/ viernes 26 de febrero de 2021

Los impostores

En las últimas semanas se ha revivido un debate sobre la reapertura de escuelas, el cual resulta tan absurdo como peligroso. En particular, en una ciudad que acaba de salir del semáforo rojo y se mantiene alerta para evitar rebrotes. La tremenda mayoría de las escuelas particulares de la Ciudad, son conscientes de la delicada condición, además de ser un pilar de la educación.

Sin embargo, algunos impostores, el adjetivo no es gratuito, la Real Academia los define como “aquel que se atribuye falsamente algo”; ¿cómo ostentan la representación de todas las escuelas particulares del país, cuando esto no corresponde ni al más insignificante porcentaje de ellas? La idea de abrir las escuelas como ultimátum, de manera obvia corresponde a los principios del mercader, en contratesis del educador; prefieren hacer negocios que cuidar de la vida. Por lo que es importante distinguir entre una asociación nacional, en la que habría que preguntar si se ha elegido a una directiva en una asamblea por representantes de escuelas de todo el país, o solo es un negocio familiar; no es lo mismo representar a una comunidad que cobrar por servicios.

El debate que plantean los impostores es fatuo y falaz por dos razones: la primera es el riesgo comprobado de abrir las escuelas de manera prematura. Recientemente se publicó un estudio por el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC por sus siglas en inglés) donde se asegura que las y los maestros juegan un rol importante en la transmisión del virus, debido a que en algunos estados del país norteamericano se registraron brotes a partir de docentes infectados; estudios similares corroboraron lo mismo en Gran Bretaña y Alemania. Abrir de manera anticipada, lo único que hará es prolongar la pandemia y los confinamientos. El segundo es que, ya que existe una ruta clara para el regreso, en la que a partir del semáforo amarillo, las escuelas podrán trabajar como centros comunitarios, en tanto se llega al semáforo verde. Al final es un tema de principios. Habrá quienes prefieran arriesgar la vidas para vender amparos de machote. Aquellos que les importa más la factura que la boleta.

Prácticamente todas las escuelas particulares de la Ciudad y las organizaciones con representatividad evidente y reconocida, se han manifestado en favor de la racionalidad y la sensatez; se han realizado esfuerzos extraordinarios, no solo para mantener los aprendizajes y la salud de sus comunidades, han mostrado compromiso con la legalidad y sobre todo amor por la educación. Todos estamos conscientes de los costos y los retos de la pandemia. Nadie quiere posponer de manera innecesaria el inicio de clases presenciales, pero tendremos que encontrar juntos las fórmulas para la reapertura oportuna. Está claro, los impostores no representan ni el espíritu, ni la acción o la vocación de las escuelas particulares de la Ciudad. XXXTwitter: @LuisH_Fernandez

En las últimas semanas se ha revivido un debate sobre la reapertura de escuelas, el cual resulta tan absurdo como peligroso. En particular, en una ciudad que acaba de salir del semáforo rojo y se mantiene alerta para evitar rebrotes. La tremenda mayoría de las escuelas particulares de la Ciudad, son conscientes de la delicada condición, además de ser un pilar de la educación.

Sin embargo, algunos impostores, el adjetivo no es gratuito, la Real Academia los define como “aquel que se atribuye falsamente algo”; ¿cómo ostentan la representación de todas las escuelas particulares del país, cuando esto no corresponde ni al más insignificante porcentaje de ellas? La idea de abrir las escuelas como ultimátum, de manera obvia corresponde a los principios del mercader, en contratesis del educador; prefieren hacer negocios que cuidar de la vida. Por lo que es importante distinguir entre una asociación nacional, en la que habría que preguntar si se ha elegido a una directiva en una asamblea por representantes de escuelas de todo el país, o solo es un negocio familiar; no es lo mismo representar a una comunidad que cobrar por servicios.

El debate que plantean los impostores es fatuo y falaz por dos razones: la primera es el riesgo comprobado de abrir las escuelas de manera prematura. Recientemente se publicó un estudio por el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC por sus siglas en inglés) donde se asegura que las y los maestros juegan un rol importante en la transmisión del virus, debido a que en algunos estados del país norteamericano se registraron brotes a partir de docentes infectados; estudios similares corroboraron lo mismo en Gran Bretaña y Alemania. Abrir de manera anticipada, lo único que hará es prolongar la pandemia y los confinamientos. El segundo es que, ya que existe una ruta clara para el regreso, en la que a partir del semáforo amarillo, las escuelas podrán trabajar como centros comunitarios, en tanto se llega al semáforo verde. Al final es un tema de principios. Habrá quienes prefieran arriesgar la vidas para vender amparos de machote. Aquellos que les importa más la factura que la boleta.

Prácticamente todas las escuelas particulares de la Ciudad y las organizaciones con representatividad evidente y reconocida, se han manifestado en favor de la racionalidad y la sensatez; se han realizado esfuerzos extraordinarios, no solo para mantener los aprendizajes y la salud de sus comunidades, han mostrado compromiso con la legalidad y sobre todo amor por la educación. Todos estamos conscientes de los costos y los retos de la pandemia. Nadie quiere posponer de manera innecesaria el inicio de clases presenciales, pero tendremos que encontrar juntos las fórmulas para la reapertura oportuna. Está claro, los impostores no representan ni el espíritu, ni la acción o la vocación de las escuelas particulares de la Ciudad. XXXTwitter: @LuisH_Fernandez