/ martes 15 de septiembre de 2020

La vacuna geopolítica

Por: Paulina Axotla Flores

La crisis de la pandemia de COVID-19 ha dejado en evidencia las grandes fallas de la civilización actual. Crisis financiera, pobreza, incertidumbre generalizada y discriminación son solo una pequeña muestra de que el sistema internacional se está transformando. Sin embargo, uno de los cambios más significativos es cómo el poder se mueve en el mundo. Con la aparición de una posible vacuna, el poder ya no es materializado en el dinero o en el petróleo. El poder en la actualidad se manifiesta en quién podrá salvar al mundo del virus SARS-CoV-2.

Vladimir Putin anunció en agosto que se había obtenido una vacuna contra el COVID-19. Haciendo referencia a la victoria que había tenido este país durante la Guerra Fría, Sputnik V llegó al panorama internacional con un mensaje casi mesiánico de salvación. Varios fueron los que cuestionaron de manera pública la promesa de esta vacuna. La Organización Mundial de la Salud cuestionó la rapidez con la que se estaba obteniendo ya que puede comprometer la seguridad y eficacia de la misma, pero no dejó de manifestar su entusiasmo por el compromiso que existe por el desarrollo de una solución a la pandemia.

Los líderes del mundo también reaccionaron, algunos con cautela, otros con revanchismo y otros con interés. Siguiendo su muy característico estilo, el presidente Donald Trump anuncio días después la inversión de 1,500 millones para la compra de 100 millones de dosis a la compañía Moderna y aseguró que una vez distribuidas esas dosis producirá 500 millones más. La respuesta del mandatario no sorprendió a la comunidad internacional. Los tiempos electorales en Estados Unidos hacen que el mandatario se encuentre en una posición en donde debe legitimarse mediante cualquier recurso frente a los ciudadanos de ese país. Coincidentemente, esta necesidad de legitimidad se replica en el sistema internacional, a pesar del poder duro que posee su nación, el mandato de Trump se ha caracterizado por escándalos, malos cálculos políticos e indiferencia los problemas reales del mundo. Entonces, el lograr una vacuna que supere a Sputnik V no es solo un acto de atención al mundo, sino que es una estrategia para su reelección.

En el caso de los latinoamericanos, México y Venezuela se manifestaron deseosos de probar y distribuir la vacuna en sus territorios. A pesar de la simpatía de los gobiernos mexicano y venezolano con el Kremlin, la situación de los países de la región es crítica. Cinco de los diez países más afectados pertenecen a América Latina: Brasil, Colombia y México ocupan el tercer, sexto y séptimo lugares en la lista respectivamente. En el caso de nuestro país lo que está en riesgo es una situación bastante complicada. Nuestro vecino del norte vive la pandemia de forma descontrolada y en medio de diferentes procesos políticos, mientras que nuestra realidad sufre por la desaceleración de nuestra economía. Si bien, las influencias extranjeras en nuestro continente cambiaran, los latinoamericanos no tenemos más opción que apostar por el que gane primero la carrera por la vacuna.

La vacuna que salve al mundo del COVID-19 no solo permitirá detener la pandemia global, sino que desencadenará el cambio del poder en el sistema internacional.



Asistente Académico en la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac México

Por: Paulina Axotla Flores

La crisis de la pandemia de COVID-19 ha dejado en evidencia las grandes fallas de la civilización actual. Crisis financiera, pobreza, incertidumbre generalizada y discriminación son solo una pequeña muestra de que el sistema internacional se está transformando. Sin embargo, uno de los cambios más significativos es cómo el poder se mueve en el mundo. Con la aparición de una posible vacuna, el poder ya no es materializado en el dinero o en el petróleo. El poder en la actualidad se manifiesta en quién podrá salvar al mundo del virus SARS-CoV-2.

Vladimir Putin anunció en agosto que se había obtenido una vacuna contra el COVID-19. Haciendo referencia a la victoria que había tenido este país durante la Guerra Fría, Sputnik V llegó al panorama internacional con un mensaje casi mesiánico de salvación. Varios fueron los que cuestionaron de manera pública la promesa de esta vacuna. La Organización Mundial de la Salud cuestionó la rapidez con la que se estaba obteniendo ya que puede comprometer la seguridad y eficacia de la misma, pero no dejó de manifestar su entusiasmo por el compromiso que existe por el desarrollo de una solución a la pandemia.

Los líderes del mundo también reaccionaron, algunos con cautela, otros con revanchismo y otros con interés. Siguiendo su muy característico estilo, el presidente Donald Trump anuncio días después la inversión de 1,500 millones para la compra de 100 millones de dosis a la compañía Moderna y aseguró que una vez distribuidas esas dosis producirá 500 millones más. La respuesta del mandatario no sorprendió a la comunidad internacional. Los tiempos electorales en Estados Unidos hacen que el mandatario se encuentre en una posición en donde debe legitimarse mediante cualquier recurso frente a los ciudadanos de ese país. Coincidentemente, esta necesidad de legitimidad se replica en el sistema internacional, a pesar del poder duro que posee su nación, el mandato de Trump se ha caracterizado por escándalos, malos cálculos políticos e indiferencia los problemas reales del mundo. Entonces, el lograr una vacuna que supere a Sputnik V no es solo un acto de atención al mundo, sino que es una estrategia para su reelección.

En el caso de los latinoamericanos, México y Venezuela se manifestaron deseosos de probar y distribuir la vacuna en sus territorios. A pesar de la simpatía de los gobiernos mexicano y venezolano con el Kremlin, la situación de los países de la región es crítica. Cinco de los diez países más afectados pertenecen a América Latina: Brasil, Colombia y México ocupan el tercer, sexto y séptimo lugares en la lista respectivamente. En el caso de nuestro país lo que está en riesgo es una situación bastante complicada. Nuestro vecino del norte vive la pandemia de forma descontrolada y en medio de diferentes procesos políticos, mientras que nuestra realidad sufre por la desaceleración de nuestra economía. Si bien, las influencias extranjeras en nuestro continente cambiaran, los latinoamericanos no tenemos más opción que apostar por el que gane primero la carrera por la vacuna.

La vacuna que salve al mundo del COVID-19 no solo permitirá detener la pandemia global, sino que desencadenará el cambio del poder en el sistema internacional.



Asistente Académico en la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac México