/ jueves 13 de junio de 2019

Migración multifactorial

VER.- Celebramos que Donald Trump no aplicó a nuestro país los aranceles comerciales con que nos había amenazado. La condición que nos puso fue frenar la migración que desde el sur pasa por nuestro territorio hacia los Estados Unidos. Y este punto tiene muchos factores.

Yo veía con buenos ojos que las nuevas autoridades federales mexicanas tenían una política migratoria más humana y justa hacia quienes proceden mayoritariamente de Honduras, El Salvador y Guatemala, más hacia algunos cubanos, haitianos y africanos. Se les daba la oportunidad de seguir su camino, en su intento por pasar a la Unión Americana, ofreciéndoles alternativas para hacerlo con orden y legalmente. Se les ofrecían apoyos e incluso algunos trabajos temporales.

Sin embargo, la política de puertas abiertas me parecía riesgosa, no sólo por las dificultades para pasar la frontera norte, sino porque nuestro país no cuenta con los recursos necesarios para dar trabajo, salud y escuela a tantos migrantes que, al no poder pasar, no quedarían entre nosotros. A estos hay que agregar a los deportados que se quedarán en nuestra frontera norte, y que no son pocos. Nos comprometimos a darles lo que necesitarán para vivir dignamente mientras se resuelve allá su solicitud de asilo. Pero hay que ser realistas: qué podemos ofrecer y qué podemos cumplir. Crear expectativas y esperanzas más allá de nuestras posibilidades, es alentar migraciones masivas que rebasan a todos.

Es muy justo y oportuno buscar la forma de crear mejores condiciones de vida para esos países de donde más provienen los migrantes, porque eso es atacar de raíz el problema. Ningún muro detiene a quienes huyen del hambre y la inseguridad. Por eso, es muy loable invertir recursos para generar empleos y seguridad en sus propios países.

Pero hay que ser realistas. Si México no puede resolver sus propios problemas, si no puede generar los empleos que los mexicanos necesitan, si sigue habiendo pobreza y marginación, violencia e inseguridad entre nosotros, si no hay medicinas que alcancen, ¿con qué recursos vamos a “salvar” a esos países hermanos? ¡Qué bueno que les queramos ayudar! Eso es ir a la raíz de la migración. Pero, ¿hasta dónde podemos hacerlo? Si Estados Unidos no tiene la voluntad política de apoyar con fuertes sumas el desarrollo y la paz social en sus lugares de origen, nuestros esfuerzos serán insignificantes. Con todo, este es el camino, esta es la solución de fondo. No hay que dejar de insistir en esta noble propuesta.

Militarizar nuestra frontera sur, parece ser la única forma de aplacar un poco al Sr. Trump.

Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas

VER.- Celebramos que Donald Trump no aplicó a nuestro país los aranceles comerciales con que nos había amenazado. La condición que nos puso fue frenar la migración que desde el sur pasa por nuestro territorio hacia los Estados Unidos. Y este punto tiene muchos factores.

Yo veía con buenos ojos que las nuevas autoridades federales mexicanas tenían una política migratoria más humana y justa hacia quienes proceden mayoritariamente de Honduras, El Salvador y Guatemala, más hacia algunos cubanos, haitianos y africanos. Se les daba la oportunidad de seguir su camino, en su intento por pasar a la Unión Americana, ofreciéndoles alternativas para hacerlo con orden y legalmente. Se les ofrecían apoyos e incluso algunos trabajos temporales.

Sin embargo, la política de puertas abiertas me parecía riesgosa, no sólo por las dificultades para pasar la frontera norte, sino porque nuestro país no cuenta con los recursos necesarios para dar trabajo, salud y escuela a tantos migrantes que, al no poder pasar, no quedarían entre nosotros. A estos hay que agregar a los deportados que se quedarán en nuestra frontera norte, y que no son pocos. Nos comprometimos a darles lo que necesitarán para vivir dignamente mientras se resuelve allá su solicitud de asilo. Pero hay que ser realistas: qué podemos ofrecer y qué podemos cumplir. Crear expectativas y esperanzas más allá de nuestras posibilidades, es alentar migraciones masivas que rebasan a todos.

Es muy justo y oportuno buscar la forma de crear mejores condiciones de vida para esos países de donde más provienen los migrantes, porque eso es atacar de raíz el problema. Ningún muro detiene a quienes huyen del hambre y la inseguridad. Por eso, es muy loable invertir recursos para generar empleos y seguridad en sus propios países.

Pero hay que ser realistas. Si México no puede resolver sus propios problemas, si no puede generar los empleos que los mexicanos necesitan, si sigue habiendo pobreza y marginación, violencia e inseguridad entre nosotros, si no hay medicinas que alcancen, ¿con qué recursos vamos a “salvar” a esos países hermanos? ¡Qué bueno que les queramos ayudar! Eso es ir a la raíz de la migración. Pero, ¿hasta dónde podemos hacerlo? Si Estados Unidos no tiene la voluntad política de apoyar con fuertes sumas el desarrollo y la paz social en sus lugares de origen, nuestros esfuerzos serán insignificantes. Con todo, este es el camino, esta es la solución de fondo. No hay que dejar de insistir en esta noble propuesta.

Militarizar nuestra frontera sur, parece ser la única forma de aplacar un poco al Sr. Trump.

Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas