/ sábado 18 de noviembre de 2017

Instituciones agonizantes

Ni ciudadanos ni organismos civiles socavan a las instituciones. Son ellas las que se autodestruyen y agonizan, parte de un Sistema que no da para más. Lo que Peña Nieto calificó de “bullying” se le revierte en toda su extensión. Aquí, los “buleados” somos los desgobernados, hartos de tanta incompetencia –por decirlo suavecito-.

Negar la debilidad de los pilares del Sistema es una aberración. Partidos Políticos en pleno descrédito, divididos, divorciados de la población. Una Iglesia alejada de sus fieles, con una jerarquía prepotente, ajena al Evangelio y en condiciones lastimosas, como se los hizo saber el Papa Francisco en su visita a México.

Una clase política corrupta, igual divorciada de la sociedad, trepada en un Olimpo, en el que sólo existen sus intereses creados. De estas deterioradas columnas, sostén de cualquier Sistema, la más salvable es la del Ejército, aunque sometido a tareas que no le corresponden.

El Sistema está agotado y urgido de una nueva cimentación: el panorama no parece ofrecer al estadista de primera línea, que pudiera meterle el pico y construir una nueva fundamentación social, política y económica.

Tuvimos la esperanza, cuando Fox echó al PRI de la presidencia, pero el cambio sólo quedó en alternancia. El moribundo Sistema absorbió al “elegido de los dioses” y lo mismo pasó con el Calderonato, con la agravante de que éste hundió a la República en una guerra, en la que seguimos inmersos.

Las instituciones se han debilitado y no ha sido por la crítica. Un desesperado Peña Nieto, intenta culpar a Organismos No Gubernamentales, del desastre actual. Las cifras de la inseguridad al alza y la incapacidad de todos los aparatos oficiales, para contenerlas y abatirlas. Hasta ahora, un fracaso de la estrategia, sin que se tenga la decencia de reconocerlo y modificar el rumbo.

Se eliminó a la Secretaría de Seguridad Pública y la encomienda pasó a Gobernación. Los primeros dos años bajó el delito; después vino un repunte que supera a los horrores del sexenio pasado y que acaba de convertir al territorio en cementerio.

Creyeron que el silencio del conteo de delitos, los esfumaría. Absurdo entregar cifras falsas: la realidad los contradice y la nota roja vuelve a las primeras planas de los periódicos.

Poco sirve la denuncia. La consideran un acoso, una agresión “que lastima a las instituciones”. Cierran los ojos. Tendrían la obligación de abrirlos, a esas investigaciones, que ayudarían a sacarlos del letargo.

Las Instituciones se autodestruyen cuando hacen a un lado sus objetivos, se corrompen y se infestan de badulaques, omisos e ignorantes de una problemática que crece indetenible.

La Cámara de Senadores, sumida en confrontaciones estériles, fruto de la ambición de grupúsculos politiqueros, que solo saben hacer uso de la marrullería.

La Asamblea Local, de la Ciudad de México, convertida en un ring de boxeo y la Ley de la Reconstrucción, atorada.

¿Y los cuerpos policiacos, motivo del desafortunado comentario del tlatoani? En las condiciones que le señaló “Causa en Común”, autora del estudio que plantea la realidad de sus nefastas condiciones –mal remunerados, sin entrenamiento, con armas insuficientes, sin condiciones para realizar sus labores-, desastre palpable a los ojos de la sociedad, invisible para un Presidente que tiene la obligación primordial de garantizar la seguridad de todos.

Quienes tendríamos que quejarnos de acoso, agresión y violencia, somos los ciudadanos.

 

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq

Ni ciudadanos ni organismos civiles socavan a las instituciones. Son ellas las que se autodestruyen y agonizan, parte de un Sistema que no da para más. Lo que Peña Nieto calificó de “bullying” se le revierte en toda su extensión. Aquí, los “buleados” somos los desgobernados, hartos de tanta incompetencia –por decirlo suavecito-.

Negar la debilidad de los pilares del Sistema es una aberración. Partidos Políticos en pleno descrédito, divididos, divorciados de la población. Una Iglesia alejada de sus fieles, con una jerarquía prepotente, ajena al Evangelio y en condiciones lastimosas, como se los hizo saber el Papa Francisco en su visita a México.

Una clase política corrupta, igual divorciada de la sociedad, trepada en un Olimpo, en el que sólo existen sus intereses creados. De estas deterioradas columnas, sostén de cualquier Sistema, la más salvable es la del Ejército, aunque sometido a tareas que no le corresponden.

El Sistema está agotado y urgido de una nueva cimentación: el panorama no parece ofrecer al estadista de primera línea, que pudiera meterle el pico y construir una nueva fundamentación social, política y económica.

Tuvimos la esperanza, cuando Fox echó al PRI de la presidencia, pero el cambio sólo quedó en alternancia. El moribundo Sistema absorbió al “elegido de los dioses” y lo mismo pasó con el Calderonato, con la agravante de que éste hundió a la República en una guerra, en la que seguimos inmersos.

Las instituciones se han debilitado y no ha sido por la crítica. Un desesperado Peña Nieto, intenta culpar a Organismos No Gubernamentales, del desastre actual. Las cifras de la inseguridad al alza y la incapacidad de todos los aparatos oficiales, para contenerlas y abatirlas. Hasta ahora, un fracaso de la estrategia, sin que se tenga la decencia de reconocerlo y modificar el rumbo.

Se eliminó a la Secretaría de Seguridad Pública y la encomienda pasó a Gobernación. Los primeros dos años bajó el delito; después vino un repunte que supera a los horrores del sexenio pasado y que acaba de convertir al territorio en cementerio.

Creyeron que el silencio del conteo de delitos, los esfumaría. Absurdo entregar cifras falsas: la realidad los contradice y la nota roja vuelve a las primeras planas de los periódicos.

Poco sirve la denuncia. La consideran un acoso, una agresión “que lastima a las instituciones”. Cierran los ojos. Tendrían la obligación de abrirlos, a esas investigaciones, que ayudarían a sacarlos del letargo.

Las Instituciones se autodestruyen cuando hacen a un lado sus objetivos, se corrompen y se infestan de badulaques, omisos e ignorantes de una problemática que crece indetenible.

La Cámara de Senadores, sumida en confrontaciones estériles, fruto de la ambición de grupúsculos politiqueros, que solo saben hacer uso de la marrullería.

La Asamblea Local, de la Ciudad de México, convertida en un ring de boxeo y la Ley de la Reconstrucción, atorada.

¿Y los cuerpos policiacos, motivo del desafortunado comentario del tlatoani? En las condiciones que le señaló “Causa en Común”, autora del estudio que plantea la realidad de sus nefastas condiciones –mal remunerados, sin entrenamiento, con armas insuficientes, sin condiciones para realizar sus labores-, desastre palpable a los ojos de la sociedad, invisible para un Presidente que tiene la obligación primordial de garantizar la seguridad de todos.

Quienes tendríamos que quejarnos de acoso, agresión y violencia, somos los ciudadanos.

 

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq