateral mayor. La relación entre México y Estados Unidos normalmente tiene altibajos y no siempre las agendas y voluntades políticas están dispuestas a ayudar al vecino. Como hemos establecido antes, los intereses nacionales han evitado que ambas naciones alcancen y logren más.

El asunto actualmente será entonces aprovechar esta coyuntura única y traducirlo en acciones concretas que sean benéficas para los dos países. Los discursos y compromisos diplomáticos son buenos, hablan de un buen entendimiento y demás. Pero la realidad es que muchas veces eso no es suficiente para que ello se implemente, avance y se materialice en hechos concretos. Un factor para considerar será el empuje que el sector privado y la reunión de empresarios de ambos países tenga sobre sus gobiernos. Allí los intereses son diferentes, pero serán también un espejo de la realidad de forma menos maquillada.