/ miércoles 26 de mayo de 2021

Escepticismo de Cuauhtémoc

A diez días de las elecciones, Andrés Manuel López Obrador se empeña en mantener la mayoría de Morena y sus partidos afines en la Cámara de Diputados; lo hace con el recurso de prolongar el discurso de condena a los gobiernos de administraciones anteriores y de explotar el hábito de hablar mal del gobierno y de los políticos, sin el análisis de diferencias y matices que caracteriza a buena parte de la población. Así, el presidente de la República cuenta con un cómodo apoyo mayoritario en las encuestas de opinión, no obstante que esa popularidad se ha reducido a poco más del 50 por ciento del total.

No obstante esos índices, se observa en el país una creciente corriente de crítica al gobierno de López Obrador, en buena parte consecuencia del desencanto de una opinión calificada que aún con el voto a su favor en las urnas en 2018, se muestra desencantada frente a los resultados de la política de la autollamada cuarta transformación. Son cada vez más los intelectuales, analistas políticos, comentaristas o periodistas de diversas tendencias que se suman al escepticismo, cuando no crítica abierta al gobierno de López Obrador. Destaca entre ellos, por su significación, la opinión del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, quien en el reciente foro Jesús Silva-Herzog Flores subrayó la dificultad, por no decir imposibilidad, de considerar al actual como un gobierno de izquierda. Del hijo de Lázaro Cárdenas nadie, ni el propio López Obrador en sus delirios de persecución podría decir que es un conservador, enemigo de las clases populares o neoliberal incorregible. Gobernador de Michoacán, uno de los fundadores del Partido de la Revolución Democrática, tres veces candidato a la presidencia, jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Cárdenas es ante todo moral y políticamente honesto aún en los errores que haya podido cometer en su trayectoria en la vida pública.

Cuauhtémoc Cárdenas aceptó finalmente participar en la exposición y análisis de temas específicos en el Frente en Defensa de la Constitución y la República, convocado por Porfirio Muñoz Ledo, su antiguo compañero en la corriente que pretendía la democratización del PRI, de la que surgió el PRD y dio vida a un concepto moderno y actual de la izquierda mexicana. Con esa honestidad que lo caracteriza, Cuauhtémoc Cárdenas hace una crítica serena, madura del gobierno de López Obrador al que, si bien reconoce la bondad de algunos programas sociales, niega la caracterización de izquierdista y hace crítica de cuestiones tan importantes como la economía y la seguridad pública, así como del manejo de Petróleos Mexicanos y del sector energético del país. Bien haría López Obrador en abandonar su manido argumento del conservadurismo enemigo y escuchar voces tan autorizadas por su prestigio y su palmarés como la de Cárdenas, verdadera izquierda mexicana.

El supuesto izquierdismo de López Obrador parte de una interpretación errónea y trasnochada de esa tendencia en el mundo. Al socialismo utópico, anarquizante de Mijail Bakunin y Errico Malatesta, a mediados del siglo XIX siguió el socialismo científico de Carlos Marx y Federico Engels. Pero no fue sino hasta principios del siglo XX cuando inesperadamente surgió en Rusia el experimento que llevó a la práctica las teorías de Engels y Marx con la creación de la Unión Soviética sostenida por el nuevo concepto del marxismo-leninismo que en unos cuantos años cobró fuerza en muchos otros países e inspiró a movimientos de izquierda socialista en otras partes del mundo. Propósitos fundamentales para la construcción del comunismo planteada por Lenin fueron la dictadura del proletariado y la supresión total del capital para sustituirlo por el Estado. Aunque muertas por el fracaso del socialismo marxista y su derrota frente al capitalismo, subsisten ideas que pretenden una imposible continuación del marxismo-leninismo y sus dogmatismos. López Obrador, como otros supuestos izquierdistas, mantiene el odio al capitalismo sin por ello plantear su exterminio, como se buscaba en los años del socialismo soviético. En esa confusión radica el error fundamental del socialismo que presume López Obrador incluso en su discurso que lo llevó a hacer una cita pública de Carlos Marx en reciente prédica mañanera. Esa postura errónea del socialismo exterminador pasa por alto los cambios que la izquierda moderna en el mundo ha impreso en el concepto del socialismo. Aún en los sistemas más radicales del socialismo como China o Cuba se acepta como imprescindible la participación del capital privado y su contribución al desarrollo y a la justicia social. Contener los excesos y abusos del capitalismo y someterlo con el control racional del Estado a una política y programas que redunden en una verdadera justicia social. Construir, en vez de aniquilar es una clave del socialismo moderno.

srio1934@gmail.com

A diez días de las elecciones, Andrés Manuel López Obrador se empeña en mantener la mayoría de Morena y sus partidos afines en la Cámara de Diputados; lo hace con el recurso de prolongar el discurso de condena a los gobiernos de administraciones anteriores y de explotar el hábito de hablar mal del gobierno y de los políticos, sin el análisis de diferencias y matices que caracteriza a buena parte de la población. Así, el presidente de la República cuenta con un cómodo apoyo mayoritario en las encuestas de opinión, no obstante que esa popularidad se ha reducido a poco más del 50 por ciento del total.

