/ miércoles 5 de septiembre de 2018

¿Gobierno colérico?

Pasó el tiempo de la política colérica, afirmó desde la tribuna el presidente de la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo. Un gobierno de enojados, de coléricos, como se define en los Cuatro Temperamentos del médico y filósofo griego Claudio Galeno, olvida su triunfo en las elecciones y ejerce el poder ante el vencido con la rudeza innecesaria que, oposición, atribuyó a la “mafia” a la que castiga con su mayoría. El temperamento colérico tiene rasgos de acción rápida y desequilibrada, nerviosa y afán de dominio.

Como en sus episodios de cólera desatada, contingentes del partido Morena y sus aliados irrumpen en la instalación del Congreso, y desatan el desorden con insultos e imprecaciones a diputados y senadores del PRI. Los que estaban abajo ahora se encuentran arriba, pero su actitud belicosa e intolerante no ha cambiado.

Lo ocurrido en el recinto de la Cámara de Diputados no es sino una parte de las revanchas que la nueva hegemonía política empieza a tomar en contra del pasado inmediato. Entre los cambios que el partido unipersonal propone haciendo uso del “mayoriteo” del que tanto se quejó, hay evidentes contradicciones que niegan el afán justiciero enarbolado desde la campaña.

Algunos ejemplos: Entre las iniciativas que Morena presentará destacan la revocación del mandato presidencial o la desaparición del llamado fuero a los servidores públicos, desde el jefe del Ejecutivo hasta el último funcionario. La mayoría parlamentaria de Morena pasa por alto el caso de uno de sus candidatos a senador, Napoleón Gómez Urrutia, quien volvió al país escudado en el supuesto fuero que le daría un escaño y rodeado de un impresionante grupo de guardaespaldas, los mismos a los que dice renunciar el todavía presidente electo y de los que quiere despojar a todo miembro de su administración.

El fuero no existe como tal en la legislación política mexicana. Ocurre, sí, que a la inmunidad y a ciertas condiciones para el juicio político a funcionarios públicos se da una interpretación errónea. Según la Constitución, los representantes populares, diputados o senadores, no pueden ser molestados en sus expresiones como tales. Al Presidente de la República sólo se lo puede someter a juicio político por delitos graves del fuero común o por traición a la patria –colaborar con el enemigo en guerra extranjera—, pero no por actos de su administración. La inmunidad de legisladores o funcionarios públicos no es la figura –religión y fuero-- que desapareció desde las Leyes de Reforma.

Con la revocación del mandato y con la cancelación de supuestos fueros, en realidad se abre la puerta para posibles juicios a funcionarios, incluido el Presidente de la República, desde el comienzo de la próxima administración. La cólera contra el pasado, un gobierno de enojados soslaya que la revocación del mandato puede convertirse en un arma política que empleada por grupos o corrientes opositoras o en el poder, desestabilice las instituciones y la certidumbre que emana del sistema electoral. La permanencia de quien ha sido designado por voluntad de la ciudadanía no puede estar sujeta al capricho o las pasiones de corriente política alguna.

El desquite de pasadas frustraciones, la vendeta, la cólera o el odio, no pueden ser los elementos o los instrumentos para el ejercicio civilizado de la democracia.

La mayoría parlamentaria de Morena pasa por alto el caso de uno de sus candidatos a senador, Napoleón Gómez Urrutia, quien volvió al país escudado en el supuesto fuero que le daría un escaño y rodeado de un impresionante grupo de guardaespaldas, los mismos a los que dice renunciar el todavía presidente electo y de los que quiere despojar a todo miembro de su administración. La inmunidad de legisladores no es la figura que desapareció desde las Leyes de Reforma

Srio28@prodigy.net.mx


Pasó el tiempo de la política colérica, afirmó desde la tribuna el presidente de la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo. Un gobierno de enojados, de coléricos, como se define en los Cuatro Temperamentos del médico y filósofo griego Claudio Galeno, olvida su triunfo en las elecciones y ejerce el poder ante el vencido con la rudeza innecesaria que, oposición, atribuyó a la “mafia” a la que castiga con su mayoría. El temperamento colérico tiene rasgos de acción rápida y desequilibrada, nerviosa y afán de dominio.

Como en sus episodios de cólera desatada, contingentes del partido Morena y sus aliados irrumpen en la instalación del Congreso, y desatan el desorden con insultos e imprecaciones a diputados y senadores del PRI. Los que estaban abajo ahora se encuentran arriba, pero su actitud belicosa e intolerante no ha cambiado.

Lo ocurrido en el recinto de la Cámara de Diputados no es sino una parte de las revanchas que la nueva hegemonía política empieza a tomar en contra del pasado inmediato. Entre los cambios que el partido unipersonal propone haciendo uso del “mayoriteo” del que tanto se quejó, hay evidentes contradicciones que niegan el afán justiciero enarbolado desde la campaña.

Algunos ejemplos: Entre las iniciativas que Morena presentará destacan la revocación del mandato presidencial o la desaparición del llamado fuero a los servidores públicos, desde el jefe del Ejecutivo hasta el último funcionario. La mayoría parlamentaria de Morena pasa por alto el caso de uno de sus candidatos a senador, Napoleón Gómez Urrutia, quien volvió al país escudado en el supuesto fuero que le daría un escaño y rodeado de un impresionante grupo de guardaespaldas, los mismos a los que dice renunciar el todavía presidente electo y de los que quiere despojar a todo miembro de su administración.

El fuero no existe como tal en la legislación política mexicana. Ocurre, sí, que a la inmunidad y a ciertas condiciones para el juicio político a funcionarios públicos se da una interpretación errónea. Según la Constitución, los representantes populares, diputados o senadores, no pueden ser molestados en sus expresiones como tales. Al Presidente de la República sólo se lo puede someter a juicio político por delitos graves del fuero común o por traición a la patria –colaborar con el enemigo en guerra extranjera—, pero no por actos de su administración. La inmunidad de legisladores o funcionarios públicos no es la figura –religión y fuero-- que desapareció desde las Leyes de Reforma.

Con la revocación del mandato y con la cancelación de supuestos fueros, en realidad se abre la puerta para posibles juicios a funcionarios, incluido el Presidente de la República, desde el comienzo de la próxima administración. La cólera contra el pasado, un gobierno de enojados soslaya que la revocación del mandato puede convertirse en un arma política que empleada por grupos o corrientes opositoras o en el poder, desestabilice las instituciones y la certidumbre que emana del sistema electoral. La permanencia de quien ha sido designado por voluntad de la ciudadanía no puede estar sujeta al capricho o las pasiones de corriente política alguna.

El desquite de pasadas frustraciones, la vendeta, la cólera o el odio, no pueden ser los elementos o los instrumentos para el ejercicio civilizado de la democracia.

La mayoría parlamentaria de Morena pasa por alto el caso de uno de sus candidatos a senador, Napoleón Gómez Urrutia, quien volvió al país escudado en el supuesto fuero que le daría un escaño y rodeado de un impresionante grupo de guardaespaldas, los mismos a los que dice renunciar el todavía presidente electo y de los que quiere despojar a todo miembro de su administración. La inmunidad de legisladores no es la figura que desapareció desde las Leyes de Reforma

Srio28@prodigy.net.mx