/ miércoles 10 de enero de 2018

De ninis a ninis

En la realidad de México existen por lo menos dos tipos representativos del fenómeno de jóvenes que no estudian ni trabajan, los llamados ninis. Los más por  la falta de oportunidades e incentivos, los menos por esa abulia que los lleva a la desesperanza sobre su futuro. El impulso a la educación, una educación de calidad que abra a la juventud un porvenir cierto es el planteamiento general de la propuesta del precandidato del PRI, el Verde Ecologista y Nueva Alianza, José Antonio Meade, como el camino más seguro para dar a las nuevas generaciones y a las familias que pronto integrarán un horizonte más amplio y un nivel de vida digno para su desarrollo.

Pero hay también otro tipo de ninis. Por tercera ocasión Andrés Manuel López Obrador busca el voto para convertirse en Presidente de la República. Dos veces  ha fracasado en el intento. López Obrador, autonombrado abanderado de una alianza contra natura –Morena, PT y PES—puede ser considerado un veterano de esa clasificación de jóvenes y no tan jóvenes que pasan la vida sin un trabajo ni una preparación para ser útiles a la comunidad. Desde  hace diez años el locuaz aspirante a ocupar la primera magistratura no tiene una actividad remunerada ni una fuente de recursos económicos con la que justificar los enormes gastos de su tercera campaña electoral. Alguna vez, se sabe, Andrés Manuel López Obrador estuvo inscrito en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Cual los más inveterados fósiles universitarios, López Obrador tardó diez años en terminar una carrera que  jamás  ha ejercido como tal. Fuera de los cuatro años que duró como jefe de gobierno del entonces Distrito Federal, López Obrador no ha tenido un solo empleo en el sector público, que para él representa la mafia del poder. Tampoco ha sido un empleado o funcionario en organismo o empresa alguna del sector social o la iniciativa privada. Su profesión, se diría, es la política, pero en realidad su modo de vida transcurre y se apoya en los recursos públicos que a través de los partidos a los que ha pertenecido ha recibido por espacio de muchos años. Es un nini.

Entre las ocurrencias de López Obrador se encuentra una propuesta para el otorgamiento de becas permanentes a toda la población del país, incluidos los jóvenes que no estudian ni trabajan, los ninis entre quienes él debe ser considerado. Propone también la cancelación de la Reforma Educativa que comprendería entre otros avances, becas y estímulos a los jóvenes para iniciar o continuar sus estudios, así como para realizarlos en universidades prestigiosas en el exterior. La propuesta del menor esfuerzo López Obrador, encaminada a la fácil obtención de votos, de aplicarse constituiría dar la razón a quienes – una minoría en el magisterio—se oponen a una reforma que elimina la venta y la herencia de plazas, los privilegios de un reducido grupo y la molicie frente a las posibilidades de transformación de la educación.

Entre las diferencias que separan a los aspirantes a la Presidencia de la República, la que se  observa en los planteamientos sobre la educación no es menor. Una juventud es la que sostiene el hasta hoy precandidato José Antonio Meade, consecuente frente  al despropósito de premiar la pereza o el pesimismo social que amenaza con corroer a una parte de las nuevas generaciones. Andrés Manuel López Obrador, queda claro, es un genuino representante del segmento más oscuro, por fortuna minúsculo, de ninis por propia voluntad, pero también del abuso y la irresponsabilidad de una minoría de docentes que no perciben la utilidad de una reforma que es benéfica para todos.

En contraste, José Antonio Meade Kuribreña tiene la propuesta de una educación de alta calidad y consecuente con los avances que han marcado las ideas de  los grandes pensadores y transformadores de la enseñanza.

Srio28@prodigy.net.mx

En la realidad de México existen por lo menos dos tipos representativos del fenómeno de jóvenes que no estudian ni trabajan, los llamados ninis. Los más por  la falta de oportunidades e incentivos, los menos por esa abulia que los lleva a la desesperanza sobre su futuro. El impulso a la educación, una educación de calidad que abra a la juventud un porvenir cierto es el planteamiento general de la propuesta del precandidato del PRI, el Verde Ecologista y Nueva Alianza, José Antonio Meade, como el camino más seguro para dar a las nuevas generaciones y a las familias que pronto integrarán un horizonte más amplio y un nivel de vida digno para su desarrollo.

Pero hay también otro tipo de ninis. Por tercera ocasión Andrés Manuel López Obrador busca el voto para convertirse en Presidente de la República. Dos veces  ha fracasado en el intento. López Obrador, autonombrado abanderado de una alianza contra natura –Morena, PT y PES—puede ser considerado un veterano de esa clasificación de jóvenes y no tan jóvenes que pasan la vida sin un trabajo ni una preparación para ser útiles a la comunidad. Desde  hace diez años el locuaz aspirante a ocupar la primera magistratura no tiene una actividad remunerada ni una fuente de recursos económicos con la que justificar los enormes gastos de su tercera campaña electoral. Alguna vez, se sabe, Andrés Manuel López Obrador estuvo inscrito en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM. Cual los más inveterados fósiles universitarios, López Obrador tardó diez años en terminar una carrera que  jamás  ha ejercido como tal. Fuera de los cuatro años que duró como jefe de gobierno del entonces Distrito Federal, López Obrador no ha tenido un solo empleo en el sector público, que para él representa la mafia del poder. Tampoco ha sido un empleado o funcionario en organismo o empresa alguna del sector social o la iniciativa privada. Su profesión, se diría, es la política, pero en realidad su modo de vida transcurre y se apoya en los recursos públicos que a través de los partidos a los que ha pertenecido ha recibido por espacio de muchos años. Es un nini.

Entre las ocurrencias de López Obrador se encuentra una propuesta para el otorgamiento de becas permanentes a toda la población del país, incluidos los jóvenes que no estudian ni trabajan, los ninis entre quienes él debe ser considerado. Propone también la cancelación de la Reforma Educativa que comprendería entre otros avances, becas y estímulos a los jóvenes para iniciar o continuar sus estudios, así como para realizarlos en universidades prestigiosas en el exterior. La propuesta del menor esfuerzo López Obrador, encaminada a la fácil obtención de votos, de aplicarse constituiría dar la razón a quienes – una minoría en el magisterio—se oponen a una reforma que elimina la venta y la herencia de plazas, los privilegios de un reducido grupo y la molicie frente a las posibilidades de transformación de la educación.

Entre las diferencias que separan a los aspirantes a la Presidencia de la República, la que se  observa en los planteamientos sobre la educación no es menor. Una juventud es la que sostiene el hasta hoy precandidato José Antonio Meade, consecuente frente  al despropósito de premiar la pereza o el pesimismo social que amenaza con corroer a una parte de las nuevas generaciones. Andrés Manuel López Obrador, queda claro, es un genuino representante del segmento más oscuro, por fortuna minúsculo, de ninis por propia voluntad, pero también del abuso y la irresponsabilidad de una minoría de docentes que no perciben la utilidad de una reforma que es benéfica para todos.

En contraste, José Antonio Meade Kuribreña tiene la propuesta de una educación de alta calidad y consecuente con los avances que han marcado las ideas de  los grandes pensadores y transformadores de la enseñanza.

Srio28@prodigy.net.mx