/ miércoles 18 de octubre de 2017

Gonzalo Martínez Corbalá, el valor de la diplomacia

A Gonzalo Martínez Corbalá, político, periodista, diplomático se lo recuerda muy especialmente por el papel que jugó en la política exterior de México cuando, embajador en Chile, interpretó con brillantez los principios del derecho de asilo y el respeto a la soberanía que han dado prestigio a México en el contexto internacional.

Tres días después del ataque al Palacio de La Moneda en el que el presidente de Chile, Salvador Allende, perdió la vida, el presidente  Luis Echeverría instruía al todavía embajador de México en ese país, Gonzalo Martínez Corbalá: a la una de la mañana del día siguiente estaría en el hangar presidencial un avión militar, un transporte de gran capacidad, que lo conduciría de retorno a Santiago. El embajador había llegado esa misma mañana en otro avión procedente de la capital chilena con varias decenas de refugiados a quienes él y personal de la embajada habían dado asilo, la mayoría huyendo de la persecución del ejército y la policía en las horas que siguieron al golpe de Estado que derrocó al presidente constitucional.

Entre los transportados por el embajador Martínez Corbalá se encontraban la señora Hortensia Bussi, en ese momento ya viuda del presidente sacrificado, su familia y funcionarios del gobierno depuesto manu militari. El Presidente Echeverría y su esposa María Esther Zuno de Echeverría encabezaron la emotiva bienvenida que se dio en el aeropuerto a los primeros exiliados.

En la embajada de México en Chile se encontraban cerca de quinientos perseguidos por las fuerzas militares; había que procurar el asilo, explicó el embajador al presidente. La disposición para hacerlo fue inmediata. Busque usted a Pablo Neruda, le dijo el Presidente. Ofrézcale a él y a su esposa Matilde la hospitalidad de México y la protección que sea necesaria.

Comenzaba así uno de los capítulos más significativos de la política exterior de México, en la que ha destacado por su defensa y práctica de asilo. En 1939 el presidente Lázaro Cárdenas había dado refugio a más de treinta mil republicanos españoles. Se estima que en 1973 y los meses que siguieron al golpe de Estado llegaron a México más de tres mil chilenos, que con sus familias elevaron el número a más de diez mil.

El embajador Martínez Corbalá cumplió la misión encomendada. Al día siguiente de su llegada a Chile quiso visitar al poeta y a su esposa en su casa de Isla Negra, pero Neruda estaba ya recluido en el hospital de Santiago. En principio rechazó la hospitalidad ofrecida; finalmente la aceptó, con la salvedad de que su estancia sería como huésped, no como refugiado. La salida sería el sábado 22, pero a última hora Pablo Neruda pidió cambiar el viaje al lunes 24. El domingo 23 falleció en la clínica donde era atendido.

Terminada la Guerra Civil Española, el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas decidió no reconocer a la dictadura de Francisco Franco y mantener la relación con el gobierno republicano, instalado en el exilio que México le concedió. El embajador Gilberto Bosques fue comisionado por el gobierno de Cárdenas, con el nombramiento de cónsul, para encargarse del traslado a México de miles de refugiados que permanecían en Francia tras abandonar su país perseguidos por la dictadura franquista. Al mismo tiempo, Gilberto Bosques daba protección a cientos de perseguidos del régimen de Adolfo Hitler en una Francia ocupada por el gobierno nazi.

Las posturas de los gobiernos de Lázaro Cárdenas y de Luis Echeverría son comparables, a través de la historia, como un ejemplo del valor de la diplomacia cuando ésta se aplica de acuerdo con los principios de autodeterminación y respeto a la soberanía de las naciones.

A Gonzalo Martínez Corbalá, político, periodista, diplomático se lo recuerda muy especialmente por el papel que jugó en la política exterior de México cuando, embajador en Chile, interpretó con brillantez los principios del derecho de asilo y el respeto a la soberanía que han dado prestigio a México en el contexto internacional.

Tres días después del ataque al Palacio de La Moneda en el que el presidente de Chile, Salvador Allende, perdió la vida, el presidente  Luis Echeverría instruía al todavía embajador de México en ese país, Gonzalo Martínez Corbalá: a la una de la mañana del día siguiente estaría en el hangar presidencial un avión militar, un transporte de gran capacidad, que lo conduciría de retorno a Santiago. El embajador había llegado esa misma mañana en otro avión procedente de la capital chilena con varias decenas de refugiados a quienes él y personal de la embajada habían dado asilo, la mayoría huyendo de la persecución del ejército y la policía en las horas que siguieron al golpe de Estado que derrocó al presidente constitucional.

Entre los transportados por el embajador Martínez Corbalá se encontraban la señora Hortensia Bussi, en ese momento ya viuda del presidente sacrificado, su familia y funcionarios del gobierno depuesto manu militari. El Presidente Echeverría y su esposa María Esther Zuno de Echeverría encabezaron la emotiva bienvenida que se dio en el aeropuerto a los primeros exiliados.

En la embajada de México en Chile se encontraban cerca de quinientos perseguidos por las fuerzas militares; había que procurar el asilo, explicó el embajador al presidente. La disposición para hacerlo fue inmediata. Busque usted a Pablo Neruda, le dijo el Presidente. Ofrézcale a él y a su esposa Matilde la hospitalidad de México y la protección que sea necesaria.

Comenzaba así uno de los capítulos más significativos de la política exterior de México, en la que ha destacado por su defensa y práctica de asilo. En 1939 el presidente Lázaro Cárdenas había dado refugio a más de treinta mil republicanos españoles. Se estima que en 1973 y los meses que siguieron al golpe de Estado llegaron a México más de tres mil chilenos, que con sus familias elevaron el número a más de diez mil.

El embajador Martínez Corbalá cumplió la misión encomendada. Al día siguiente de su llegada a Chile quiso visitar al poeta y a su esposa en su casa de Isla Negra, pero Neruda estaba ya recluido en el hospital de Santiago. En principio rechazó la hospitalidad ofrecida; finalmente la aceptó, con la salvedad de que su estancia sería como huésped, no como refugiado. La salida sería el sábado 22, pero a última hora Pablo Neruda pidió cambiar el viaje al lunes 24. El domingo 23 falleció en la clínica donde era atendido.

Terminada la Guerra Civil Española, el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas decidió no reconocer a la dictadura de Francisco Franco y mantener la relación con el gobierno republicano, instalado en el exilio que México le concedió. El embajador Gilberto Bosques fue comisionado por el gobierno de Cárdenas, con el nombramiento de cónsul, para encargarse del traslado a México de miles de refugiados que permanecían en Francia tras abandonar su país perseguidos por la dictadura franquista. Al mismo tiempo, Gilberto Bosques daba protección a cientos de perseguidos del régimen de Adolfo Hitler en una Francia ocupada por el gobierno nazi.

Las posturas de los gobiernos de Lázaro Cárdenas y de Luis Echeverría son comparables, a través de la historia, como un ejemplo del valor de la diplomacia cuando ésta se aplica de acuerdo con los principios de autodeterminación y respeto a la soberanía de las naciones.