No obstante esos índices, se observa en el país una creciente corriente de crítica al gobierno de López Obrador, en buena parte consecuencia del desencanto de una opinión calificada que aún con el voto a su favor en las urnas en 2018, se muestra desencantada frente a los resultados de la política de la autollamada cuarta transformación. Son cada vez más los intelectuales, analistas políticos, comentaristas o periodistas de diversas tendencias que se suman al escepticismo, cuando no crítica abierta al gobierno de López Obrador. Destaca entre ellos, por su significación, la opinión del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, quien en el reciente foro Jesús Silva-Herzog Flores subrayó la dificultad, por no decir imposibilidad, de considerar al actual como un gobierno de izquierda. Del hijo de Lázaro Cárdenas nadie, ni el propio López Obrador en sus delirios de persecución podría decir que es un conservador, enemigo de las clases populares o neoliberal incorregible. Gobernador de Michoacán, uno de los fundadores del Partido de la Revolución Democrática, tres veces candidato a la presidencia, jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Cárdenas es ante todo moral y políticamente honesto aún en los errores que haya podido cometer en su trayectoria en la vida pública.

Cuauhtémoc Cárdenas aceptó finalmente participar en la exposición y análisis de temas específicos en el Frente en Defensa de la Constitución y la República, convocado por Porfirio Muñoz Ledo, su antiguo compañero en la corriente que pretendía la democratización del PRI, de la que surgió el PRD y dio vida a un concepto moderno y actual de la izquierda mexicana. Con esa honestidad que lo caracteriza, Cuauhtémoc Cárdenas hace una crítica serena, madura del gobierno de López Obrador al que, si bien reconoce la bondad de algunos programas sociales, niega la caracterización de izquierdista y hace crítica de cuestiones tan importantes como la economía y la seguridad pública, así como del manejo de Petróleos Mexicanos y del sector energético del país. Bien haría López Obrador en abandonar su manido argumento del conservadurismo enemigo y escuchar voces tan autorizadas por su prestigio y su palmarés como la de Cárdenas, verdadera izquierda mexicana.

El supuesto izquierdismo de López Obrador parte de una interpretación errónea y trasnochada de esa tendencia en el mundo. Al socialismo utópico, anarquizante de Mijail Bakunin y Errico Malatesta, a mediados del siglo XIX siguió el socialismo científico de Carlos Marx y Federico Engels. Pero no fue sino hasta principios del siglo XX cuando inesperadamente surgió en Rusia el experimento que llevó a la práctica las teorías de Engels y Marx con la creación de la Unión Soviética sostenida por el nuevo concepto del marxismo-leninismo que en unos cuantos años cobró fuerza en muchos otros países e inspiró a movimientos de izquierda socialista en otras partes del mundo. Propósitos fundamentales para la construcción del comunismo planteada por Lenin fueron la dictadura del proletariado y la supresión total del capital para sustituirlo por el Estado. Aunque muertas por el fracaso del socialismo marxista y su derrota frente al capitalismo, subsisten ideas que pretenden una imposible continuación del marxismo-leninismo y sus dogmatismos. López Obrador, como otros supuestos izquierdistas, mantiene el odio al capitalismo sin por ello plantear su exterminio, como se buscaba en los años del socialismo soviético. En esa confusión radica el error fundamental del socialismo que presume López Obrador incluso en su discurso que lo llevó a hacer una cita pública de Carlos Marx en reciente prédica mañanera. Esa postura errónea del socialismo exterminador pasa por alto los cambios que la izquierda moderna en el mundo ha impreso en el concepto del socialismo. Aún en los sistemas más radicales del socialismo como China o Cuba se acepta como imprescindible la participación del capital privado y su contribución al desarrollo y a la justicia social. Contener los excesos y abusos del capitalismo y someterlo con el control racional del Estado a una política y programas que redunden en una verdadera justicia social. Construir, en vez de aniquilar es una clave del socialismo moderno.

srio1934@gmail.com