/ sábado 16 de julio de 2022

Cuchillito de palo| La corcholata bollada

Por más que la apoya, su corcholata favorita no repunta. Me refiero a AMLO y la favorita de su corazón, Claudia Sheinbaum. El tlatoani la colocó a la cabeza de la lista sucesoria y hace hasta lo imposible, por colarla al paraíso de los dioses del Olimpo. Lo que poco ve, en su enorme miopía, es la falta de carisma de la dama que desgobierna a la Ciudad de México.

Son innegables sus cualidades: es una mujer preparada e inteligente, mucho más que su idolatrado gurú, aunque le pueden más sus defectos que sus virtudes, para ocupar un cargo de semejante altura.

Lo primero que habría que echarle en cara es su falta de empatía con las víctimas, que en buena medida son de su responsabilidad. Los 19 pequeños y 7 adultos que perdieron la vida en el colegio Rébsamen -cuando el terremoto del 19 de septiembre del 2017-, cuyas instalaciones quedaban bajo la supervisión de la Delegación Tlalpan, que entonces presidía. Se hizo hasta lo indecible porque el drama fuera a dar al baúl de los olvidos, lo antes posible y jamás se le vio pedir el perdón de los desolados padres, como si el permiso de ampliación de construcción, que otorgó la mentada demarcación, lo hubiera autorizado juan lanas.

Hace apenas poco más de un año, la catástrofe de la Línea 12, con el consabido número de muertos, heridos y afectados emocionalmente, por el horror que vivieron. Que se caiga el metro, como lo vimos todos, es algo inaudito y nunca visto en ningún otro enclave del planeta. Aquí pasó, sin que, a la fecha, haya un culpable entre las rejas, gracias a los desfiguros de la damisela de Marras que, cuando la empresa investigadora señaló que había habido fallas en el mantenimiento – atribuibles a su administración-, los corrió con cajas destempladas, se negó a pagarles el estudio y le echó tierra, como si jamás hubiera sucedido. A quien era la directora del metro, la inconcebible Florencia Serranía, la cubrió con el manto de la impunidad y la esfumaron del paisaje político.

El par de “incidentes” -que así calificaron algunos sociópatas-, serían suficientes para que jamás hubiera ocupado el cargo de jefa de gobierno y ahora se le catalogara como precandidata presidencial. Hay situaciones en el camino de los políticos profesionales, que en un tris liquidan sus carreras y las de la incumbencia de Sheinbaum son emblemáticas.

Amén de las dos tragedias su administración ha tenido graves fallas y, sobre todo, su personalidad mimética de la del tabasqueño, provoca el rechazo de un sector importante.

Hasta ahora, solo se le veía un rictus amargo y prepotente, en la cara. De pronto todo se ha vuelto sonrisas y populismo, como el de irse a bailar con el pueblo, cuando siempre estuvo a kilómetros de distancia. Le cambiaron la apariencia, la visten más presentable y la maquillan. Acelera su campaña, en vista de la dura competencia.

Entre otras de sus recientes “gracejadas”, además de repetir como un loro las estulticias que salen de la boca de AMLO, fue el presentarse con una falda en la que traía estampada a la Virgen de Guadalupe. Quede claro que los católicos estamos hartos de que se use a la que consideramos nuestra madre, al gusto y utilitarismo de estos grillos de undécima. La señora se ha confesado judía -lo cual es respetabilísimo-, por lo que debería tener la delicadeza de no aprovecharse de símbolos que le son ajenos.

Por más que haga el tlatoani palaciego, su corcholata se siente abollada.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

Por más que la apoya, su corcholata favorita no repunta. Me refiero a AMLO y la favorita de su corazón, Claudia Sheinbaum. El tlatoani la colocó a la cabeza de la lista sucesoria y hace hasta lo imposible, por colarla al paraíso de los dioses del Olimpo. Lo que poco ve, en su enorme miopía, es la falta de carisma de la dama que desgobierna a la Ciudad de México.

Son innegables sus cualidades: es una mujer preparada e inteligente, mucho más que su idolatrado gurú, aunque le pueden más sus defectos que sus virtudes, para ocupar un cargo de semejante altura.

Lo primero que habría que echarle en cara es su falta de empatía con las víctimas, que en buena medida son de su responsabilidad. Los 19 pequeños y 7 adultos que perdieron la vida en el colegio Rébsamen -cuando el terremoto del 19 de septiembre del 2017-, cuyas instalaciones quedaban bajo la supervisión de la Delegación Tlalpan, que entonces presidía. Se hizo hasta lo indecible porque el drama fuera a dar al baúl de los olvidos, lo antes posible y jamás se le vio pedir el perdón de los desolados padres, como si el permiso de ampliación de construcción, que otorgó la mentada demarcación, lo hubiera autorizado juan lanas.

Hace apenas poco más de un año, la catástrofe de la Línea 12, con el consabido número de muertos, heridos y afectados emocionalmente, por el horror que vivieron. Que se caiga el metro, como lo vimos todos, es algo inaudito y nunca visto en ningún otro enclave del planeta. Aquí pasó, sin que, a la fecha, haya un culpable entre las rejas, gracias a los desfiguros de la damisela de Marras que, cuando la empresa investigadora señaló que había habido fallas en el mantenimiento – atribuibles a su administración-, los corrió con cajas destempladas, se negó a pagarles el estudio y le echó tierra, como si jamás hubiera sucedido. A quien era la directora del metro, la inconcebible Florencia Serranía, la cubrió con el manto de la impunidad y la esfumaron del paisaje político.

El par de “incidentes” -que así calificaron algunos sociópatas-, serían suficientes para que jamás hubiera ocupado el cargo de jefa de gobierno y ahora se le catalogara como precandidata presidencial. Hay situaciones en el camino de los políticos profesionales, que en un tris liquidan sus carreras y las de la incumbencia de Sheinbaum son emblemáticas.

Amén de las dos tragedias su administración ha tenido graves fallas y, sobre todo, su personalidad mimética de la del tabasqueño, provoca el rechazo de un sector importante.

Hasta ahora, solo se le veía un rictus amargo y prepotente, en la cara. De pronto todo se ha vuelto sonrisas y populismo, como el de irse a bailar con el pueblo, cuando siempre estuvo a kilómetros de distancia. Le cambiaron la apariencia, la visten más presentable y la maquillan. Acelera su campaña, en vista de la dura competencia.

Entre otras de sus recientes “gracejadas”, además de repetir como un loro las estulticias que salen de la boca de AMLO, fue el presentarse con una falda en la que traía estampada a la Virgen de Guadalupe. Quede claro que los católicos estamos hartos de que se use a la que consideramos nuestra madre, al gusto y utilitarismo de estos grillos de undécima. La señora se ha confesado judía -lo cual es respetabilísimo-, por lo que debería tener la delicadeza de no aprovecharse de símbolos que le son ajenos.

Por más que haga el tlatoani palaciego, su corcholata se siente abollada.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq