/ miércoles 17 de noviembre de 2021

Cuchillito de palo | Seguros: A reventar al cliente

Cada día cuestan más caros y dan peor servicio. Los seguros médicos se han convertido en un serio dolor de cabeza, para quienes no tienen más remedio que usarlos. AMLO destruyó el sistema de salud pública -que bien que mal sacaba de apuros- y ahora, desmantelado, no hay más salida que acudir a una institución privada.

Los hospitales particulares alcanzan precios inconcebibles. Copian los costos yanquis, estratosféricos e inalcanzables para un azteca común y corriente. En la brutal deshumanización de la medicina, cualquier urgencia sale a precio de oro y, el afectado se expone a endeudarse de por vida.

Tener un seguro es indispensable. Si hay una urgencia médica solo con la ayuda del pago del seguro, se puede salir adelante. Cubrirle la consulta a cualquier galeno, también representa un desembolso bárbaro, máxime para las empobrecidas carteras de hoy en día, a causa de la crisis económica -atribuible o no, a la pandemia y diría yo, más a las burradas de un tlatoani que está empeñado en volvernos pobres a todos los mexicanos-.

A pesar del costo espeluznante, se saca dinero de donde se puede, para cubrir la póliza salvadora. Si eres añoso, el costo se multiplica hasta volverse inalcanzable.

¿Y qué sucede, una vez curado que tienes que cubrir la factura? Previamente tendrás que enviar a la institución “que te protege”, cartas de solicitud “variadas”. Que si la forma uno, que si la dos, que si la primera que enviaste no era válida, porque faltaba todo un choro a cargo del doctor. Peripecia y media para llenar los renglones informativos para el mentado “benefactor”.

Te dan el alta y tu familiar corre a la caja con el papel, para que se realicen los trámites y pagues la parte que te corresponde.

Empiezan a correr las horas: una, dos, tres, te desesperas y llamas y llamas a atención a clientes, a caja, a ver si el seguro ya liberó las cartas que tiene que enviarle al hospital.

Exasperado, hablas a la compañía: te mienten con todos los dientes y te dicen que, en media hora máximo estará resuelto. Así transcurren de seis a ocho horas para que puedas pagar.

Falta la segunda parte: te cobran un estudio, que costó la friolera de 10 mil pesos y que ¡a ti no te hicieron! Estás tan harto que sacas la tarjeta y pagas el total.

Me lo comentaba un amigo agente de seguros. Lo hacen adrede para que enloquezcas, cubras la cuenta y pidas reembolso. Sabemos lo que pasará. Te cubrirán menos de la mitad del gasto y se quedarán tan frescos.

Solicitar reembolso, para que te devuelvan los pagos que hiciste al cirujano, su asistente y la anestesia -que si no utilizas un médico de los autorizados tiene que ser por este método- es otro calvario y te devuelven menos de la mitad de lo que cubriste.

Pagas tu póliza durante años, sin tener que usarla. Cuando llega el momento todo son trabas e intentos por escatimarte lo que te corresponde, en relación a lo mucho que has invertido.

Bancos y seguros hacen en este país, lo que se les viene en gana, sin posibilidad de defensa frente a los poderosos. La ley los favorece y pelearte con ellos representa un gasto considerable -tienes que invertir en un abogado-, además de que, difícilmente vas a ganar el pleito que dura años.

Esto sí es producto del neoliberalismo cruel, que tiene en la indefensión a quienes tienen que acudir a instituciones privadas, para resolver problemas de salud. Pero esto, al tabasqueño, le sale sobrando.

Cada día cuestan más caros y dan peor servicio. Los seguros médicos se han convertido en un serio dolor de cabeza, para quienes no tienen más remedio que usarlos. AMLO destruyó el sistema de salud pública -que bien que mal sacaba de apuros- y ahora, desmantelado, no hay más salida que acudir a una institución privada.

Los hospitales particulares alcanzan precios inconcebibles. Copian los costos yanquis, estratosféricos e inalcanzables para un azteca común y corriente. En la brutal deshumanización de la medicina, cualquier urgencia sale a precio de oro y, el afectado se expone a endeudarse de por vida.

Tener un seguro es indispensable. Si hay una urgencia médica solo con la ayuda del pago del seguro, se puede salir adelante. Cubrirle la consulta a cualquier galeno, también representa un desembolso bárbaro, máxime para las empobrecidas carteras de hoy en día, a causa de la crisis económica -atribuible o no, a la pandemia y diría yo, más a las burradas de un tlatoani que está empeñado en volvernos pobres a todos los mexicanos-.

A pesar del costo espeluznante, se saca dinero de donde se puede, para cubrir la póliza salvadora. Si eres añoso, el costo se multiplica hasta volverse inalcanzable.

¿Y qué sucede, una vez curado que tienes que cubrir la factura? Previamente tendrás que enviar a la institución “que te protege”, cartas de solicitud “variadas”. Que si la forma uno, que si la dos, que si la primera que enviaste no era válida, porque faltaba todo un choro a cargo del doctor. Peripecia y media para llenar los renglones informativos para el mentado “benefactor”.

Te dan el alta y tu familiar corre a la caja con el papel, para que se realicen los trámites y pagues la parte que te corresponde.

Empiezan a correr las horas: una, dos, tres, te desesperas y llamas y llamas a atención a clientes, a caja, a ver si el seguro ya liberó las cartas que tiene que enviarle al hospital.

Exasperado, hablas a la compañía: te mienten con todos los dientes y te dicen que, en media hora máximo estará resuelto. Así transcurren de seis a ocho horas para que puedas pagar.

Falta la segunda parte: te cobran un estudio, que costó la friolera de 10 mil pesos y que ¡a ti no te hicieron! Estás tan harto que sacas la tarjeta y pagas el total.

Me lo comentaba un amigo agente de seguros. Lo hacen adrede para que enloquezcas, cubras la cuenta y pidas reembolso. Sabemos lo que pasará. Te cubrirán menos de la mitad del gasto y se quedarán tan frescos.

Solicitar reembolso, para que te devuelvan los pagos que hiciste al cirujano, su asistente y la anestesia -que si no utilizas un médico de los autorizados tiene que ser por este método- es otro calvario y te devuelven menos de la mitad de lo que cubriste.

Pagas tu póliza durante años, sin tener que usarla. Cuando llega el momento todo son trabas e intentos por escatimarte lo que te corresponde, en relación a lo mucho que has invertido.

Bancos y seguros hacen en este país, lo que se les viene en gana, sin posibilidad de defensa frente a los poderosos. La ley los favorece y pelearte con ellos representa un gasto considerable -tienes que invertir en un abogado-, además de que, difícilmente vas a ganar el pleito que dura años.

Esto sí es producto del neoliberalismo cruel, que tiene en la indefensión a quienes tienen que acudir a instituciones privadas, para resolver problemas de salud. Pero esto, al tabasqueño, le sale sobrando.