/ sábado 15 de enero de 2022

La radiodifusión de hoy

Hace pocos años que se promulgaron la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión y la Ley del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano. A ese respecto formularé algunas deducciones y haré algunas preguntas.

Ambas leyes inciden en dos temas fundamentales del México moderno: la telefonía y la radiodifusión. Los monopolios voraces han ofendido gravemente a la sociedad en el uso y abuso de ambos temas. Y no últimamente, sino desde que las autoridades claudicaron de sus deberes y permitieron los abusos.

Dejaré a un lado el tema de la telefonía, que es grande y escabroso, y escribiré de radiodifusión.

Recordemos los tiempos en los cuales se creó la oficina que recibiría de los concesionarios de radio y televisión (radiodifusores) el impuesto convenido del 12.5 por ciento del tiempo de transmisión. ¿ALGUIEN LO SABE? ¿EN ALGUNA ESCUELA SE ENSEÑA? No, claro que no. Fue en julio del año 1969. Yo estuve allí y tuve el privilegio de administrar ese tiempo durante 7 años. Nada más, nada menos.

Antaño se convenía de manera muy formal la utilización del espacio y se respetaban las decisiones gubernamentales. Sin más. En radio y en televisión. Los propietarios y administradores de las cadenas observaban un pacto de caballeros con la autoridad. Y ambos cumplíamos.

Pero llegó el gobierno de Vicente Fox, y las autoridades respectivas del gobierno a la sazón desaparecieron casi por completo lo logrado con tantos trabajos. Hoy los tiempos oficiales son administrados por la oficina de RTC y son contadas las transmisiones. Quiero creer que es cuestión de presupuesto. Las leyes nada dicen al respecto. ¿Se hablará de esto en posteriores reglamentaciones?

En este mismo tema, pasan de lejos los afanes de la televisión pública. Esa televisión pública tan disminuida en sus presupuestos y tan crecida en sus carencias.

Pero ¿qué es la televisión pública? Acudo a la experiencia de la escritora Florence Toussaint que la define magistralmente: “Por televisión pública se entienden todos los sistemas, aparatos y canales que, independientemente de los contenidos que difundan, han surgido de un apremio estético, de un interés político, de un objetivo que apunta al uso social y educativo de una tecnología puesta al servicio público con un alcance masivo y que dependen de alguna instancia del Estado. Su interés primordial es prestar un servicio universal que atienda a todos los habitantes. Asimismo, que produzca una señal sin interrupciones, plural, que satisfaga las necesidades de información, educativas y culturales de la población en general. Si bien se les denomina de distintas maneras (oficial, pública, permisionada, no lucrativa, gubernamental, estatal o cultural), comparten todas ellas la misma definición aludida”. (fin de la cita)

El siglo 21 es, por muchas razones, el siglo de la información. Solo basta con echar una mirada al cúmulo diario de noticias para darnos cuenta del avance inusitado de la ciencia y la tecnología en nuestra sociedad. DEBO AÑADIR QUE EL EXCESO DE INFORMACIÓN PRODUCE DESINFORMACIÓN.

¿A qué velocidad se comunican ahora los grupos humanos? ¿Podría alguien imaginar individuos o grandes empresas cuya actividad total subsista sin la presencia de satélites, televisiones, celulares, tabletas, etcétera, que lo mismo enlazan a las personas en un instante y, sin las barreras de la distancia organizan, guían, forman, entretienen y gobiernan una buena parte de las naciones?

Podemos hablar de comunicólogos importantísimos, hoy desaparecidos, desde Vance Packard, Marshall McLuhan, Umberto Eco, Giovanni Sartori. Todos ellos, destacaron por ser pensadores en esencia, hablaron con mayor énfasis de la influencia que ejercen los medios de comunicación y los avances tecnológicos en la conducta y el comportamiento humanos.

No dejaremos de asombrarnos de las maravillas que ya hemos visto y las que nos aguardan, pero tampoco dejaremos de pensar en lo que ellos escribieron con justicia: “QUE EL EXCESO EN LA TECNOLOGÍA NOS ADORMECE Y NO PERMITE EL LIBRE FLUIR DE LAS IDEAS Y DE LOS RAZONAMIENTOS QUE DISTINGUEN AL SER HUMANO POR ENCIMA DE TODAS LAS DEMÁS ESPECIES QUE PUEBLAN LA TIERRA”.

