/ sábado 18 de julio de 2020

Enemigo público numero uno

Así calificó el director de la OMS –Tedros Adhanon Gheberyesus-, a la pandemia del Covid19. Insistió en que hay desgobiernos ajenos al peligro, que no toman las medidas necesarias para contenerla. ¿A quién se referiría?

Por lo pronto al señor Trump y a nuestro distinguido tlatoani. Ninguno de los dos está preocupado por los miles de contagios diarios, el número de muertes y la urgencia de una estrategia, para atajarla.

López Obrador le echó la responsabilidad al incalificable López Gatell, mientras minimiza sus consecuencias y sus alcances, desde que se dieron los primeros casos.

Día a día crece la confusión, envuelta en la demagogia del médico, que se convirtió en político y que no ha dado una, en sus pronósticos. Empezó con sus conferencias vespertinas en las que, semana a semana prometía que la curva iba a descender: hasta ahora, sólo crece.

Hace alarde de que no se han sobresaturado los servicios médicos cuando, en entidades como Tabasco, están en el hoyo. Culpa, en imitación del tabasqueño, a los gobernadores, a la sociedad por tener enfermedades previas, a cualquier ocurrencia, antes de aceptar lo que sería su deber de coordinar, apoyar y dar las pautas para –palabra favorita de AMLO-, “domarla”.

Las cifras hablan por sí solas. “De los 20 países con mayor población en el mundo, México ocupa el tercer lugar en muertes al día, por millón de habitantes (36 mil 906, hasta antes de ayer). Para la Organización Mundial de la Salud, estamos en el quinto lugar del orbe.

“Entre el tres y el diez de junio, cada dos minutos murió una persona por Covid y 14 se contagiaron. Hasta principios de julio había un 23 por ciento del personal médico contagiado, quizá la tasa más alta del mundo” (Pablo Hiriart).

La “histerieta” presidencial no cede. Sigue con el cuento de que “va a la baja”, con lo que fomenta la falta de credibilidad en el mal, por parte de enormes sectores de la población. Las encuestas señalan que, sobre todo los jóvenes, la consideran una fantasía.

Quienes han perdido a un ser querido, lo ven de otra forma. El inmenso dolor de ni siquiera haberse podido despedir. La muerte en soledad es deplorable e imperdonable, cuando se sabe que, de haber tenido estrategia, se podrían haber evitado un buen número. Alguien tiene que cubrir este adeudo con miles de familias en la desolación y no son otros que López Gatell y López Obrador.

A mediados de marzo, el gobierno federal repartió un volante en el que sostenía que no había porqué cancelar eventos, ni actividades escolares y sociales. La realidad obligó al confinamiento, pero siguieron con las señales encontradas.

A nadie escapa el golpe económico. El desempleo de más de un millón, una auténtica tragedia. El cierre de miles de pequeños y medianos negocios; los recortes de personal como espada de Damocles sobre la cabeza de hombres y mujeres que ven imposible conseguir otro empleo, mientras no se logre medio estabilizar la situación.

Para todos, la epidemia ha sido trágica, menos para un gobierno en plena campaña electorera, sin otra preocupación que conservar la mayoría el próximo año. Para López Gatell significa el impulso a su carrera política, vergüenza de vergüenzas para alguien que hizo el juramento de Hipócrates.

Tendrán que responsabilizarse de los cementerios llenos, del dolor que recorre a la República. Por lo pronto, al tal dizque galeno se le debería retirar la licencia para ejercer.


catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

Así calificó el director de la OMS –Tedros Adhanon Gheberyesus-, a la pandemia del Covid19. Insistió en que hay desgobiernos ajenos al peligro, que no toman las medidas necesarias para contenerla. ¿A quién se referiría?

Por lo pronto al señor Trump y a nuestro distinguido tlatoani. Ninguno de los dos está preocupado por los miles de contagios diarios, el número de muertes y la urgencia de una estrategia, para atajarla.

López Obrador le echó la responsabilidad al incalificable López Gatell, mientras minimiza sus consecuencias y sus alcances, desde que se dieron los primeros casos.

Día a día crece la confusión, envuelta en la demagogia del médico, que se convirtió en político y que no ha dado una, en sus pronósticos. Empezó con sus conferencias vespertinas en las que, semana a semana prometía que la curva iba a descender: hasta ahora, sólo crece.

Hace alarde de que no se han sobresaturado los servicios médicos cuando, en entidades como Tabasco, están en el hoyo. Culpa, en imitación del tabasqueño, a los gobernadores, a la sociedad por tener enfermedades previas, a cualquier ocurrencia, antes de aceptar lo que sería su deber de coordinar, apoyar y dar las pautas para –palabra favorita de AMLO-, “domarla”.

Las cifras hablan por sí solas. “De los 20 países con mayor población en el mundo, México ocupa el tercer lugar en muertes al día, por millón de habitantes (36 mil 906, hasta antes de ayer). Para la Organización Mundial de la Salud, estamos en el quinto lugar del orbe.

“Entre el tres y el diez de junio, cada dos minutos murió una persona por Covid y 14 se contagiaron. Hasta principios de julio había un 23 por ciento del personal médico contagiado, quizá la tasa más alta del mundo” (Pablo Hiriart).

La “histerieta” presidencial no cede. Sigue con el cuento de que “va a la baja”, con lo que fomenta la falta de credibilidad en el mal, por parte de enormes sectores de la población. Las encuestas señalan que, sobre todo los jóvenes, la consideran una fantasía.

Quienes han perdido a un ser querido, lo ven de otra forma. El inmenso dolor de ni siquiera haberse podido despedir. La muerte en soledad es deplorable e imperdonable, cuando se sabe que, de haber tenido estrategia, se podrían haber evitado un buen número. Alguien tiene que cubrir este adeudo con miles de familias en la desolación y no son otros que López Gatell y López Obrador.

A mediados de marzo, el gobierno federal repartió un volante en el que sostenía que no había porqué cancelar eventos, ni actividades escolares y sociales. La realidad obligó al confinamiento, pero siguieron con las señales encontradas.

A nadie escapa el golpe económico. El desempleo de más de un millón, una auténtica tragedia. El cierre de miles de pequeños y medianos negocios; los recortes de personal como espada de Damocles sobre la cabeza de hombres y mujeres que ven imposible conseguir otro empleo, mientras no se logre medio estabilizar la situación.

Para todos, la epidemia ha sido trágica, menos para un gobierno en plena campaña electorera, sin otra preocupación que conservar la mayoría el próximo año. Para López Gatell significa el impulso a su carrera política, vergüenza de vergüenzas para alguien que hizo el juramento de Hipócrates.

Tendrán que responsabilizarse de los cementerios llenos, del dolor que recorre a la República. Por lo pronto, al tal dizque galeno se le debería retirar la licencia para ejercer.


catalinanq@hotmail.com

@catalinanq