/ sábado 19 de enero de 2019

El oficio de la política: El Espejo Enterrado

Es tiempo ya de volver los ojos a la política y ejercerla. Ejercerla a plenitud, sabiendo. La política es la actividad primaria del ser humano. Hacemos política permanentemente. El lema de mi querida y recordada Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales, hoy Facultad, reza: “El hombre es, por naturaleza, un animal político”.

Es una actividad natural. La política no se enseña, se trae adentro, se genera, se procesa y se ejerce. Hacemos política en la casa, en la escuela, en la fábrica, en la oficina, en nuestra vida de relación. La política nos mueve y nos incita; es un instrumento eficaz, el mejor, para la administración pública, y para obtener un adecuado desenvolvimiento social. No se puede participar en el quehacer nacional sin acceder a la política.

Muchas tribulaciones ha soportado nuestro sistema político. Durante los últimos años hemos visto las virulencias que se producen en el orden social de no resolverse cuestiones fundamentales, intranquilidad y conductas antisociales. En el orden económico la situación muestra igualmente preocupación, poco poder adquisitivo, alza de precios, altos intereses.

En el orden político las cosas están más delicadas; éste ha sido vulnerado desde hace treinta años. Como ejemplo baste citar que el entonces partido de las mayorías, aplanadora en su tiempo, se debilitó en gran forma en la pendiente que desembocó en 1990; se pretendió fortalecerlo inmediatamente después, pero el tiempo era a destiempo, y así siguió debilitándose, y perdió escaños, curules y gubernaturas. Sus cuadros políticos desaparecieron prácticamente en el Distrito Federal desde 1986. Los comités distritales se convirtieron en entidades huecas, panales sin trabajadores, sin sustancia. Y ese fenómeno se repitió en el país. Se perdió el oficio político.

La política es la forma de actuación, la pauta decisoria en la vida nacional. La política debe identificarse con programas de contenido de lo que se está haciendo.

Rodee, Anderson y Christol autores del libro Introducción a la ciencia política sugieren que “se puede definir la ciencia política como la ciencia del Estado, o como una rama de las ciencias sociales que se ocupa de la teoría, organización, gobierno y práctica del Estado”. Es necesario hacer coincidir las labores del gobierno con la política; esto ya lo visualizaba hace años el politólogo Karl Deutsch, en cuyo libro Los Nervios del Gobierno decía que “lo más importante es que la política y el gobierno sean esencialmente procesos de dirección y coordinación de esfuerzos humanos hacia la obtención de metas establecidas”.

Hoy, después de treinta años, entre ellos el docenato panista, el sistema se ha alertado y despierta de su letargo. Hay momentos de desconcierto en el país. Hoy vivimos el fenómeno político social llamado democracia; otros le llaman, desde el año 2000, alternancia en el poder. México tiene en la actualidad un partido político superpoderoso, una aplanadora, dos pequeños, y varios chiquitos que tiran hacia todas direcciones.

El Presidente de la República se empeña en procurar un cambio, sobre todo en las mentalidades de la clase política y de la población en general. No es fácil. Porque pretende hacer entender que no habrá más corrupción. Y el pueblo lo entiende, pero no le cree. Hemos estado acostumbrados a la corrupción desde hace más de 80 años. Y por supuesto a su gemela: la impunidad.

Posiblemente el cambio se haga realidad. Es un cambio que recorre el país. Se busca la imagen perdida, el espejo enterrado de Carlos Fuentes. Se encontrará, no hay duda. Es el cambio. Es el oficio. El oficio de la política. Sin los hombres adecuados no hay oficio; sin oficio no hay política; sin política no se entiende un Estado.

El Espejo Enterrado nos brinda un reflejo que abarca 500 años a partir del primer viaje de Cristóbal Colón, en una de las empresas intelectuales más significativas que produjo memorias y querellas. Unas y otras son para Carlos Fuentes motivo de una reflexión histórica tan rica en imaginación y poder de síntesis como en equilibrio analítico ante lo que fue no sólo una conquista militar y espiritual, sino el nacimiento fechado y preciso del mundo tal como hoy lo miramos.

Por ello El Espejo Enterrado reúne así la leyenda de los soles que cultivaron las civilizaciones prehispánicas, como las crónicas de los soldados y sacerdotes españoles que encontraron un Nuevo Mundo. Carlos Fuentes no se detiene en el largo siglo 16 y avanza hacia nuestros días, escribiendo sin dejar de atender una y otra orillas del orbe hispánico. Gracias a su libro, la historia de los pueblos hispanohablantes se torna una sola, mediante el complejo poder de los espejos que Carlos Fuentes invoca en estas páginas inolvidables.