Fundador de Notimex

Premio Nacional de Periodismo

pacofonn@gmail.com

Hace pocos años que se promulgaron la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión y la Ley del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano. A ese respecto formularé algunas deducciones y haré algunas preguntas.

Ambas leyes inciden en dos temas fundamentales del México moderno: la telefonía y la radiodifusión. Los monopolios voraces han ofendido gravemente a la sociedad en el uso y abuso de ambos temas. Y no últimamente, sino desde que las autoridades claudicaron de sus deberes y permitieron los abusos.

Dejaré a un lado el tema de la telefonía, que es grande y escabroso, y escribiré de radiodifusión.

Recordemos los tiempos en los cuales se creó la oficina que recibiría de los concesionarios de radio y televisión (radiodifusores) el impuesto convenido del 12.5 por ciento del tiempo de transmisión. ¿ALGUIEN LO SABE? ¿EN ALGUNA ESCUELA SE ENSEÑA? No, claro que no. Fue en julio del año 1969. Yo estuve allí y tuve el privilegio de administrar ese tiempo durante 7 años. Nada más, nada menos.

Antaño se convenía de manera muy formal la utilización del espacio y se respetaban las decisiones gubernamentales. Sin más. En radio y en televisión. Los propietarios y administradores de las cadenas observaban un pacto de caballeros con la autoridad. Y ambos cumplíamos.

Pero llegó el gobierno de Vicente Fox, y las autoridades respectivas del gobierno a la sazón desaparecieron casi por completo lo logrado con tantos trabajos. Hoy los tiempos oficiales son administrados por la oficina de RTC y son contadas las transmisiones. Quiero creer que es cuestión de presupuesto. Las leyes nada dicen al respecto. ¿Se hablará de esto en posteriores reglamentaciones?

En este mismo tema, pasan de lejos los afanes de la televisión pública. Esa televisión pública tan disminuida en sus presupuestos y tan crecida en sus carencias.

Pero ¿qué es la televisión pública? Acudo a la experiencia de la escritora Florence Toussaint que la define magistralmente: “Por televisión pública se entienden todos los sistemas, aparatos y canales que, independientemente de los contenidos que difundan, han surgido de un apremio estético, de un interés político, de un objetivo que apunta al uso social y educativo de una tecnología puesta al servicio público con un alcance masivo y que dependen de alguna instancia del Estado. Su interés primordial es prestar un servicio universal que atienda a todos los habitantes. Asimismo, que produzca una señal sin interrupciones, plural, que satisfaga las necesidades de información, educativas y culturales de la población en general. Si bien se les denomina de distintas maneras (oficial, pública, permisionada, no lucrativa, gubernamental, estatal o cultural), comparten todas ellas la misma definición aludida”. (fin de la cita)

El siglo 21 es, por muchas razones, el siglo de la información. Solo basta con echar una mirada al cúmulo diario de noticias para darnos cuenta del avance inusitado de la ciencia y la tecnología en nuestra sociedad. DEBO AÑADIR QUE EL EXCESO DE INFORMACIÓN PRODUCE DESINFORMACIÓN.

¿A qué velocidad se comunican ahora los grupos humanos? ¿Podría alguien imaginar individuos o grandes empresas cuya actividad total subsista sin la presencia de satélites, televisiones, celulares, tabletas, etcétera, que lo mismo enlazan a las personas en un instante y, sin las barreras de la distancia organizan, guían, forman, entretienen y gobiernan una buena parte de las naciones?

Podemos hablar de comunicólogos importantísimos, hoy desaparecidos, desde Vance Packard, Marshall McLuhan, Umberto Eco, Giovanni Sartori. Todos ellos, destacaron por ser pensadores en esencia, hablaron con mayor énfasis de la influencia que ejercen los medios de comunicación y los avances tecnológicos en la conducta y el comportamiento humanos.

No dejaremos de asombrarnos de las maravillas que ya hemos visto y las que nos aguardan, pero tampoco dejaremos de pensar en lo que ellos escribieron con justicia: “QUE EL EXCESO EN LA TECNOLOGÍA NOS ADORMECE Y NO PERMITE EL LIBRE FLUIR DE LAS IDEAS Y DE LOS RAZONAMIENTOS QUE DISTINGUEN AL SER HUMANO POR ENCIMA DE TODAS LAS DEMÁS ESPECIES QUE PUEBLAN LA TIERRA”.

Fundador de Notimex

Premio Nacional de Periodismo

pacofonn@gmail.com