/ sábado 18 de noviembre de 2023

De la pluma de Miguel Reyes Razo | Díaz Serrano bajo acoso

Por Miguel Reyes Razo

En la calle Lafragua, sede de la Comisión Permanente la Comisión Instructora de la Cámara de Diputados, escudriñaba, vida y obra del ingeniero Jorge Díaz Serrano. Poderosa lupa sobre sus días en la Dirección General de Petróleos Mexicanos. ¿Despilfarró dineros públicos? ¿ Los manejó a capricho? ¿Usó el cargo para enriquecerse? ¿Violentó normas de la Secretaría de Hacienda? ¿Fue irresponsable y autoritario en esa función?

Desde Tezonco 180, -Lomas de Chapultepec- su domicilio, el senador sonorense -recién llegado al cargo- se traladaba a ese edificio en la Plaza del Monumento a la Revolución.

Diputados lo interrogaban. Severos e implacables, lo presionaban. Fuerza que le hacían sentir al rodear su casa con polícias mal disfrazados de paisanos. La catadura de esos individuos los tornaba inconfundibles. Y si acaso la juzgaran insuficiente le instruían:

"Si decide salir de su casa, ingeniero, avise con tres horas de anticipación. Tiempo que nos permitirá organizar el convoy que lo acompañará.

"No olvide especificar dirección a dónde se dirige.

"Notifique quién o quiénes lo acompañarán. Proporcione los nombres de personas a las que vistará.

"Si dispone ir a restaurante y comer ahí, deberá pagar alimentos en ese mismo lugar a cuatro personas que lo vigilarán.

Asfixiaban al senador Jorge Díaz Serrano.

"Lo invito a comer, Reyes Razo. -me comunicó. Es un restaurante en la avenida Palmas. Si quiere venir a la casa nos iremos juntos. Como quiera. Al cuarto para las tres, ¿le conviene?

Aquel lujoso restaurante estaba de moda. Un señor apellidado Lorden era su propietario. Famoso su postre "cerezas al coñac".

"Aquí en su mesa -alardeaba Lorden- las inyectamos con gran delicadeza y Cognac XO.

"¿Las prefiere flameadas?

Lorden era, según el tenaz reportero -formado en la fuente policiaca- don Manuel Buendía Téllez-Girón, el Jefe de la estación de la CIA en Méxco.

"Lorden y sus agentes proceden aquí como si fueran James Bond. Actuan -publicó en su Red Privada- "con licencia para matar". Violan las leyes mexicanas. Se entrometen en asuntos de relevancia nacional. Espían...

Así alertaba el famoso -inolvidable maestro- reportero.

Fue Lorden quien nos recibió. Entramos el ingeniero Díaz Serrano y yo. El licenciado Enrique Mendoza Morales se retrasó dos pasos. Saludó a la artista Adriana Roel. Lorden nos entregó un saloncito privado. Apenas nos sentábamos entró un individuo con una monstruosa aspiradora.

Con bufidos y empujones buscó donde conectarla. Lo hizo y se produjo un ruido infernal. Rugía el motor del aparato aquel. Díaz Serrano controló su enfado y al tiempo que tomó una cucharilla cafetera le pidió:

"Salte por favor, hijo...

No chistó aquel hombre. Lió cables, jaló la aspiradora y se marchó.

Comprobaba así que el pequeño salón no tenía salidas ocultas o mal disimuladas. El personaje no escaparía. Con sus colegas persecutores comió frente a la puerta del pequeño comedor. Díaz Serrano pagaría sus consumos.

"¿Cómo está usted, ingeniero?- le pregunté para iniciar la conversación.

Sin soltar la cucharilla -tea spoon- jugueteando con ella, dándole vueltas, mirándola me respondió:

"Estoy tranquilo...Pero no muy tranquilo...

"Es que la Comisión Instructora no parece trabajar en la ruta de la verdad. Ofrece excusas. Desecha mis argumentos. Ignora el paradero de personas que deben ser llamadas a comparecer. Argumentan que uno de los individuos que señalé, que resulta clave en este juicio, ahora vive en la República de Chile.

"¿Y qué tiene que ver eso, ingeniero?- me interesé.

"Pues que dado que las relaciones de México con esa nación cesaron por el golpe de estado de Pinochet, no es muy fácil indagar por esa persona. Que las dificultades son insalvables.

"Veo algo de mala intención en todo esto. Es vital que dos individuos sean traídos para corroborar mis dichos. De otra manera… Oiga -cortó inopinadamente- ¿qué va a tomar como aperitivo?

"Primero usted, ingeniero.

"Yo no bebo ni una gota de alcohol. Lo tengo totalmente prohibido. Ni en platillos que tengan entre sus ingredientes vino. Nada. Ni en esas "cerezas al licor". Nada. Creo que ya le platiqué -remachó -que soy miembros de un Grupo de Alcohólicos Anónimos. Uno muy exclusivo que -por cierto- en estos días procura darme apoyo, estimular mi ánimo. Casi me ruegan : "No vayas a recaer, Jorge". Son muy solidarios. Los "Doble A" nos fortalecemos...

Tenía razon el Ingeniero Jorge Díaz Serrano. Ya en nuestro primer encuentro sobre la mesa que adornaba una bella pieza de cristal que le obsequió Gromyko, el canciller ruso, había respondido a mi primera pregunta:

"No huiré. Ni me suicidaré. Soy alcohólico y por ello estuve a punto de perder la vida...

