/ jueves 1 de abril de 2021

Día de la independencia

Una película no está obligada ser a una obra maestra para ser considerada como un clásico. Tampoco requiere ser eficiente en términos narrativos, desdoblar un discurso complejo u ofrecer elementos estéticos innovadores. Lo que sí necesita es explicitar un estadio emotivo que conecte con la audiencia de una manera tan contundente que termine por tornarse en un referente popular con el paso de los años.

Día de la independencia (1996), filme de Roland Emmerich protagonizado por Will Smith, Bill Pullman y Jeff Goldblum, es un clásico contemporáneo. Nadie la calificaría como un trabajo relevante bajo los parámetros de lo que el grueso de los críticos considera como arte, y, sin embargo, es una película que ha sido disfrutada durante 25 años por tres generaciones. Una buena parte de su atractivo radica en el patriotismo un tanto autoparódico con el que personajes de distintos orígenes se aglutinan para luchar contra una civilización de alienígenas que desea eliminar a la humanidad. En la secuencia más celebre de la película, el presidente Thomas J. Whitmore (Pullman) alienta a los sobrevivientes a emprender una gigantesca batalla aérea el cuatro de julio, precisamente el día de la independencia de Estados Unidos. Whitmore le da una dimensión planetaria al exhorto: “Luchamos por nuestro derecho a vivir. Si ganamos, el cuatro de julio ya no será conocido sólo como una festividad estadounidense, sino como el día que el mundo declaró con una sola voz: ¡No entraremos dócilmente en la noche!¡No desapareceremos sin haber luchado!”.

Es un discurso cursi, claro, pero también lúdico y hasta inspirador.

El pasado 11 de marzo, en un mensaje televisivo dirigido a la nación, el presidente estadounidense Joe Biden apunto que el proceso de vacunación contra la COVID-19 marchaba mejor de lo previsto y que Estados Unidos ya comenzaba a vislumbrar un futuro sin la pandemia. Biden solicitó el apoyo de la ciudadanía para que el próximo cuatro de julio el pueblo estadounidense no sólo celebrara su independencia como país, sino la liberación del virus: “Todos hemos perdido algo, pero encontrar la luz en la oscuridad es algo muy estadounidense, lo más estadounidense que existe, la característica que nos define como nación… La verdad es esta: sólo hay una forma de recuperar nuestras vidas y de poner a la economía de pie, y esa es derrotando al virus. Si cada uno hace su parte, si todos hacemos esto juntos, hay muchas posibilidades de que usted, sus familiares y amigos puedan reunirse el próximo cuatro de julio, hacer una barbacoa al aire libre y celebrar el día de la independencia".

La idea de que las marcas definan un propósito -una razón que brinde luces de por qué hacen lo que hacen y les permita justificar su valor frente a la sociedad- se ha impuesto casi como un requisito durante la pandemia. Biden no será tildado como un orador sofisticado al escoger una película como Día de la independencia como fuente de inspiración, pero muestra algo que muchos líderes empresariales deberían admirar en estos momentos: una habilidad notable para generar narrativas que permitan generar la tracción existencial suficiente para darle sentido al trabajo que desempeñamos en nuestras organizaciones. Un logro, sin duda.

Una película no está obligada ser a una obra maestra para ser considerada como un clásico. Tampoco requiere ser eficiente en términos narrativos, desdoblar un discurso complejo u ofrecer elementos estéticos innovadores. Lo que sí necesita es explicitar un estadio emotivo que conecte con la audiencia de una manera tan contundente que termine por tornarse en un referente popular con el paso de los años.

Día de la independencia (1996), filme de Roland Emmerich protagonizado por Will Smith, Bill Pullman y Jeff Goldblum, es un clásico contemporáneo. Nadie la calificaría como un trabajo relevante bajo los parámetros de lo que el grueso de los críticos considera como arte, y, sin embargo, es una película que ha sido disfrutada durante 25 años por tres generaciones. Una buena parte de su atractivo radica en el patriotismo un tanto autoparódico con el que personajes de distintos orígenes se aglutinan para luchar contra una civilización de alienígenas que desea eliminar a la humanidad. En la secuencia más celebre de la película, el presidente Thomas J. Whitmore (Pullman) alienta a los sobrevivientes a emprender una gigantesca batalla aérea el cuatro de julio, precisamente el día de la independencia de Estados Unidos. Whitmore le da una dimensión planetaria al exhorto: “Luchamos por nuestro derecho a vivir. Si ganamos, el cuatro de julio ya no será conocido sólo como una festividad estadounidense, sino como el día que el mundo declaró con una sola voz: ¡No entraremos dócilmente en la noche!¡No desapareceremos sin haber luchado!”.

Es un discurso cursi, claro, pero también lúdico y hasta inspirador.

El pasado 11 de marzo, en un mensaje televisivo dirigido a la nación, el presidente estadounidense Joe Biden apunto que el proceso de vacunación contra la COVID-19 marchaba mejor de lo previsto y que Estados Unidos ya comenzaba a vislumbrar un futuro sin la pandemia. Biden solicitó el apoyo de la ciudadanía para que el próximo cuatro de julio el pueblo estadounidense no sólo celebrara su independencia como país, sino la liberación del virus: “Todos hemos perdido algo, pero encontrar la luz en la oscuridad es algo muy estadounidense, lo más estadounidense que existe, la característica que nos define como nación… La verdad es esta: sólo hay una forma de recuperar nuestras vidas y de poner a la economía de pie, y esa es derrotando al virus. Si cada uno hace su parte, si todos hacemos esto juntos, hay muchas posibilidades de que usted, sus familiares y amigos puedan reunirse el próximo cuatro de julio, hacer una barbacoa al aire libre y celebrar el día de la independencia".

La idea de que las marcas definan un propósito -una razón que brinde luces de por qué hacen lo que hacen y les permita justificar su valor frente a la sociedad- se ha impuesto casi como un requisito durante la pandemia. Biden no será tildado como un orador sofisticado al escoger una película como Día de la independencia como fuente de inspiración, pero muestra algo que muchos líderes empresariales deberían admirar en estos momentos: una habilidad notable para generar narrativas que permitan generar la tracción existencial suficiente para darle sentido al trabajo que desempeñamos en nuestras organizaciones. Un logro, sin duda.

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