/ viernes 8 de abril de 2022

La importancia de lo social en el estudio y la gestión de los riesgos asociados a fenómenos hidrometeorológicos y climáticos

Hugo Ignacio Rodríguez García (UACM y RedesClim)

Es común, social y académicamente aceptado pensar que la mejor manera para gestionar los riesgos asociados a los fenómenos hidrometeorológicos y climáticos es por medio del desarrollo científico y tecnológico para lograr una mayor capacidad de pronóstico y predicción de dichos fenómenos. Además, existe la creencia de que, entre mayor sea el uso de instrumentos tecnológicos en un proceso y menor sea la participación humana en estos, el “factor” (entiéndase: error) humano no será un obstáculo para el buen funcionamiento de cualquier sistema, por ejemplo, en los sistemas de alerta temprana (SAT). En ese sentido, existen casos en donde la participación de la sociedad se vuelve fundamental para el correcto funcionamiento de los SAT, como sucede en los Estados Unidos de América.

Y si bien el desarrollo del conocimiento científico sobre la naturaleza, sus procesos y manifestaciones es imprescindible para cualquier acción en materia de protección civil y gestión de riesgos, también lo es analizar y comprender los impactos sociales, ambientales, económicos, culturales y políticos que los fenómenos naturales tienen en la sociedad, y de qué manera el conjunto de personas en un territorio incide en el desarrollo de estos hechos (incluido su estudio y comprensión).

Un primer paso para ello es comprender a los riesgos y desastres como construcciones sociales:

1) Ambos procesos son construidos a partir de las relaciones y actividades sociales, económicas, culturales y políticas de la propia población y de ésta con la naturaleza, lo cual genera condiciones de vulnerabilidad en las personas, así como afectaciones en los ecosistemas.

2) Para que un desastre sea considerado como tal, la sociedad o ciertos sectores de ella necesariamente deben resultar afectados negativamente ante la ocurrencia de un fenómeno natural, socionatural o antropogénico; en este sentido, los riesgos y desastres son esencialmente sociales pese a que pueden estar mediados por la naturaleza.

Este planteamiento nos lleva a reconsiderar que la generación y magnitud de un desastre no está determinada única o principalmente por las características del fenómeno natural, sino que las condiciones sociales (generadas por las propias sociedades) determinarán si ante la ocurrencia de un fenómeno natural, las personas pueden resultar afectadas o no.

Tal afirmación se puede entender a partir de los conceptos de amenaza y vulnerabilidad.

El primero ─amenaza─ hace referencia a probabilidad de que ocurra un fenómeno natural, socio-natural o antropogénico con determinadas características que, ante las condiciones de vulnerabilidad de la población, ésta pueda resultar afectada ante dicha ocurrencia.

El segundo concepto ─vulnerabilidad─ es entendido como aquellas condiciones y características diferenciadas de la población que le imposibilitan anticipar la ocurrencia de una amenaza, sufre daños ante su ocurrencia, y se ve en dificultades para recuperarse de esa situación negativa. Como podemos darnos cuenta, la existencia de una amenaza y de la vulnerabilidad es relacional: no puede haber una sin la otra.

Es en esta interacción entre amenazas y vulnerabilidades (que incluyen a la exposición) que se genera la condición de riesgo de desastre, por lo que cualquier esfuerzo para gestionar el riesgo y prevenir los desastres o minimizar sus impactos deberá enfocarse en la comprensión, el monitoreo y la predicción de las amenazas, así como en la reducción de las condiciones de vulnerabilidad de la población.

Y esta última condición adquiere gran relevancia ya que en la medida en la que se enfoquen los esfuerzos para prevenir y mitigar las vulnerabilidades, las amenazas se convertirán en fenómenos naturales. Asimismo, es importante no olvidar que desde esta perspectiva, la comprensión, el monitoreo y la predicción de las amenazas constituyen un elemento más en la generación o erradicación de las vulnerabilidades.

Esto nos permite establecer, entonces, que si bien es de suma importancia el desarrollo de SAT para la gestión de riesgos asociada a fenómenos hidrometeorológicos y climáticos, es igual o más importante definir mecanismos, estrategias y acciones que permitan incorporar el conocimiento social en la gestión de riesgos y que posibiliten la participación activa de la sociedad en estos procesos, con el objetivo de eliminar las causas subyacentes que generan los riesgos, más allá de solo establecer sistemas tecnológicos y organizacionales que permitan preparar y responder adecuadamente ante la ocurrencia de una amenaza.

