/ domingo 16 de junio de 2024

Fórmulas para prosperar

Establecidas las condiciones de esta nueva etapa, corresponde a las y los ciudadanos avanzar en la construcción de una sociedad inteligente y corresponsable. Debemos asumir que este cambio de época no termina con el ejercicio de un derecho democrático, sino con una participación constante en los asuntos públicos, que son los asuntos de todos.

Enfocarnos en mejorar nuestras comunidades; en contar con servicios públicos óptimos; cuidar los recursos naturales, especialmente el agua; contribuir con nuestra denuncia civil para visibilizar los problemas que nos afectan; actuar en lo que nos toca como vecinos para mejorar las condiciones de vida de los que viven en la misma calle y colonia; son las formas en las que podemos aportar para que consolidemos no solo las decisiones que tomamos, sino las medidas que las hacen realidad.

Seguimos padeciendo rezagos y una desigualdad importante en acceso a oportunidades y a satisfactores, pero estamos en un momento clave para, juntos, llevar a cabo las soluciones necesarias para corregir y crecer.

Las naciones que han logrado esa racha de prosperidad han tenido aspectos en común que debemos analizar cuidadosamente. Cada país es distinto, pero las constantes que se han repetido en sus periodos de mayor crecimiento son valiosas y aplicables a la realidad que México vive hoy.

Pueden considerarse fórmulas, aunque en lo social apostar a éstas no siempre resulta una buena idea, porque el comportamiento y el sentimiento de las sociedades cambia, se adapta o modifica su percepción respecto de los asuntos que estima prioritarios en día a día. Sin embargo, la madurez que experimenta una comunidad es un factor que lleva tiempo, pero cuando surge es el paso anterior a que inicien cambios profundos y duraderos.

Una de estas posibles rutas es el lograr acuerdos mínimos y máximos. Si lo vemos desde esta perspectiva, estos seis años (tal vez muchos más antes) han sido no solo de construir cimientos, sino una nueva consciencia acerca de lo que es básico para edificar una sociedad mejor. Creo que no hay demasiada discusión en este momento acerca de la relevancia que tiene el apoyo social universal para los segmentos de la población que más lo requieren, como son las y los adultos mayores, las mujeres que son cabeza de familias, la niñez y los jóvenes.

Tampoco considero que haya un debate importante sobre la urgencia de contar con sistemas de salud y educación públicos y universales que funcionen en las mejores condiciones posibles. Habrá varios “cómos”; pero de que esos servicios son clave, existen pocas dudas.

¿Cuáles tendrían que ser los acuerdos máximos? Esa es una buena respuesta para la siguiente etapa de este cambio de época. Si tuviéramos los acuerdos básicos para brindarle oportunidades a la mayoría de la gente, ¿qué necesitamos para otorgar todavía mejores condiciones de vida? Seguramente coincidiremos en que empleos cada vez más dignos y estables; vecindarios con espacios públicos y abiertos para que la comunidad conviva en paz; la activación de industrias propias y el desarrollo de la infraestructura que nos hará falta en el futuro para, por ejemplo, viajar, reciclar o invertir en un negocio propios, son acuerdos sociales de segundo nivel, en cuanto las necesidades mínimas estuvieran satisfechas en nuestros hogares. Y así, podríamos hablar de muchas otras alternativas para generar nuevos acuerdos, en lo mínimo y en lo máximo; en lo necesario y en lo ideal.

Una segunda fórmula es gozar y defender los derechos civiles que hemos obtenido, pero también cumpliendo con nuestras obligaciones como ciudadanos. Consagrar estos derechos en el marco legal, darles rango constitucional, es el fundamento de un Estado de Bienestar auténtico. Ejercer esos derechos, como ya lo hicimos hace quince días, es la culminación de una democracia. Sin embargo, falta hacer valer otros, a la par de que hacemos los que nos corresponde.

No podemos demandar cívicamente, sin dar a cambio lo que nos toca hacer, y eso es comportarnos como ciudadanos inteligentes. Tenemos que cuidar el agua, hay que aumentar el reciclaje de la basura en nuestros hogares, es urgente dejar de usar tanto el automóvil, debemos hacernos cargo de nuestra salud y de una buena nutrición para evitar enfermedades y hay que rechazar cualquier forma de violencia calle por calle, por compartir algunos ejemplos.

Y, si ya vamos a hacer lo que nos toca, entonces debemos llevar a cabo, todo el tiempo y todos los días, actos de corresponsabilidad. Esa es la tercera fórmula que parece funcionar. Asumir que las autoridades siempre tienen una parte de responsabilidad y nosotros los ciudadanos tenemos otra. Uno si el otro no puede avanzar para construir una sociedad que prospera. Nuestra riqueza es convencernos de que cada uno es indispensable para esta siguiente etapa y que, si estos caminos han funcionado, será importante seguirlos, aunque no sean los únicos y podamos encontrar algunos mejores.

