/ viernes 13 de agosto de 2021

La gran Tenochtitlán

Por una #SociedadHorizontal

Hoy se cumplen 500 años de la caída de Tenochtitlán, la gran capital del imperio mexica. La ciudad que para su tiempo, según los soldados españoles fue más impresionante que París o Venecia. La que Bernal Díaz del Castillo en su “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España” pensó que se trataba de un sueño, que parecía de encantamiento por “las grandes torres y edificios que tenía dentro del agua”.

Fue un 13 de agosto como hoy, tras dos años del desembarco de Hernán Cortés en las costas de Veracruz, que las tropas mexicas fueron derrotadas definitivamente. Tras cinco siglos de los hechos, retomo la interpretación que hace Alberto Pérez-Amador Adam, quien considera que "no fue una conquista española, sino una guerra independentista de pueblos sojuzgados, como Mixquic, Azcapotzalco, Xochimilco y otros", de entre los cerca de 400 pueblos esclavizados por los mexicas.

Un acontecimiento que marcó a la humanidad entera, vale la pena conmemorarlo alejados del maniqueísmo al que la enseñanza tradicional nos orilló por décadas.

Los españoles triunfaron sobre los aztecas más por la alianza que lograron con pueblos originarios, que querían liberarse de quienes los oprimían, que por sus propias fortalezas. La historia no es de blancos y negros, sino de infinidad de grises intermedios. Somos producto del mestizaje, basta ya de estigmatizar a los españoles.

Resulta indispensable aprovechar esta conmemoración, para reentender nuestras raíces; para comprender como pueblo maduro, sin victimización ni agravios, nuestro origen. Debemos hacernos responsables de lo que hemos hecho y lo que nos ha faltado, sin culpar a otros.

Un dramático ejemplo de ello, después de cinco siglos donde dos han sido de vida independiente, es el rezago que mantienen los pueblos originarios. Según información del Inegi, hay 7.4 millones de hablantes de lengua indígena, de los cuales 5.2 millones son pobres. La pobreza afecta a 7 de cada 10 indígenas en el país, de los cuales 3 de cada 10 son presa de la pobreza extrema, presentan rezago educativo, incapacidad de alimentarse y no tienen acceso a instituciones de salud. Los únicos responsables de este desastre, somos nosotros como sociedad.

El rezago es brutal e inaceptable. No obstante, si no modificamos la consciencia colectiva sobre como hemos atendido el tema por generaciones, nada cambiará.

Por esa razón me gustó la reciente propuesta de Onel Ortiz. Me pareció relevante por su simbolismo, sencillez y profundidad: cambiar el nombre de la Alcaldía

Cuauhtémoc por el de Tenochtitlán. Pienso que reencontrarnos con lo que somos implica volver a llamarle por su nombre a lo que nos dio origen, reencontrarnos con Tenochtitlan como algo vivo, no como algo muerto.

¿Qué tal si proponemos que la alcaldía Miguel Hidalgo se llame Chapultepec o la Gustavo A. Madero, Tepeyac? ¿Y si llevamos esta discusión a las escuelas y centros de enseñanza? ¿Y si de algo tan sencillo hacemos un proceso de diálogo profundo sobre el pasado, para apuntalar nuestro futuro? ¿Podríamos involucrar a los descendientes originarios de estos pueblos en el proceso para escucharnos?

Cambiar el terrible rezago de las variables sistémicas y sociales, requiere ante todo de una nueva consciencia colectiva. No la hemos tenido en 500 años.

Aprovechemos esta conmemoración para reiniciar el proceso. Los símbolos son importantes para toda sociedad que quiere reencontrar el rumbo. Más que una mega maqueta del templo mayor, la #SociedadHorizontal requiere dialogar para construir. Este es un buen símbolo para ello.

Por una #SociedadHorizontal

Hoy se cumplen 500 años de la caída de Tenochtitlán, la gran capital del imperio mexica. La ciudad que para su tiempo, según los soldados españoles fue más impresionante que París o Venecia. La que Bernal Díaz del Castillo en su “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España” pensó que se trataba de un sueño, que parecía de encantamiento por “las grandes torres y edificios que tenía dentro del agua”.

Fue un 13 de agosto como hoy, tras dos años del desembarco de Hernán Cortés en las costas de Veracruz, que las tropas mexicas fueron derrotadas definitivamente. Tras cinco siglos de los hechos, retomo la interpretación que hace Alberto Pérez-Amador Adam, quien considera que "no fue una conquista española, sino una guerra independentista de pueblos sojuzgados, como Mixquic, Azcapotzalco, Xochimilco y otros", de entre los cerca de 400 pueblos esclavizados por los mexicas.

Un acontecimiento que marcó a la humanidad entera, vale la pena conmemorarlo alejados del maniqueísmo al que la enseñanza tradicional nos orilló por décadas.

Los españoles triunfaron sobre los aztecas más por la alianza que lograron con pueblos originarios, que querían liberarse de quienes los oprimían, que por sus propias fortalezas. La historia no es de blancos y negros, sino de infinidad de grises intermedios. Somos producto del mestizaje, basta ya de estigmatizar a los españoles.

Resulta indispensable aprovechar esta conmemoración, para reentender nuestras raíces; para comprender como pueblo maduro, sin victimización ni agravios, nuestro origen. Debemos hacernos responsables de lo que hemos hecho y lo que nos ha faltado, sin culpar a otros.

Un dramático ejemplo de ello, después de cinco siglos donde dos han sido de vida independiente, es el rezago que mantienen los pueblos originarios. Según información del Inegi, hay 7.4 millones de hablantes de lengua indígena, de los cuales 5.2 millones son pobres. La pobreza afecta a 7 de cada 10 indígenas en el país, de los cuales 3 de cada 10 son presa de la pobreza extrema, presentan rezago educativo, incapacidad de alimentarse y no tienen acceso a instituciones de salud. Los únicos responsables de este desastre, somos nosotros como sociedad.

El rezago es brutal e inaceptable. No obstante, si no modificamos la consciencia colectiva sobre como hemos atendido el tema por generaciones, nada cambiará.

Por esa razón me gustó la reciente propuesta de Onel Ortiz. Me pareció relevante por su simbolismo, sencillez y profundidad: cambiar el nombre de la Alcaldía

Cuauhtémoc por el de Tenochtitlán. Pienso que reencontrarnos con lo que somos implica volver a llamarle por su nombre a lo que nos dio origen, reencontrarnos con Tenochtitlan como algo vivo, no como algo muerto.

¿Qué tal si proponemos que la alcaldía Miguel Hidalgo se llame Chapultepec o la Gustavo A. Madero, Tepeyac? ¿Y si llevamos esta discusión a las escuelas y centros de enseñanza? ¿Y si de algo tan sencillo hacemos un proceso de diálogo profundo sobre el pasado, para apuntalar nuestro futuro? ¿Podríamos involucrar a los descendientes originarios de estos pueblos en el proceso para escucharnos?

Cambiar el terrible rezago de las variables sistémicas y sociales, requiere ante todo de una nueva consciencia colectiva. No la hemos tenido en 500 años.

Aprovechemos esta conmemoración para reiniciar el proceso. Los símbolos son importantes para toda sociedad que quiere reencontrar el rumbo. Más que una mega maqueta del templo mayor, la #SociedadHorizontal requiere dialogar para construir. Este es un buen símbolo para ello.