/ jueves 30 de enero de 2020

Domingo de la palabra de Dios

VER

El Papa Francisco, mediante la carta apostólica Aperuit illis, instituyó el tercer Domingo del Tiempo Ordinario, que normalmente cae en la segunda quincena de enero, como el Domingo de la Palabra de Dios. Su objetivo es impulsar mucho más el aprecio por la Sagrada Escritura en la comunidad eclesial.

Desde antes del Concilio Vaticano II (1962-65), el “Movimiento Bíblico” promovió su valoración entre los católicos, lo que se plasmó en la Constitución “Dei Verbum” del mismo Concilio. A partir de entonces, el estudio, la oración y la predicación de la Palabra de Dios se incentivó por todas partes. Hay muchísimas iniciativas al respecto. A pesar de ello, todavía hay muchos católicos que, si tienen en casa un ejemplar de la Santa Biblia, nunca dedican tiempo a leerla y meditarla.

El Concilio ordenó una redistribución de las lecturas bíblicas en la Misa, para que los fieles disfrutaran más este sagrado alimento.

Desde que San Jerónimo, en el siglo IV, hizo la primera traducción de la Biblia desde los originales arameo, hebreo y griego al latín, que era el idioma popular de los territorios dependientes del imperio romano, no se hicieron versiones a los otros idiomas vernáculos, hasta que Lutero la hizo al alemán. Los hermanos protestantes, al rechazar casi todos los sacramentos, se centraron totalmente en la Sagrada Escritura, y durante mucho tiempo se nos adelantaron en darle toda su importancia. Por ejemplo, tenemos traducciones protestantes de la Biblia en casi todos los idiomas indígenas no sólo de México, sino de toda América Latina, que es lo que conozco. No hay traducciones católicas al náhuatl, idioma que habló la Virgen de Guadalupe y que hablan casi dos millones de mexicanos, pero hay seis versiones protestantes, según las variantes regionales. ¡Qué vergüenza! Traducciones católicas a idiomas indígenas aprobadas por la Conferencia Episcopal sólo hay una en tseltal de Bachajón y dos en tsotsil de Chiapas, más el Nuevo Testamento en maya. En los más de 60 idiomas originales que tenemos, los católicos usan versiones protestantes, muchas con términos tendenciosamente anticatólicos y no fieles a los textos originales. ¡Cuánto nos falta para que la Palabra de Dios llegue en su idioma a los pueblos originarios!

Tan poca era la atención que muchos católicos le daban a la Biblia, que algunos llegaron a pensar que tenerla y leerla era señal de ser protestante. Como el presidente municipal de un municipio muy tradicionalista de Chiapas, que me puso como condición para que yo pudiera entrar al templo parroquial y para que la diócesis pudiera desarrollar su pastoral normal, que no usáramos la Biblia, porque decía que eso era protestante; que sólo podíamos usar el Catecismo… Después de un proceso para recuperar su confianza, hoy se usa como en todas partes y en la Misa se proclama en su idioma tsotsil, sin problema.

PENSAR

“Hagamos espacio a la Palabra de Dios. Leamos algún versículo de la Biblia cada día. Comencemos por el Evangelio; mantengámoslo abierto en casa, en la mesita de noche, llevémoslo en nuestro bolsillo, veámoslo en la pantalla del teléfono, dejemos que nos inspire diariamente. Descubriremos que Dios está cerca de nosotros, que ilumina nuestra oscuridad, que nos guía con amor a lo largo de nuestra vida”.

ACTUAR

Demos la debida importancia a la Palabra de Dios, en la vida personal, en la pastoral ordinaria y en la educación familiar. Y que los modernos medios de comunicación se utilicen más para compartir su gran riqueza salvífica.

VER

El Papa Francisco, mediante la carta apostólica Aperuit illis, instituyó el tercer Domingo del Tiempo Ordinario, que normalmente cae en la segunda quincena de enero, como el Domingo de la Palabra de Dios. Su objetivo es impulsar mucho más el aprecio por la Sagrada Escritura en la comunidad eclesial.

Desde antes del Concilio Vaticano II (1962-65), el “Movimiento Bíblico” promovió su valoración entre los católicos, lo que se plasmó en la Constitución “Dei Verbum” del mismo Concilio. A partir de entonces, el estudio, la oración y la predicación de la Palabra de Dios se incentivó por todas partes. Hay muchísimas iniciativas al respecto. A pesar de ello, todavía hay muchos católicos que, si tienen en casa un ejemplar de la Santa Biblia, nunca dedican tiempo a leerla y meditarla.

El Concilio ordenó una redistribución de las lecturas bíblicas en la Misa, para que los fieles disfrutaran más este sagrado alimento.

Desde que San Jerónimo, en el siglo IV, hizo la primera traducción de la Biblia desde los originales arameo, hebreo y griego al latín, que era el idioma popular de los territorios dependientes del imperio romano, no se hicieron versiones a los otros idiomas vernáculos, hasta que Lutero la hizo al alemán. Los hermanos protestantes, al rechazar casi todos los sacramentos, se centraron totalmente en la Sagrada Escritura, y durante mucho tiempo se nos adelantaron en darle toda su importancia. Por ejemplo, tenemos traducciones protestantes de la Biblia en casi todos los idiomas indígenas no sólo de México, sino de toda América Latina, que es lo que conozco. No hay traducciones católicas al náhuatl, idioma que habló la Virgen de Guadalupe y que hablan casi dos millones de mexicanos, pero hay seis versiones protestantes, según las variantes regionales. ¡Qué vergüenza! Traducciones católicas a idiomas indígenas aprobadas por la Conferencia Episcopal sólo hay una en tseltal de Bachajón y dos en tsotsil de Chiapas, más el Nuevo Testamento en maya. En los más de 60 idiomas originales que tenemos, los católicos usan versiones protestantes, muchas con términos tendenciosamente anticatólicos y no fieles a los textos originales. ¡Cuánto nos falta para que la Palabra de Dios llegue en su idioma a los pueblos originarios!

Tan poca era la atención que muchos católicos le daban a la Biblia, que algunos llegaron a pensar que tenerla y leerla era señal de ser protestante. Como el presidente municipal de un municipio muy tradicionalista de Chiapas, que me puso como condición para que yo pudiera entrar al templo parroquial y para que la diócesis pudiera desarrollar su pastoral normal, que no usáramos la Biblia, porque decía que eso era protestante; que sólo podíamos usar el Catecismo… Después de un proceso para recuperar su confianza, hoy se usa como en todas partes y en la Misa se proclama en su idioma tsotsil, sin problema.

PENSAR

“Hagamos espacio a la Palabra de Dios. Leamos algún versículo de la Biblia cada día. Comencemos por el Evangelio; mantengámoslo abierto en casa, en la mesita de noche, llevémoslo en nuestro bolsillo, veámoslo en la pantalla del teléfono, dejemos que nos inspire diariamente. Descubriremos que Dios está cerca de nosotros, que ilumina nuestra oscuridad, que nos guía con amor a lo largo de nuestra vida”.

ACTUAR

Demos la debida importancia a la Palabra de Dios, en la vida personal, en la pastoral ordinaria y en la educación familiar. Y que los modernos medios de comunicación se utilicen más para compartir su gran riqueza salvífica.