/ sábado 23 de mayo de 2020

El legado de Carranza

En mi anterior colaboración argumenté sobre la figura del gran coahuilense don Venustiano Carranza, quien se enfrentó a Victoriano Huerta hasta que salió de Palacio nacional; buscó el acercamiento con los dos grandes revolucionarios Emiliano Zapata y Pancho Villa; y trató de unificar al país para tranquilizarlo después de la gesta revolucionaria.

Pero en abril de1920, en el Estado de Sonora un grupo de militares no afines a sus ideas se unió bajo un Plan de Acción llamado de Agua Prieta con la finalidad de desconocer al presidente de la República.

Comenté sobre el asesinato que el militar Rodolfo Herrero cometió en la figura de don Venustiano Carranza, presidente de la República, y quien buscaba refugiarse, por segunda vez, en el Estado de Veracruz.

Tres años antes, en febrero de 1917 la prensa nacional destacaba la noticia: el pueblo mexicano se daba, por propia decisión, una nueva forma de gobierno apegada a la ley que emanaba de una nueva Constitución Política, una de las más modernas – en su concepción social- del siglo 20.

Mientras nuestro país se organizaba para dar inicio al gran debate nacional, en los campos de Europa se velaban las armas de la guerra pues cada vez se hacía más evidente la tirantez y la inflexibilidad de las relaciones entre los países aliados (Estados Unidos, Francia e Inglaterra) contra una Alemania que quería imponer su sello en el mundo, acompañada de Austro-Hungría.

Esta conflagración inició en julio de 1914 como consecuencia del asesinato del archiduque Francisco Fernando y su esposa a manos del yugoslavo Gavrilo Princip, en la ciudad de Sarajevo. Finalizó cuatro años y medio después, en noviembre de 1918.

Mientras tanto, la opinión pública de México vivía uno de sus momentos estelares. Conservadores y liberales, reaccionarios y revolucionarios, hacían oír su voz. “Es necesario –se decía- que todos los que colaboran al éxito de nuestra causa (la creación de la Carta Magna) se sientan ligados a ella por su alto espíritu de desinterés personal, para dedicar todas las energías al logro de los ideales comunes.”

El gobierno de Venustiano Carranza convocó a un Congreso Constituyente en septiembre de 1916. El 22 de octubre de ese año se realizaron las elecciones para el Congreso Constituyente. Desde el comienzo de los trabajos del congreso se formaron dos corrientes claramente definidas: la conservadora, encabezada por Carranza, y la liberal o jacobina, respaldada por Álvaro Obregón y apoyada por Francisco J. Múgica, Luis G. Monzón, Heriberto Jara y otros.

La Asamblea Constituyente se inauguró en Querétaro el 1° de diciembre de 1916. Carranza presentó, durante la primera sesión un proyecto de Constitución que sólo difería en algunos puntos de la de 1857. Gracias a la participación de los diputados liberales, diversas demandas de los grupos populares fueron incluidas en el texto constitucional.

A pesar de la oposición de Carranza, el Congreso Constituyente aprobó la nueva constitución, que fue promulgada el 5 de febrero de 1917. Los artículos más representativos de dicha ley fueron el Artículo 3 que establecía el carácter laico de la educación; el Artículo 27 que Instituía la propiedad original de la nación sobre las tierras, las aguas y el subsuelo; y el Artículo 123 que implantaba la jornada de ocho horas, el salario mínimo, el reparto de utilidades, la protección a las madres trabajadoras, el derecho de los trabajadores a la huelga, la prohibición de emplear a menores de edad y la responsabilidad de los patrones por accidentes de trabajo o enfermedades profesionales.

Mediante bando solemne, la Ley Suprema de la República fue promulgada. Desde Querétaro el pueblo fue testigo de la historia. Los medios de comunicación de entonces –sobre todo el telégrafo- cumplieron cabalmente su función informativa. “En las ciudades principales la promulgación se hará –según la Secretaría de Gobernación- por la persona indicada para el efecto, irá acompañada de una brigada mixta, integrada por lar armas de infantería, caballería y artillería, así como por bandas militares y de música, las que irán ejecutando, en su recorrido por las principales arterias de la localidad, los toques del caso”.

Las primeras elecciones generales pudieron realizarse gracias al apoyo moral y legal de nuestra Carta Magna. Y debido a la aguda visión de estadista del presidente Carranza, el movimiento armado que derrocó al régimen dictatorial en 1910 encontró su cauce hacia la consolidación del orden legal.

Desde su nacimiento, hace 103 años, se deseaba que la nueva Constitución tuviera una vida duradera y provechosa. Los argumentos coincidían en lo fundamental: el reconocimiento de la claridad de la Ley, al garantizar y consagrar la libertad de conciencia de los mexicanos. “la más hermosa de las conquistas de la humanidad” lo cual no es poco.

Así se pensaba en 1917, cuando nacía al mundo la Ley Suprema de la República, la Carta Magna que hoy nos rige.