En este tenor, también es relevante la consideración de la intervención gubernamental y los factores económicos en la generación y manejo de los riesgos, ya que depende de los primeros que se le otorgue la importancia debida al problema de la construcción social del riesgo de desastres y su adecuada gestión.

Por todo lo anterior, el concepto de vulnerabilidad se vuelve fundamental y sumamente importante para una adecuada comprensión y gestión de los riesgos: en la medida en la que los entendamos en su compleja conformación social, se estará en posibilidades de actuar intersectorialmente para disminuir las vulnerabilidades, a la vez que se transformarán las amenazas en fenómenos naturales, socio-naturales y antropogénicos. Es decir, ya no representarán una amenaza, a la vez que la vulnerabilidad será menor. En otras palabras, se gestionará favorablemente el riesgo.

Es en este contexto que la Red de Desastres Asociados a Fenómenos Hidrometeorológicos y Climáticos (RedesClim-Conacyt) constituye un importante esfuerzo en esta dirección, al crear un espacio de diálogo y colaboración entre los sectores académicos, gubernamentales y civiles interesados en el estudio y manejo de este tipo de riesgos, con un abordaje inter y transdisciplinario que permita comprender y e incidir en los riesgos en sus diversas dimensiones.

No olvidemos que, al final de cuentas, la participación de la población y la incorporación del conocimiento social en la gestión del riesgo asociado a fenómenos hidrometeorológicos o climáticos determinará el éxito o fracaso de todo esfuerzo académico, gubernamental y civil para prevenir desastres.

Autor

El doctor Hugo Ignacio Rodríguez García es Profesor-Investigador de Tiempo Completo en la Licenciatura en Protección Civil y Gestión de Riesgos de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM); pertence al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y es miembro activo de la Red de Desastres Asociados a Fenómenos Hidroeteorológicos y Cliáticos (RedesClim). Correos de contacto: hugo.rodriguez@uacm.edu.mx; hrodriguez382@uacm.edu.mx.

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Hugo Ignacio Rodríguez García (UACM y RedesClim)

Es común, social y académicamente aceptado pensar que la mejor manera para gestionar los riesgos asociados a los fenómenos hidrometeorológicos y climáticos es por medio del desarrollo científico y tecnológico para lograr una mayor capacidad de pronóstico y predicción de dichos fenómenos. Además, existe la creencia de que, entre mayor sea el uso de instrumentos tecnológicos en un proceso y menor sea la participación humana en estos, el “factor” (entiéndase: error) humano no será un obstáculo para el buen funcionamiento de cualquier sistema, por ejemplo, en los sistemas de alerta temprana (SAT). En ese sentido, existen casos en donde la participación de la sociedad se vuelve fundamental para el correcto funcionamiento de los SAT, como sucede en los Estados Unidos de América.

Y si bien el desarrollo del conocimiento científico sobre la naturaleza, sus procesos y manifestaciones es imprescindible para cualquier acción en materia de protección civil y gestión de riesgos, también lo es analizar y comprender los impactos sociales, ambientales, económicos, culturales y políticos que los fenómenos naturales tienen en la sociedad, y de qué manera el conjunto de personas en un territorio incide en el desarrollo de estos hechos (incluido su estudio y comprensión).

Un primer paso para ello es comprender a los riesgos y desastres como construcciones sociales:

1) Ambos procesos son construidos a partir de las relaciones y actividades sociales, económicas, culturales y políticas de la propia población y de ésta con la naturaleza, lo cual genera condiciones de vulnerabilidad en las personas, así como afectaciones en los ecosistemas.

2) Para que un desastre sea considerado como tal, la sociedad o ciertos sectores de ella necesariamente deben resultar afectados negativamente ante la ocurrencia de un fenómeno natural, socionatural o antropogénico; en este sentido, los riesgos y desastres son esencialmente sociales pese a que pueden estar mediados por la naturaleza.

