/ jueves 23 de mayo de 2024

No existe “país de tránsito” para el crimen organizado

por Maurício Vieira

La narrativa sobre la presencia de la criminalidad organizada en algunos países es una de las razones por las cuales los gobiernos aún no logran adoptar medidas eficaces para combatir y mitigar los riesgos resultantes de este tipo de amenaza transnacional.

Cuando menciono la narrativa, me refiero a la percepción que los ciudadanos y las instituciones tienen sobre la realidad social y como ésta perpetua en la forma de comprender los problemas más urgentes que necesitan un cambio. Sobre un ejemplo de narrativa, he escuchado – y mucho – que algunos países, independiente de la región y del continente, son meramente “de tránsito” ante la criminalidad organizada.

Al contrario de lo que pueda parecer, esta narrativa tiene una implicación directa en la seguridad nacional como si la criminalidad organizada no existiera en el país donde esta narrativa es predominante, trasladando el problema interno a los países vecinos. El punto acá no es identificar a los países donde esta narrativa está presente y diseminada, sin embargo, posibilitar una reflexión crítica sobre la misma para que pueda ser refutada. Mi punto es: si un país sirve de tránsito para el crimen organizado; entonces, hay estructuras criminales internas que permiten el tránsito de lo ilícito y de lo criminal.

Por lo más que esto sea obvio, es necesario decírselo. En este sentido, no hay ningún país que esté libre de la criminalidad organizada ni de las estructuras que actúan para que esta criminalidad prospere. El Índice Global de Crimen Organizado, publicado en 2021 y 2023 por Global Initiative against Transnational Organized Crime, corrobora esta afirmación al evidenciar que, de los 193 países analizados en el índice, todos presentan niveles de criminalidad organizada. Algunos más altos que otros, es cierto, pero el punto es que los mercados y los actores criminales son diversos y actúan de manera que el carácter transnacional sea la esencia de esta criminalidad.

Para tener una idea de la perversidad del crimen organizado en el mundo, cada una de las ediciones de este índice reveló que un-tercio de la población mundial vive en países con altos niveles de criminalidad y que la trata de personas y los flujos financieros ilícitos fueron, respectivamente en 2021 y 2023, los mercados criminales más predominantes globalmente. Es importante resaltar que, cuando hablo de criminalidad, no me refiero solamente a la criminalidad que comúnmente vemos – como los casos de violencia armada, los homicidios, las disputas territoriales por el control de la droga, por ejemplo – sino que la criminalidad organizada aún más compleja, la cual corroe los sistemas políticos, la democracia, daña a los recursos naturales y contribuye para aumentar las fragilidades institucionales.

Cuando digo fragilidad, me refiero a las debilidades, a las brechas, a los vacíos en las estructuras de los Estados perjudicadas por falta de inversión financiera o de personal calificado que pueda actuar en el combate a la criminalidad organizada. Sin adentrar en una reflexión sobre el futuro desalentador con relación a las consecuencias del crimen organizado en el mundo, la narrativa de que un país sea de tránsito ante el crimen organizado representa la manera como éste lidia con un problema que no quiere asumir como suyo.

Mientras que esta narrativa representa una creencia limitante sobre un problema complejo; por un lado, refleja también que un país puede no tener interés en abordar el tema con el debido rigor y asume esta narrativa para no visibilizar la falta de estructura interna que tendría que implementar para combatir este tipo de crimen. Por otro lado, esta narrativa también puede reflejar la manera por la cual la sociedad comprende lo que es la criminalidad organizada en su territorio, no percatándose de que las causas y las consecuencias de este crimen son multidimensionales.

En este sentido, la narrativa sobre el crimen organizado no puede basarse en cuantos y cuales países son de tránsito porque eso no refleja la realidad de este tipo de crimen y tampoco existe, sino que debe de ser reemplazada por una nueva narrativa que busque la aceptación de esta realidad para buscar – vía la cooperación – una estrategia capaz de disminuir sus impactos en la sociedad.

Coordinador de la Cátedra sobre el Combate al Comercio Ilícito y Prevención al Crimen Organizado Transnacional, Universidad para la Paz, Costa Rica, y miembro de la Unidad de Estudio y Reflexión sobre Cumplimiento de la Ley, Cooperación en Seguridad, Delincuencia Transnacional Organizada del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI).

por Maurício Vieira

La narrativa sobre la presencia de la criminalidad organizada en algunos países es una de las razones por las cuales los gobiernos aún no logran adoptar medidas eficaces para combatir y mitigar los riesgos resultantes de este tipo de amenaza transnacional.

Cuando menciono la narrativa, me refiero a la percepción que los ciudadanos y las instituciones tienen sobre la realidad social y como ésta perpetua en la forma de comprender los problemas más urgentes que necesitan un cambio. Sobre un ejemplo de narrativa, he escuchado – y mucho – que algunos países, independiente de la región y del continente, son meramente “de tránsito” ante la criminalidad organizada.

Al contrario de lo que pueda parecer, esta narrativa tiene una implicación directa en la seguridad nacional como si la criminalidad organizada no existiera en el país donde esta narrativa es predominante, trasladando el problema interno a los países vecinos. El punto acá no es identificar a los países donde esta narrativa está presente y diseminada, sin embargo, posibilitar una reflexión crítica sobre la misma para que pueda ser refutada. Mi punto es: si un país sirve de tránsito para el crimen organizado; entonces, hay estructuras criminales internas que permiten el tránsito de lo ilícito y de lo criminal.

Por lo más que esto sea obvio, es necesario decírselo. En este sentido, no hay ningún país que esté libre de la criminalidad organizada ni de las estructuras que actúan para que esta criminalidad prospere. El Índice Global de Crimen Organizado, publicado en 2021 y 2023 por Global Initiative against Transnational Organized Crime, corrobora esta afirmación al evidenciar que, de los 193 países analizados en el índice, todos presentan niveles de criminalidad organizada. