/ viernes 12 de julio de 2019

La policía y la confianza

¿Cuál es el problema de la seguridad en México? La pregunta puede tener muchas respuestas, pero todas nos llevan al único punto de origen: una debilidad estructural del Estado mexicano para hacer valer la Ley y velar por el patrimonio y vida de los ciudadanos; sin embargo, la corrupción, las complicidades, mediocridades y tibiezas, acabaron dejando una estela de muertos y vulnerabilidad.

El conflicto con la Policía Federal nos lleva a muchas reflexiones, la primera es si es un problema estrictamente laboral. Si éste fuera el caso, debía de encausarse por los canales establecidos; pero aun cuando es un elemento fundamental, la esencia del problema está en otro lado, en el fondo, es un problema de confianza.

Un Estado es tan potente como lo sean sus funcionarios y la fuerza de estos radica en dos vertientes: la capacidad y competencia por un lado; y la confianza por el otro. ¿Cómo confiar en un policía que no puede hacer 10 lagartijas o que pone como bandera no someterse al polígrafo?, ¿cómo puede ser confiable al Estado mexicano sin cumplir un requisito que, por bajo, pareciera ridículo?

Tenemos que reconocer que los menos culpables en este entuerto son los policías. La Policía Federal fue perdiendo prestigio en medida que se usó para enfrentar movimientos sociales y no contra delincuentes como fue el caso de los huachicoleros.

La única forma de salir de esto es precisamente a través de la confianza: la confianza de la Guardia Nacional en los agentes que se incorporen, la que deban acreditar los agentes, pero, sobre todo, la que la ciudadanía le dé a la Guardia Nacional.

Douglas C. North, en su libro Violence and Social Order, describe cómo las instituciones, si no cumplen el objetivo para el que fueran creadas, acaban siendo funcionales a lo que debían combatir. Una policía que no combate al crimen con eficacia, acaba siendo funcional a los delincuentes y debilita el Estado.

La Guardia Nacional puede y debe tener elementos que cumplan un mínimo de requisitos y confianza del Estado en ellos, el diálogo establecido por el secretario Alfonso Durazo y el subsecretario Ricardo Mejía son pasos importantes no sólo para la resolución del conflicto, es también un paso importante para la pacificación y fortalecimiento del Estado mexicano.

@LuisH_Fernandez

¿Cuál es el problema de la seguridad en México? La pregunta puede tener muchas respuestas, pero todas nos llevan al único punto de origen: una debilidad estructural del Estado mexicano para hacer valer la Ley y velar por el patrimonio y vida de los ciudadanos; sin embargo, la corrupción, las complicidades, mediocridades y tibiezas, acabaron dejando una estela de muertos y vulnerabilidad.

El conflicto con la Policía Federal nos lleva a muchas reflexiones, la primera es si es un problema estrictamente laboral. Si éste fuera el caso, debía de encausarse por los canales establecidos; pero aun cuando es un elemento fundamental, la esencia del problema está en otro lado, en el fondo, es un problema de confianza.

Un Estado es tan potente como lo sean sus funcionarios y la fuerza de estos radica en dos vertientes: la capacidad y competencia por un lado; y la confianza por el otro. ¿Cómo confiar en un policía que no puede hacer 10 lagartijas o que pone como bandera no someterse al polígrafo?, ¿cómo puede ser confiable al Estado mexicano sin cumplir un requisito que, por bajo, pareciera ridículo?

Tenemos que reconocer que los menos culpables en este entuerto son los policías. La Policía Federal fue perdiendo prestigio en medida que se usó para enfrentar movimientos sociales y no contra delincuentes como fue el caso de los huachicoleros.

La única forma de salir de esto es precisamente a través de la confianza: la confianza de la Guardia Nacional en los agentes que se incorporen, la que deban acreditar los agentes, pero, sobre todo, la que la ciudadanía le dé a la Guardia Nacional.

Douglas C. North, en su libro Violence and Social Order, describe cómo las instituciones, si no cumplen el objetivo para el que fueran creadas, acaban siendo funcionales a lo que debían combatir. Una policía que no combate al crimen con eficacia, acaba siendo funcional a los delincuentes y debilita el Estado.

La Guardia Nacional puede y debe tener elementos que cumplan un mínimo de requisitos y confianza del Estado en ellos, el diálogo establecido por el secretario Alfonso Durazo y el subsecretario Ricardo Mejía son pasos importantes no sólo para la resolución del conflicto, es también un paso importante para la pacificación y fortalecimiento del Estado mexicano.

@LuisH_Fernandez