/ jueves 13 de enero de 2022

El agua del molino | Ómicron, coronavirus, angustia y miedo

El subsecretario de Salud Hugo López-Gatell, extrañamente llamado el “zar” del coronavirus en México -¡vaya! con los divulgadores de noticias “escandalosas”- dijo que “correr a hacerse una prueba de coronavirus provocará angustia por estar en una fila y restará la oportunidad de tener una prueba a quien realmente la necesite”. Observación atinada -entre tanto caos verbal- del “zar”, siendo que a la angustia se suma el miedo. La realidad es que hay psicosis colectiva de ómicron y coronavirus. En medio de esta situación inusitada y sin duda con aspectos dramáticos hay un telón de fondo con un toque de tragicomedia. Abunda el protagonismo de algunos, aprovechamiento de esa psicosis con fines supuestamente políticos o económicos, indiferencia mezquina o alarmismo exagerado. En tal virtud yo creo que aquí juegan un papel negativo la angustia y el miedo, factores que determinan una especie de histeria general que causa severo daño y que se vuelve aliada de la pandemia.

Ahora bien, la angustia y el miedo generan inseguridad y propician en muchos sentidos lo que más se teme. No se trata de favorecer la indiferencia pero tampoco el terror. En medio de la tempestad la calma. La serenidad del ánimo, que es apacibilidad y sosiego, presupone dominio y control del carácter. Lo cierto es que quienes se angustian o tienen miedo atraen la enfermedad. Caen más en las garras del ómicron y del coronavirus los angustiados o temerosos que los tranquilos, siendo que el remedio para evitarlo no es de ninguna manera la falsa puerta de hacer caso omiso de las medidas salutíferas y preventivas. Abundan por desgracia los que sólo hablan del mal, lo cual implica un primer paso para reconocerlo sin darse cuenta cabal de que su ánimo negativo es un imán para atraerlo, porque hay una conciencia colectiva que así opera. Desconocen que la angustia lleva al miedo y que el miedo lleva a la enfermedad. No es magia. Se ha demostrado de sobra que el optimismo, de mano de la serenidad y lejos de la angustia, es una defensa segura. No hay duda de que somos parte de una unidad donde lo que llamamos psicológico es determinante. ¿Y qué es lo psicológico -que Aristóteles incluía como parte de la filosofía- sino el factor de atracción o de repulsa de todo lo que sucede? Pensadores de la talla de Descartes o de Kant, por no citar a los clásicos de Grecia y Roma, pregonaban la unidad del universo. Unidad que por cierto llega hasta el entorno político social impulsando la paz que es la salud social, contraria a la enfermedad social que es la guerra, el descuerdo y le violencia. Éste es el camino que recorre la angustia hasta llegar al miedo. Por otra parte no hay que confundir el optimismo y la serenidad con la indiferencia. No se trata de negar lo evidente. Ómicron y coronavirus están allí pero si nos angustiamos, repito, seremos factores de atracción de ellos y los atraparemos con la red del miedo. Hay que imitar lo que hace el buen marinero en medio de la tempestad, siendo que su ánimo tranquilo le da la fuerza necesaria para sortear favorablemente el peligro. El poder de la mente es aquí determinante. A mayor abundamiento, ese poder no se compra en la farmacia ni lo suelen recetar los médicos porque es algo que se conquista a través de la más absoluta seguridad en uno mismo. En suma, angustiarse es rendirse fragmentando la unidad que hoy reclama el mundo. No se olvide que la pandemia va de la mano de la angustia y del miedo.


PROFESOR EMÉRITO DE LA UNIVERSIDAD

PREMIIO UNIVERSIDAD NACIONAL


Sígueme en Twitter: @RaulCarranca

Y Facebook: www.facebook.com/despacho raulcarranca


El subsecretario de Salud Hugo López-Gatell, extrañamente llamado el “zar” del coronavirus en México -¡vaya! con los divulgadores de noticias “escandalosas”- dijo que “correr a hacerse una prueba de coronavirus provocará angustia por estar en una fila y restará la oportunidad de tener una prueba a quien realmente la necesite”. Observación atinada -entre tanto caos verbal- del “zar”, siendo que a la angustia se suma el miedo. La realidad es que hay psicosis colectiva de ómicron y coronavirus. En medio de esta situación inusitada y sin duda con aspectos dramáticos hay un telón de fondo con un toque de tragicomedia. Abunda el protagonismo de algunos, aprovechamiento de esa psicosis con fines supuestamente políticos o económicos, indiferencia mezquina o alarmismo exagerado. En tal virtud yo creo que aquí juegan un papel negativo la angustia y el miedo, factores que determinan una especie de histeria general que causa severo daño y que se vuelve aliada de la pandemia.

Ahora bien, la angustia y el miedo generan inseguridad y propician en muchos sentidos lo que más se teme. No se trata de favorecer la indiferencia pero tampoco el terror. En medio de la tempestad la calma. La serenidad del ánimo, que es apacibilidad y sosiego, presupone dominio y control del carácter. Lo cierto es que quienes se angustian o tienen miedo atraen la enfermedad. Caen más en las garras del ómicron y del coronavirus los angustiados o temerosos que los tranquilos, siendo que el remedio para evitarlo no es de ninguna manera la falsa puerta de hacer caso omiso de las medidas salutíferas y preventivas. Abundan por desgracia los que sólo hablan del mal, lo cual implica un primer paso para reconocerlo sin darse cuenta cabal de que su ánimo negativo es un imán para atraerlo, porque hay una conciencia colectiva que así opera. Desconocen que la angustia lleva al miedo y que el miedo lleva a la enfermedad. No es magia. Se ha demostrado de sobra que el optimismo, de mano de la serenidad y lejos de la angustia, es una defensa segura. No hay duda de que somos parte de una unidad donde lo que llamamos psicológico es determinante. ¿Y qué es lo psicológico -que Aristóteles incluía como parte de la filosofía- sino el factor de atracción o de repulsa de todo lo que sucede? Pensadores de la talla de Descartes o de Kant, por no citar a los clásicos de Grecia y Roma, pregonaban la unidad del universo. Unidad que por cierto llega hasta el entorno político social impulsando la paz que es la salud social, contraria a la enfermedad social que es la guerra, el descuerdo y le violencia. Éste es el camino que recorre la angustia hasta llegar al miedo. Por otra parte no hay que confundir el optimismo y la serenidad con la indiferencia. No se trata de negar lo evidente. Ómicron y coronavirus están allí pero si nos angustiamos, repito, seremos factores de atracción de ellos y los atraparemos con la red del miedo. Hay que imitar lo que hace el buen marinero en medio de la tempestad, siendo que su ánimo tranquilo le da la fuerza necesaria para sortear favorablemente el peligro. El poder de la mente es aquí determinante. A mayor abundamiento, ese poder no se compra en la farmacia ni lo suelen recetar los médicos porque es algo que se conquista a través de la más absoluta seguridad en uno mismo. En suma, angustiarse es rendirse fragmentando la unidad que hoy reclama el mundo. No se olvide que la pandemia va de la mano de la angustia y del miedo.


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