/ jueves 7 de abril de 2022

La revocación de mandato

Lo correcto, me parece, es la revocación “del” mandato y no “de mandato” para que la contracción del artículo determinado antepuesto al substantivo le de sentido a la frase precisando que se trata de algo concreto: el mandato y no mandato. Aclarado lo anterior, que no es poca cosa en el cuerpo de la ley, en el caso la Ley Federal de Revocación de Mandato, la más depurada doctrina política enseña y precisa que un mandato se debe agotar o ir agotando, salvo excepciones claramente señaladas, desde el momento en que es ordenado por el voto popular. Ejemplo notable de esa doctrina política es el de Robert Dahl, antiguo profesor de Ciencia Política en la Universidad de Yale y autor de un libro notable en la materia: Después de la Revolución. Es decir, que todo cambio radical o revolución sólo se puede justificar agotado el mandato que geométricamente tiene un principio, un término medio y un final. Y Dahl ofrece al respecto, como ejemplo, el de una compañía de aviación que hemos elegido para volar de un lugar a otro, habiéndolo hecho por la confianza -que es la convicción fundada- que le tenemos; siendo absurdo que a la mitad del vuelo, antes de que termine, le exijamos al piloto cuentas de cómo van las cosas, interrumpiendo así la confianza otorgada. La confianza, si cabe aquí el término, es geométricamente lineal. Otro ejemplo que se me ocurre es el de un pintor al que le encargamos -por confianza- que desarrolle en un cuadro un determinado tema, interrumpiéndolo en la mitad de su trabajo y antes de que lo culmine dando así fin o cima a su tarea; interrupción que implica que se le pida rendición de cuentas, digámoslo así, antes de tiempo.

\u0009Ahora bien, la revocación de que me ocupo se está llevando a cabo en medio de un clima político muy complejo. En efecto, dicha complejidad equivale a un mar tormentoso en el que la navegación es incierta. O sea, hay una parte del pueblo que aprueba la labor del Presidente de la Republica y le pide que siga adelante, y hay otra parte del pueblo que propone que ese mandato cese, se suspenda. Esto último implicaría a todas luces un vacío de poder indeseable y en el extremo catastrófico por sus consecuencias en la estabilidad política de México. Aquí sería de aplicar el conocido refrán de que a río revuelto ganancia de pescadores. Por eso lo aconsejable en todos sentidos, y muy al margen de la pasión y de las rencillas, es que el ciclo del mandato se complete. Ciertos grupos expresan que esto traería como resultado la imposición de reformas contrarias al curso histórico de México, pensándose incluso en la reelección, y favoreciendo así intereses de grupo o de partido, aparte de los personales. Se olvida que tal es el riesgo de toda democracia y que es imperativo, por lo tanto, fortalecer los canales políticos de expresión popular para que el pueblo mande y decida. En medio de tal panorama no hay duda de que es imperativo no interrumpir el curso constitucional y legal del mandato. Y los que en esto ven pretensiones aviesas pasan por alto que el propio dinamismo de la democracia va creando recursos y medios para impedir las desviaciones. En suma, no es posible ni tampoco debido anquilosar a la democracia, paralizarla por temor fundado o infundado. La tarea encomendada debe llegar a su final, a su finalidad. Y cuando el mandatario rinda cuentas concluida la tarea que se le encomendó, el pueblo juzgará y calificará. La democracia no es algo concluido sino en constante movimiento. Y su dinamismo es el que hemos elegido.

PROFESOR EMÉRITO DE LA UNAM.

PREMIO UNIVERSIDAD NACIONAL

Sígueme en Twitter: @RaulCarranca

Y Facebook: www.facebook.com/despacho raulcarranca

Lo correcto, me parece, es la revocación “del” mandato y no “de mandato” para que la contracción del artículo determinado antepuesto al substantivo le de sentido a la frase precisando que se trata de algo concreto: el mandato y no mandato. Aclarado lo anterior, que no es poca cosa en el cuerpo de la ley, en el caso la Ley Federal de Revocación de Mandato, la más depurada doctrina política enseña y precisa que un mandato se debe agotar o ir agotando, salvo excepciones claramente señaladas, desde el momento en que es ordenado por el voto popular. Ejemplo notable de esa doctrina política es el de Robert Dahl, antiguo profesor de Ciencia Política en la Universidad de Yale y autor de un libro notable en la materia: Después de la Revolución. Es decir, que todo cambio radical o revolución sólo se puede justificar agotado el mandato que geométricamente tiene un principio, un término medio y un final. Y Dahl ofrece al respecto, como ejemplo, el de una compañía de aviación que hemos elegido para volar de un lugar a otro, habiéndolo hecho por la confianza -que es la convicción fundada- que le tenemos; siendo absurdo que a la mitad del vuelo, antes de que termine, le exijamos al piloto cuentas de cómo van las cosas, interrumpiendo así la confianza otorgada. La confianza, si cabe aquí el término, es geométricamente lineal. Otro ejemplo que se me ocurre es el de un pintor al que le encargamos -por confianza- que desarrolle en un cuadro un determinado tema, interrumpiéndolo en la mitad de su trabajo y antes de que lo culmine dando así fin o cima a su tarea; interrupción que implica que se le pida rendición de cuentas, digámoslo así, antes de tiempo.

\u0009Ahora bien, la revocación de que me ocupo se está llevando a cabo en medio de un clima político muy complejo. En efecto, dicha complejidad equivale a un mar tormentoso en el que la navegación es incierta. O sea, hay una parte del pueblo que aprueba la labor del Presidente de la Republica y le pide que siga adelante, y hay otra parte del pueblo que propone que ese mandato cese, se suspenda. Esto último implicaría a todas luces un vacío de poder indeseable y en el extremo catastrófico por sus consecuencias en la estabilidad política de México. Aquí sería de aplicar el conocido refrán de que a río revuelto ganancia de pescadores. Por eso lo aconsejable en todos sentidos, y muy al margen de la pasión y de las rencillas, es que el ciclo del mandato se complete. Ciertos grupos expresan que esto traería como resultado la imposición de reformas contrarias al curso histórico de México, pensándose incluso en la reelección, y favoreciendo así intereses de grupo o de partido, aparte de los personales. Se olvida que tal es el riesgo de toda democracia y que es imperativo, por lo tanto, fortalecer los canales políticos de expresión popular para que el pueblo mande y decida. En medio de tal panorama no hay duda de que es imperativo no interrumpir el curso constitucional y legal del mandato. Y los que en esto ven pretensiones aviesas pasan por alto que el propio dinamismo de la democracia va creando recursos y medios para impedir las desviaciones. En suma, no es posible ni tampoco debido anquilosar a la democracia, paralizarla por temor fundado o infundado. La tarea encomendada debe llegar a su final, a su finalidad. Y cuando el mandatario rinda cuentas concluida la tarea que se le encomendó, el pueblo juzgará y calificará. La democracia no es algo concluido sino en constante movimiento. Y su dinamismo es el que hemos elegido.

PROFESOR EMÉRITO DE LA UNAM.

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