Era cierto. Así lo había escrito yo en Excélsior unas semanas atrás...

Por Miguel Reyes Razo

En la calle Lafragua, sede de la Comisión Permanente la Comisión Instructora de la Cámara de Diputados, escudriñaba, vida y obra del ingeniero Jorge Díaz Serrano. Poderosa lupa sobre sus días en la Dirección General de Petróleos Mexicanos. ¿Despilfarró dineros públicos? ¿ Los manejó a capricho? ¿Usó el cargo para enriquecerse? ¿Violentó normas de la Secretaría de Hacienda? ¿Fue irresponsable y autoritario en esa función?

Desde Tezonco 180, -Lomas de Chapultepec- su domicilio, el senador sonorense -recién llegado al cargo- se traladaba a ese edificio en la Plaza del Monumento a la Revolución.

Diputados lo interrogaban. Severos e implacables, lo presionaban. Fuerza que le hacían sentir al rodear su casa con polícias mal disfrazados de paisanos. La catadura de esos individuos los tornaba inconfundibles. Y si acaso la juzgaran insuficiente le instruían:

"Si decide salir de su casa, ingeniero, avise con tres horas de anticipación. Tiempo que nos permitirá organizar el convoy que lo acompañará.

"No olvide especificar dirección a dónde se dirige.

"Notifique quién o quiénes lo acompañarán. Proporcione los nombres de personas a las que vistará.

"Si dispone ir a restaurante y comer ahí, deberá pagar alimentos en ese mismo lugar a cuatro personas que lo vigilarán.

Asfixiaban al senador Jorge Díaz Serrano.

"Lo invito a comer, Reyes Razo. -me comunicó. Es un restaurante en la avenida Palmas. Si quiere venir a la casa nos iremos juntos. Como quiera. Al cuarto para las tres, ¿le conviene?

Aquel lujoso restaurante estaba de moda. Un señor apellidado Lorden era su propietario. Famoso su postre "cerezas al coñac".

"Aquí en su mesa -alardeaba Lorden- las inyectamos con gran delicadeza y Cognac XO.

"¿Las prefiere flameadas?

Lorden era, según el tenaz reportero -formado en la fuente policiaca- don Manuel Buendía Téllez-Girón, el Jefe de la estación de la CIA en Méxco.

"Lorden y sus agentes proceden aquí como si fueran James Bond. Actuan -publicó en su Red Privada- "con licencia para matar". Violan las leyes mexicanas. Se entrometen en asuntos de relevancia nacional. Espían...

Así alertaba el famoso -inolvidable maestro- reportero.

Fue Lorden quien nos recibió. Entramos el ingeniero Díaz Serrano y yo. El licenciado Enrique Mendoza Morales se retrasó dos pasos. Saludó a la artista Adriana Roel. Lorden nos entregó un saloncito privado. Apenas nos sentábamos entró un individuo con una monstruosa aspiradora.

Con bufidos y empujones buscó donde conectarla. Lo hizo y se produjo un ruido infernal. Rugía el motor del aparato aquel. Díaz Serrano controló su enfado y al tiempo que tomó una cucharilla cafetera le pidió:

"Salte por favor, hijo...

No chistó aquel hombre. Lió cables, jaló la aspiradora y se marchó.

Comprobaba así que el pequeño salón no tenía salidas ocultas o mal disimuladas. El personaje no escaparía. Con sus colegas persecutores comió frente a la puerta del pequeño comedor. Díaz Serrano pagaría sus consumos.

"¿Cómo está usted, ingeniero?- le pregunté para iniciar la conversación.

Sin soltar la cucharilla -tea spoon- jugueteando con ella, dándole vueltas, mirándola me respondió:

"Estoy tranquilo...Pero no muy tranquilo...

"Es que la Comisión Instructora no parece trabajar en la ruta de la verdad. Ofrece excusas. Desecha mis argumentos. Ignora el paradero de personas que deben ser llamadas a comparecer. Argumentan que uno de los individuos que señalé, que resulta clave en este juicio, ahora vive en la República de Chile.

"¿Y qué tiene que ver eso, ingeniero?- me interesé.

"Pues que dado que las relaciones de México con esa nación cesaron por el golpe de estado de Pinochet, no es muy fácil indagar por esa persona. Que las dificultades son insalvables.

"Veo algo de mala intención en todo esto. Es vital que dos individuos sean traídos para corroborar mis dichos. De otra manera… Oiga -cortó inopinadamente- ¿qué va a tomar como aperitivo?

"Primero usted, ingeniero.

"Yo no bebo ni una gota de alcohol. Lo tengo totalmente prohibido. Ni en platillos que tengan entre sus ingredientes vino. Nada. Ni en esas "cerezas al licor". Nada. Creo que ya le platiqué -remachó -que soy miembros de un Grupo de Alcohólicos Anónimos. Uno muy exclusivo que -por cierto- en estos días procura darme apoyo, estimular mi ánimo. Casi me ruegan : "No vayas a recaer, Jorge". Son muy solidarios. Los "Doble A" nos fortalecemos...

Tenía razon el Ingeniero Jorge Díaz Serrano. Ya en nuestro primer encuentro sobre la mesa que adornaba una bella pieza de cristal que le obsequió Gromyko, el canciller ruso, había respondido a mi primera pregunta:

"No huiré. Ni me suicidaré. Soy alcohólico y por ello estuve a punto de perder la vida...

Era cierto. Así lo había escrito yo en Excélsior unas semanas atrás...