Por Samuel Jair Martínez Cruz | Área de investigación en Letra S. Sida, Cultura y Vida Cotidiana, A.C.
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Los discursos de odio de hoy pueden convertirse en la justificación de un crimen de odio mañana
En julio de 2021, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) proclamó el 18 de junio como el “Día Internacional para Contrarrestar el Discurso de Odio”. Esta resolución surge de la preocupación por la creciente circulación de discursos de odio que, sirviéndose de múltiples plataformas han logrado expandirse y replicarse a nivel mundial.
Esta determinación ha despertado una serie de discusiones respecto a qué discursos pueden considerarse de odio y sobre cuáles deben ser los límites de la llamada “libertad de expresión”. Por definición, de acuerdo con el abogado David Herrera (2014), los discursos de odio serían todos los actos que de manera directa y pública incitan a la violencia contra determinados grupos. Se trata no sólo de expresar un senti-pensar sobre determinadas situaciones, sino de promover narrativas que ofenden, inquietan e instan a la agresión, a la falta de reconocimiento, a la vulneración de los derechos de ciertas personas.
Desde el siglo XX se reconoce la libertad de expresión como un derecho civil fundamental. Hoy día múltiples discursos e ideas basadas en el odio y el prejuicio buscan legitimarse y ampararse a partir de él. Sin embargo, no se trata de un derecho absoluto. La libertad de expresión en ningún momento puede contravenir, antagonizar o vulnerar los derechos humanos de ningún individuo o grupo.
En México, pese a los importantes avances en materia de derechos y la lucha contra cualquier forma de discriminación, la población LGBT+ sigue siendo uno de los principales blancos de los discursos de odio. En distintas entidades del país se movilizan grandes grupos de personas que ostentan consignas, reclamos e ideas contra el reconocimiento y garantías para las personas sexo-diversas.
Como señalan Viveros y Rodríguez (2017), el verdadero riesgo está en que los discursos de odio pueden tener efectos materiales de alto alcance relacionados con la vida y la muerte de las personas. Estas manifestaciones de prejuicio no se limitan solo a rechazar el avance de derechos para las personas LGBT+, sino que, se extienden a prácticas de desprestigio, la destrucción de reputaciones, la legitimación de la muerte en determinados contextos, hasta la oposición contra el uso de tecnologías y el avance de la ciencia.
En México durante 2023, la organización civil Letra S documentó el asesinato de 66 personas LGBT+. De acuerdo con su más reciente informe, existen evidencias para afirmar que muchos de estos asesinatos fueron cometidos con base en el prejuicio y/o el odio. Muchas de las víctimas fueron mutiladas, agredidas con brutalidad, amenazadas en vida e incluso, en algunas de las escenas del crimen se hallaron mensajes lgbtfóbicos.
La conmemoración de este 18 de junio nos incita a entender que los discursos de odio son más que palabras. Los límites de nuestra libertad de expresión deben cuestionarse ahí donde vulneramos o negamos la existencia de otros. Los discursos de odio de hoy pueden convertirse en la justificación de un crimen de odio mañana. Las declaraciones emitidas por figuras de la iglesia, personajes del medio artístico, hasta representantes de los partidos políticos tienen severos impactos sobre nuestra sociedad. Debemos hacernos responsables de aquello que pensamos, pero, sobre todo, de aquello que decimos.