Es tiempo ya de volver los ojos a la política y ejercerla. Es tiempo ya de encontrar nuestra imagen perdida y reconocerla. La imagen del México renovado; la del México del tercer milenio; la del México nuevo.


pacofonn@yahoo.com.mx

Es tiempo ya de volver los ojos a la política y ejercerla. Ejercerla a plenitud, sabiendo. La política es la actividad primaria del ser humano. Hacemos política permanentemente. El lema de mi querida y recordada Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales, hoy Facultad, reza: “El hombre es, por naturaleza, un animal político”.

Es una actividad natural. La política no se enseña, se trae adentro, se genera, se procesa y se ejerce. Hacemos política en la casa, en la escuela, en la fábrica, en la oficina, en nuestra vida de relación. La política nos mueve y nos incita; es un instrumento eficaz, el mejor, para la administración pública, y para obtener un adecuado desenvolvimiento social. No se puede participar en el quehacer nacional sin acceder a la política.

Muchas tribulaciones ha soportado nuestro sistema político. Durante los últimos años hemos visto las virulencias que se producen en el orden social de no resolverse cuestiones fundamentales, intranquilidad y conductas antisociales. En el orden económico la situación muestra igualmente preocupación, poco poder adquisitivo, alza de precios, altos intereses.

En el orden político las cosas están más delicadas; éste ha sido vulnerado desde hace treinta años. Como ejemplo baste citar que el entonces partido de las mayorías, aplanadora en su tiempo, se debilitó en gran forma en la pendiente que desembocó en 1990; se pretendió fortalecerlo inmediatamente después, pero el tiempo era a destiempo, y así siguió debilitándose, y perdió escaños, curules y gubernaturas. Sus cuadros políticos desaparecieron prácticamente en el Distrito Federal desde 1986. Los comités distritales se convirtieron en entidades huecas, panales sin trabajadores, sin sustancia. Y ese fenómeno se repitió en el país. Se perdió el oficio político.

La política es la forma de actuación, la pauta decisoria en la vida nacional. La política debe identificarse con programas de contenido de lo que se está haciendo.

Rodee, Anderson y Christol autores del libro Introducción a la ciencia política sugieren que “se puede definir la ciencia política como la ciencia del Estado, o como una rama de las ciencias sociales que se ocupa de la teoría, organización, gobierno y práctica del Estado”. Es necesario hacer coincidir las labores del gobierno con la política; esto ya lo visualizaba hace años el politólogo Karl Deutsch, en cuyo libro Los Nervios del Gobierno decía que “lo más importante es que la política y el gobierno sean esencialmente procesos de dirección y coordinación de esfuerzos humanos hacia la obtención de metas establecidas”.

Hoy, después de treinta años, entre ellos el docenato panista, el sistema se ha alertado y despierta de su letargo. Hay momentos de desconcierto en el país. Hoy vivimos el fenómeno político social llamado democracia; otros le llaman, desde el año 2000, alternancia en el poder. México tiene en la actualidad un partido político superpoderoso, una aplanadora, dos pequeños, y varios chiquitos que tiran hacia todas direcciones.

El Presidente de la República se empeña en procurar un cambio, sobre todo en las mentalidades de la clase política y de la población en general. No es fácil. Porque pretende hacer entender que no habrá más corrupción. Y el pueblo lo entiende, pero no le cree. Hemos estado acostumbrados a la corrupción desde hace más de 80 años. Y por supuesto a su gemela: la impunidad.

Posiblemente el cambio se haga realidad. Es un cambio que recorre el país. Se busca la imagen perdida, el espejo enterrado de Carlos Fuentes. Se encontrará, no hay duda. Es el cambio. Es el oficio. El oficio de la política. Sin los hombres adecuados no hay oficio; sin oficio no hay política; sin política no se entiende un Estado.

El Espejo Enterrado nos brinda un reflejo que abarca 500 años a partir del primer viaje de Cristóbal Colón, en una de las empresas intelectuales más significativas que produjo memorias y querellas. Unas y otras son para Carlos Fuentes motivo de una reflexión histórica tan rica en imaginación y poder de síntesis como en equilibrio analítico ante lo que fue no sólo una conquista militar y espiritual, sino el nacimiento fechado y preciso del mundo tal como hoy lo miramos.

Por ello El Espejo Enterrado reúne así la leyenda de los soles que cultivaron las civilizaciones prehispánicas, como las crónicas de los soldados y sacerdotes españoles que encontraron un Nuevo Mundo. Carlos Fuentes no se detiene en el largo siglo 16 y avanza hacia nuestros días, escribiendo sin dejar de atender una y otra orillas del orbe hispánico. Gracias a su libro, la historia de los pueblos hispanohablantes se torna una sola, mediante el complejo poder de los espejos que Carlos Fuentes invoca en estas páginas inolvidables.

Es tiempo ya de volver los ojos a la política y ejercerla. Es tiempo ya de encontrar nuestra imagen perdida y reconocerla. La imagen del México renovado; la del México del tercer milenio; la del México nuevo.


pacofonn@yahoo.com.mx