Este planteamiento nos lleva a reconsiderar que la generación y magnitud de un desastre no está determinada única o principalmente por las características del fenómeno natural, sino que las condiciones sociales (generadas por las propias sociedades) determinarán si ante la ocurrencia de un fenómeno natural, las personas pueden resultar afectadas o no.

Tal afirmación se puede entender a partir de los conceptos de amenaza y vulnerabilidad.

El primero ─amenaza─ hace referencia a probabilidad de que ocurra un fenómeno natural, socio-natural o antropogénico con determinadas características que, ante las condiciones de vulnerabilidad de la población, ésta pueda resultar afectada ante dicha ocurrencia.

El segundo concepto ─vulnerabilidad─ es entendido como aquellas condiciones y características diferenciadas de la población que le imposibilitan anticipar la ocurrencia de una amenaza, sufre daños ante su ocurrencia, y se ve en dificultades para recuperarse de esa situación negativa. Como podemos darnos cuenta, la existencia de una amenaza y de la vulnerabilidad es relacional: no puede haber una sin la otra.

Es en esta interacción entre amenazas y vulnerabilidades (que incluyen a la exposición) que se genera la condición de riesgo de desastre, por lo que cualquier esfuerzo para gestionar el riesgo y prevenir los desastres o minimizar sus impactos deberá enfocarse en la comprensión, el monitoreo y la predicción de las amenazas, así como en la reducción de las condiciones de vulnerabilidad de la población.

Y esta última condición adquiere gran relevancia ya que en la medida en la que se enfoquen los esfuerzos para prevenir y mitigar las vulnerabilidades, las amenazas se convertirán en fenómenos naturales. Asimismo, es importante no olvidar que desde esta perspectiva, la comprensión, el monitoreo y la predicción de las amenazas constituyen un elemento más en la generación o erradicación de las vulnerabilidades.

Esto nos permite establecer, entonces, que si bien es de suma importancia el desarrollo de SAT para la gestión de riesgos asociada a fenómenos hidrometeorológicos y climáticos, es igual o más importante definir mecanismos, estrategias y acciones que permitan incorporar el conocimiento social en la gestión de riesgos y que posibiliten la participación activa de la sociedad en estos procesos, con el objetivo de eliminar las causas subyacentes que generan los riesgos, más allá de solo establecer sistemas tecnológicos y organizacionales que permitan preparar y responder adecuadamente ante la ocurrencia de una amenaza.

En este tenor, también es relevante la consideración de la intervención gubernamental y los factores económicos en la generación y manejo de los riesgos, ya que depende de los primeros que se le otorgue la importancia debida al problema de la construcción social del riesgo de desastres y su adecuada gestión.

Por todo lo anterior, el concepto de vulnerabilidad se vuelve fundamental y sumamente importante para una adecuada comprensión y gestión de los riesgos: en la medida en la que los entendamos en su compleja conformación social, se estará en posibilidades de actuar intersectorialmente para disminuir las vulnerabilidades, a la vez que se transformarán las amenazas en fenómenos naturales, socio-naturales y antropogénicos. Es decir, ya no representarán una amenaza, a la vez que la vulnerabilidad será menor. En otras palabras, se gestionará favorablemente el riesgo.

Es en este contexto que la Red de Desastres Asociados a Fenómenos Hidrometeorológicos y Climáticos (RedesClim-Conacyt) constituye un importante esfuerzo en esta dirección, al crear un espacio de diálogo y colaboración entre los sectores académicos, gubernamentales y civiles interesados en el estudio y manejo de este tipo de riesgos, con un abordaje inter y transdisciplinario que permita comprender y e incidir en los riesgos en sus diversas dimensiones.

No olvidemos que, al final de cuentas, la participación de la población y la incorporación del conocimiento social en la gestión del riesgo asociado a fenómenos hidrometeorológicos o climáticos determinará el éxito o fracaso de todo esfuerzo académico, gubernamental y civil para prevenir desastres.

Autor

El doctor Hugo Ignacio Rodríguez García es Profesor-Investigador de Tiempo Completo en la Licenciatura en Protección Civil y Gestión de Riesgos de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM); pertence al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y es miembro activo de la Red de Desastres Asociados a Fenómenos Hidroeteorológicos y Cliáticos (RedesClim). Correos de contacto: hugo.rodriguez@uacm.edu.mx; hrodriguez382@uacm.edu.mx.

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