A finales del siglo XIX y principios del XX, Yucatán vivía una de las etapas más difíciles en su historia. Una en la que las grandes empresas, los grandes terratenientes, los mediano-terratenientes se habían apoderado de la gran riqueza henequenera y a la gente pobre la hacían aún más pobre como peones en su propia tierra.
Yucatán está lejos del centro del país; pero por entonces lo estaba aún más porque las vías de comunicación para llegar eran prácticamente inexistentes. No era cosa de pensar en trenes turísticos para ver la vegetación de la ruta maya, era un asunto de comunicación y subsistencia; de fortaleza y de trabajo.
La oligarquía local, “La casta divina” como la bautizó Salvador Alvarado en 1915, era propietaria de vidas y almas; del capital y de sus beneficios; de la opulencia y el orgullo. A la gente de a pie no le quedaba más que seguir el día a día, cada uno como copia del anterior. Y así había ocurrido durante la colonia, prácticamente todo el siglo XIX y hasta principios del XX.
En 1915 llegó a Yucatán la Revolución Mexicana en una de sus facetas; llegó a Mérida Salvador Alvarado (Culiacán, Sinaloa, 1880), el hombre que transformaría los cimientos de la península lejana y su Ciudad Blanca, así llamada Mérida durante la Colonia porque era exclusiva de los blancos, de los propietarios, de los dueños de haciendas y el poder político-virreinal.
En enero de 1915, asesinaron al hermano de Venustiano, el general Jesús Carranza, comandante militar del Sureste, que abarcaba el territorio de Quintana Roo y los estados de Chiapas, Tabasco, Campeche y Yucatán
En su lugar fue enviado Salvador Alvarado, y unos días después se convirtió también en gobernador de Yucatán. A su llegada a la entidad se dio cuenta de las circunstancias de pobreza social del indígena yucateco y la riqueza de una élite abusiva y corrupta. A pesar de que en el país había estallado la Revolución Mexicana, en Yucatán parecía no ocurrir nada…
Alvarado cimbró a la entidad. La gente común se adhirió a su causa de un socialismo todavía con barruntos de utópico. Había sido militante del Partido Liberal Mexicano y pasó luego al Partido Antirreeleccionista. Era un hombre de ideas y de acción. Y supo gobernar con justicia.
Al entrar en vigor la Constitución mexicana de 1917 Alvarado quiso mantenerse como gobernador en la entidad. Quiso participar en las elecciones de noviembre de 1917, pero por ser sinaloense y sin domicilio en el estado durante un mínimo de cinco años seguidos, de acuerdo con la Constitución local, quedó inhabilitado para el cargo de gobernador.
Pero a su salida de Yucatán hizo algo aún más importante: apoyó a Felipe Carrillo Puerto en sus inquietudes políticas en la entidad. Este ya venía de hacer un periplo revolucionario en la capital del país y sobre todo en el sur, como parte del grupo zapatista.
El mismo Zapata lo nombra coronel de su ejército y es con esa condición como regresó a Yucatán para trabajar al lado de Alvarado en la transformación de la entidad y para ocuparse de la gubernatura como interino del 5 de septiembre al 24 de diciembre de 1918.
Felipe Santiago Carrillo Puerto nació en Motul, Yucatán el 8 de noviembre de 1874. Fue el segundo de 14 hijos del matrimonio del comerciante Justiniano Carrillo Pasos y Adela Puerto Palma
De niño ayudó en la tienda de su padre; luego fue repartidor de ganado vacuno y conductor de trenes en el Ferrocarril del Oriente. En Mérida conoció a Isabel Palma Puerto, con quien contrajo matrimonio. Tuvieron cuatro hijos. Se fueron a vivir a Motul, desde donde se dedicó al transporte de mercancías, lo que le permitió recorrer toda la península, aprender bien la lengua maya y conocer la situación precaria, los abusos y las injusticias en contra del pueblo.
A los 18 años fue encarcelado por exhortar al pueblo maya a derribar una cerca, construida por los hacendados en Dzununcán para impedir el paso de los indígenas. Fue liberado pronto.
Fue fundador de “El Heraldo Motul”, muy crítico de las autoridades locales y algunos personajes del lugar. Pero es ahí como se vincula a Delio Moreno Cantón, quien sería parte importante de su desarrollo político, aunque también se ocupó de hacer periodismo un largo trecho de su vida.