Premio Nacional de Periodismo

pacofonn@yahoo.com.mx

En mi anterior colaboración argumenté sobre la figura del gran coahuilense don Venustiano Carranza, quien se enfrentó a Victoriano Huerta hasta que salió de Palacio nacional; buscó el acercamiento con los dos grandes revolucionarios Emiliano Zapata y Pancho Villa; y trató de unificar al país para tranquilizarlo después de la gesta revolucionaria.

Pero en abril de1920, en el Estado de Sonora un grupo de militares no afines a sus ideas se unió bajo un Plan de Acción llamado de Agua Prieta con la finalidad de desconocer al presidente de la República.

Comenté sobre el asesinato que el militar Rodolfo Herrero cometió en la figura de don Venustiano Carranza, presidente de la República, y quien buscaba refugiarse, por segunda vez, en el Estado de Veracruz.

Tres años antes, en febrero de 1917 la prensa nacional destacaba la noticia: el pueblo mexicano se daba, por propia decisión, una nueva forma de gobierno apegada a la ley que emanaba de una nueva Constitución Política, una de las más modernas – en su concepción social- del siglo 20.

Mientras nuestro país se organizaba para dar inicio al gran debate nacional, en los campos de Europa se velaban las armas de la guerra pues cada vez se hacía más evidente la tirantez y la inflexibilidad de las relaciones entre los países aliados (Estados Unidos, Francia e Inglaterra) contra una Alemania que quería imponer su sello en el mundo, acompañada de Austro-Hungría.

Esta conflagración inició en julio de 1914 como consecuencia del asesinato del archiduque Francisco Fernando y su esposa a manos del yugoslavo Gavrilo Princip, en la ciudad de Sarajevo. Finalizó cuatro años y medio después, en noviembre de 1918.

Mientras tanto, la opinión pública de México vivía uno de sus momentos estelares. Conservadores y liberales, reaccionarios y revolucionarios, hacían oír su voz. “Es necesario –se decía- que todos los que colaboran al éxito de nuestra causa (la creación de la Carta Magna) se sientan ligados a ella por su alto espíritu de desinterés personal, para dedicar todas las energías al logro de los ideales comunes.”

El gobierno de Venustiano Carranza convocó a un Congreso Constituyente en septiembre de 1916. El 22 de octubre de ese año se realizaron las elecciones para el Congreso Constituyente. Desde el comienzo de los trabajos del congreso se formaron dos corrientes claramente definidas: la conservadora, encabezada por Carranza, y la liberal o jacobina, respaldada por Álvaro Obregón y apoyada por Francisco J. Múgica, Luis G. Monzón, Heriberto Jara y otros.

La Asamblea Constituyente se inauguró en Querétaro el 1° de diciembre de 1916. Carranza presentó, durante la primera sesión un proyecto de Constitución que sólo difería en algunos puntos de la de 1857. Gracias a la participación de los diputados liberales, diversas demandas de los grupos populares fueron incluidas en el texto constitucional.

A pesar de la oposición de Carranza, el Congreso Constituyente aprobó la nueva constitución, que fue promulgada el 5 de febrero de 1917. Los artículos más representativos de dicha ley fueron el Artículo 3 que establecía el carácter laico de la educación; el Artículo 27 que Instituía la propiedad original de la nación sobre las tierras, las aguas y el subsuelo; y el Artículo 123 que implantaba la jornada de ocho horas, el salario mínimo, el reparto de utilidades, la protección a las madres trabajadoras, el derecho de los trabajadores a la huelga, la prohibición de emplear a menores de edad y la responsabilidad de los patrones por accidentes de trabajo o enfermedades profesionales.

Mediante bando solemne, la Ley Suprema de la República fue promulgada. Desde Querétaro el pueblo fue testigo de la historia. Los medios de comunicación de entonces –sobre todo el telégrafo- cumplieron cabalmente su función informativa. “En las ciudades principales la promulgación se hará –según la Secretaría de Gobernación- por la persona indicada para el efecto, irá acompañada de una brigada mixta, integrada por lar armas de infantería, caballería y artillería, así como por bandas militares y de música, las que irán ejecutando, en su recorrido por las principales arterias de la localidad, los toques del caso”.

Las primeras elecciones generales pudieron realizarse gracias al apoyo moral y legal de nuestra Carta Magna. Y debido a la aguda visión de estadista del presidente Carranza, el movimiento armado que derrocó al régimen dictatorial en 1910 encontró su cauce hacia la consolidación del orden legal.

Desde su nacimiento, hace 103 años, se deseaba que la nueva Constitución tuviera una vida duradera y provechosa. Los argumentos coincidían en lo fundamental: el reconocimiento de la claridad de la Ley, al garantizar y consagrar la libertad de conciencia de los mexicanos. “la más hermosa de las conquistas de la humanidad” lo cual no es poco.

Así se pensaba en 1917, cuando nacía al mundo la Ley Suprema de la República, la Carta Magna que hoy nos rige.


Premio Nacional de Periodismo

pacofonn@yahoo.com.mx