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Establecidas las condiciones de esta nueva etapa, corresponde a las y los ciudadanos avanzar en la construcción de una sociedad inteligente y corresponsable. Debemos asumir que este cambio de época no termina con el ejercicio de un derecho democrático, sino con una participación constante en los asuntos públicos, que son los asuntos de todos.

Enfocarnos en mejorar nuestras comunidades; en contar con servicios públicos óptimos; cuidar los recursos naturales, especialmente el agua; contribuir con nuestra denuncia civil para visibilizar los problemas que nos afectan; actuar en lo que nos toca como vecinos para mejorar las condiciones de vida de los que viven en la misma calle y colonia; son las formas en las que podemos aportar para que consolidemos no solo las decisiones que tomamos, sino las medidas que las hacen realidad.

Seguimos padeciendo rezagos y una desigualdad importante en acceso a oportunidades y a satisfactores, pero estamos en un momento clave para, juntos, llevar a cabo las soluciones necesarias para corregir y crecer.

Las naciones que han logrado esa racha de prosperidad han tenido aspectos en común que debemos analizar cuidadosamente. Cada país es distinto, pero las constantes que se han repetido en sus periodos de mayor crecimiento son valiosas y aplicables a la realidad que México vive hoy.

Pueden considerarse fórmulas, aunque en lo social apostar a éstas no siempre resulta una buena idea, porque el comportamiento y el sentimiento de las sociedades cambia, se adapta o modifica su percepción respecto de los asuntos que estima prioritarios en día a día. Sin embargo, la madurez que experimenta una comunidad es un factor que lleva tiempo, pero cuando surge es el paso anterior a que inicien cambios profundos y duraderos.

Una de estas posibles rutas es el lograr acuerdos mínimos y máximos. Si lo vemos desde esta perspectiva, estos seis años (tal vez muchos más antes) han sido no solo de construir cimientos, sino una nueva consciencia acerca de lo que es básico para edificar una sociedad mejor. Creo que no hay demasiada discusión en este momento acerca de la relevancia que tiene el apoyo social universal para los segmentos de la población que más lo requieren, como son las y los adultos mayores, las mujeres que son cabeza de familias, la niñez y los jóvenes.

Tampoco considero que haya un debate importante sobre la urgencia de contar con sistemas de salud y educación públicos y universales que funcionen en las mejores condiciones posibles. Habrá varios “cómos”; pero de que esos servicios son clave, existen pocas dudas.

¿Cuáles tendrían que ser los acuerdos máximos? Esa es una buena respuesta para la siguiente etapa de este cambio de época. Si tuviéramos los acuerdos básicos para brindarle oportunidades a la mayoría de la gente, ¿qué necesitamos para otorgar todavía mejores condiciones de vida? Seguramente coincidiremos en que empleos cada vez más dignos y estables; vecindarios con espacios públicos y abiertos para que la comunidad conviva en paz; la activación de industrias propias y el desarrollo de la infraestructura que nos hará falta en el futuro para, por ejemplo, viajar, reciclar o invertir en un negocio propios, son acuerdos sociales de segundo nivel, en cuanto las necesidades mínimas estuvieran satisfechas en nuestros hogares. Y así, podríamos hablar de muchas otras alternativas para generar nuevos acuerdos, en lo mínimo y en lo máximo; en lo necesario y en lo ideal.

Una segunda fórmula es gozar y defender los derechos civiles que hemos obtenido, pero también cumpliendo con nuestras obligaciones como ciudadanos. Consagrar estos derechos en el marco legal, darles rango constitucional, es el fundamento de un Estado de Bienestar auténtico. Ejercer esos derechos, como ya lo hicimos hace quince días, es la culminación de una democracia. Sin embargo, falta hacer valer otros, a la par de que hacemos los que nos corresponde.

No podemos demandar cívicamente, sin dar a cambio lo que nos toca hacer, y eso es comportarnos como ciudadanos inteligentes. Tenemos que cuidar el agua, hay que aumentar el reciclaje de la basura en nuestros hogares, es urgente dejar de usar tanto el automóvil, debemos hacernos cargo de nuestra salud y de una buena nutrición para evitar enfermedades y hay que rechazar cualquier forma de violencia calle por calle, por compartir algunos ejemplos.

Y, si ya vamos a hacer lo que nos toca, entonces debemos llevar a cabo, todo el tiempo y todos los días, actos de corresponsabilidad. Esa es la tercera fórmula que parece funcionar. Asumir que las autoridades siempre tienen una parte de responsabilidad y nosotros los ciudadanos tenemos otra. Uno si el otro no puede avanzar para construir una sociedad que prospera. Nuestra riqueza es convencernos de que cada uno es indispensable para esta siguiente etapa y que, si estos caminos han funcionado, será importante seguirlos, aunque no sean los únicos y podamos encontrar algunos mejores.

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