/ sábado 31 de octubre de 2020

La moviola | A los 18 se resiste

Llega a su mayoría de edad el Festival Internacional de Cine de Morelia. Lo hace en medio de la resistencia: recortes a presupuestos culturales, incertidumbre para la industria fílmica nacional. La pandemia que obligó a que la edición 18 fuera híbrida. Conferencias, charlas con realizadores y muchas películas se han visto a la distancia.

En medio de todas estas circunstancias queda el aprendizaje para años futuros y la nostalgia de las ediciones pasadas.

Pero lo que importa, el cine, se pudo ver. Este año la fortaleza radicó sobre todo en la Sección de Documental Mexicano. Hay trabajos que destacan por su honestidad temática y sobre todo por su complejidad narrativa:

La mami (Laura Herrero Garvín, 2020), historia de una mujer ya en la tercera edad –doña Olga– que ve pasar la vida en el baño de mujeres del cabaret Barba Azul. Aconseja a las chicas que ahí trabajan, las escucha. Las regaña, las confiesa y se confiesa a su vez ante una cámara que es más que un ojo intruso, es una herramienta narrativa que hace homenaje a todas las Santa del cine, desde Lupita Tovar, y que pasa por las rumberas de los cincuenta, hasta incluso la sexy comedia. Impecable relato híbrido documental que cuenta los entretelones de las rondas y la noche.

Kuxlejal -Vida- (Elke Franke, 2020). Lo que más llama la atención de este trabajo, es el optimismo que de manera soterrada guardan los protagonistas. Un testimonio sobre el vivir, el perder las esperanzas y el gritar para ser escuchado: En San Andrés Larráinzar, Chiapas, se ha desatado una ola de suicidios entre jóvenes y adolescentes indígenas. Formar un grupo de música rap y hip-hop, pero en tzotzil, puede ser el puente para que su voz se oiga. Por un lado hay un testimonio dramático, social, pero el documental no puede eludir la luz y la esperanza que emanan sus protagonistas.

Las flores de la noche (Omar Robles, 2020). En Mezcala, Jalisco, un grupo de jóvenes viven en resistencia para no esconder su identidad femenina a pesar de la homofobia y violencia que puedan padecer. La amistad que tienen como grupo da cuenta de su batalla diaria por no renunciar a su identidad. Testimonio coral que no está exento de personajes brillantes, lúdicos y empáticos.

Yermo (Everardo González, 2020). La solvencia narrativa del director se ve una vez más en este testimonio de comunidad, solidaridad y naturaleza. González sabe adentrar al espectador en un universo de reflexión por medio de la fortaleza de la imagen.

Este año justo la fortaleza estuvo a cargo de la Sección documental. La próxima semana abordaremos algo de lo visto en Largometraje de ficción mexicano. Como adelanto se puede decir que hubo de todo, hasta ejercicios de narración banales al estilo de Amalgama (Carlos Cuarón, 2020) y sorpresas como ¡Ánimo juventud! (Carlos Armella, 2020), un optimista y lúdico testimonio de la adolescencia no trágica pero sí compleja y en ocasiones dolorosa. A lo mejor es la sorpresa del Festival.

Llega a su mayoría de edad el Festival Internacional de Cine de Morelia. Lo hace en medio de la resistencia: recortes a presupuestos culturales, incertidumbre para la industria fílmica nacional. La pandemia que obligó a que la edición 18 fuera híbrida. Conferencias, charlas con realizadores y muchas películas se han visto a la distancia.

En medio de todas estas circunstancias queda el aprendizaje para años futuros y la nostalgia de las ediciones pasadas.

Pero lo que importa, el cine, se pudo ver. Este año la fortaleza radicó sobre todo en la Sección de Documental Mexicano. Hay trabajos que destacan por su honestidad temática y sobre todo por su complejidad narrativa:

La mami (Laura Herrero Garvín, 2020), historia de una mujer ya en la tercera edad –doña Olga– que ve pasar la vida en el baño de mujeres del cabaret Barba Azul. Aconseja a las chicas que ahí trabajan, las escucha. Las regaña, las confiesa y se confiesa a su vez ante una cámara que es más que un ojo intruso, es una herramienta narrativa que hace homenaje a todas las Santa del cine, desde Lupita Tovar, y que pasa por las rumberas de los cincuenta, hasta incluso la sexy comedia. Impecable relato híbrido documental que cuenta los entretelones de las rondas y la noche.

Kuxlejal -Vida- (Elke Franke, 2020). Lo que más llama la atención de este trabajo, es el optimismo que de manera soterrada guardan los protagonistas. Un testimonio sobre el vivir, el perder las esperanzas y el gritar para ser escuchado: En San Andrés Larráinzar, Chiapas, se ha desatado una ola de suicidios entre jóvenes y adolescentes indígenas. Formar un grupo de música rap y hip-hop, pero en tzotzil, puede ser el puente para que su voz se oiga. Por un lado hay un testimonio dramático, social, pero el documental no puede eludir la luz y la esperanza que emanan sus protagonistas.

Las flores de la noche (Omar Robles, 2020). En Mezcala, Jalisco, un grupo de jóvenes viven en resistencia para no esconder su identidad femenina a pesar de la homofobia y violencia que puedan padecer. La amistad que tienen como grupo da cuenta de su batalla diaria por no renunciar a su identidad. Testimonio coral que no está exento de personajes brillantes, lúdicos y empáticos.

Yermo (Everardo González, 2020). La solvencia narrativa del director se ve una vez más en este testimonio de comunidad, solidaridad y naturaleza. González sabe adentrar al espectador en un universo de reflexión por medio de la fortaleza de la imagen.

Este año justo la fortaleza estuvo a cargo de la Sección documental. La próxima semana abordaremos algo de lo visto en Largometraje de ficción mexicano. Como adelanto se puede decir que hubo de todo, hasta ejercicios de narración banales al estilo de Amalgama (Carlos Cuarón, 2020) y sorpresas como ¡Ánimo juventud! (Carlos Armella, 2020), un optimista y lúdico testimonio de la adolescencia no trágica pero sí compleja y en ocasiones dolorosa. A lo mejor es la sorpresa del Festival.

ÚLTIMASCOLUMNAS