Felipe Carrillo Puerto llegó, asimismo con las ideas socialistas, ya radicalizado. Como candidato del Partido Socialista del Sureste ganó las elecciones en la entidad para ser gobernador el 1 de agosto de 1922 cargo en el que estuvo hasta el 3 de enero de 1924.
En el poco más de un año de su gobierno, Carrillo Puerto puso en práctica su sueño socialista en el sentido más hondo y exacto del ideal. Era un hombre puro. Un político sin tacha. Nunca traicionó a su pueblo yucateco y sí se preocupó por hacer las grandes reformas sociales en su entidad…
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‘Durante su gobierno se repartieron 664 mil 835 hectáreas, para beneficio de más de 30 mil familias. Se construyeron caminos para unir a la población y facilitar el acceso a los centros arqueológicos, cuya restauración inició durante su administración. Fundó la Comisión Local Agraria. Socializó la producción de los ejidos.
‘Fijó el salario mínimo. Promulgó leyes de Previsión Social, del Trabajo, del Inquilinato, del Divorcio, de Expropiación por causa de utilidad pública y de Revocación del mando público de funcionarios de elección popular.
‘Estableció los bautizos socialistas y las bodas comunitarias, así como la promoción del control natal. Creó cooperativas de producción y consumo; inició programas de socialización de la riqueza pública. Declaró de interés público la industria henequenera, reduciendo la producción de fibra e impulsó la Liga de Medianos y Pequeños Productores de Henequén, lo que representó un enfrentamiento directo con los hacendados henequeneros.
‘En educación, impulsó la educación racionalista. Fundó la Universidad Nacional del Sureste --hoy Universidad Autónoma de Yucatán--, la Escuela Vocacional de Artes y Oficios, la Academia de la Lengua Maya. En el primer año de su gobierno se abrieron 417 escuelas públicas.’
Era un gran hombre. Un amante de su estado. Y siempre de a pie. Nunca hizo de su vida la intriga, la mentira, el engaño, el abuso, la polarización social y mucho menos defendió la violencia. Era socialista de veras
Felipe Santiago Carrillo Puerto: el llamado “Apóstol de la Raza de Bronce”, “El Cristo Rojo de los Indios Mayas”, “El Dragón Rojo de los Ojos de Jade”, “El Apóstol del socialismo en Yucatán”, “El Abraham Lincoln del Mayab”…
El lado romántico: En febrero de 1923 conoció a la periodista norteamericana Alma Marie Sullivan Reed, Alma Reed, corresponsal entonces de The New York Times, de quien se enamoró inmediato. Ella también de él.
Vivieron un romance en el que se volcaron sus propias emociones, pero también su vocación social: él y su lucha en contra de la injusticia y en favor de la igualdad social; ella asimismo en su lucha como periodista en favor de la gente pobre de su país y del mundo, ya en África, en Gracia como también en México a donde regresó para radicar aquí hasta su muerte en 1966.
Fue ella quien inspiró a Carrillo Puerto para pedir al poeta Luis Rosado Vega que le escribiera un poema. Lo hizo, pero además éste le pidió al compositor Ricardo Palmerín que pusiera música a las palabras: Nació “Peregrina” (“De ojos claros y divinos, y mejillas encendidas de arrebol).
Pensaban casarse. Ella fue a Estados Unidos para hacer los arreglos pertinentes. En tanto en México ocurría el levantamiento de Adolfo de la Huerta en contra de Obregón. Un enfrentamiento que no tuvo éxito en el país, pero que sí caló en Yucatán, sobre todo entre la oligarquía henequenera quienes persiguieron a Carrillo Puerto hasta conseguir su fusilamiento la madrugada del 3 de enero de 1924, once días antes de su boda. Fueron fusilados también tres de sus hermanos y nueve colaboradores.
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Era un hombre alto, fuerte, garrido, bien parecido y con ojos verdes, de jade, decían. Quería casarse con Alma Reed y vivir su vida política y su vida amorosa en una. No fue posible. Están sepultados uno frente al otro en el Cementerio General de Mérida. Un gran hombre, sin duda.
“Cuando dejes mis palmares y mi tierra, Peregrina, de semblante encantador, no te olvides, no te olvides de mi tierra, no te olvides, no te olvides de mi amor”.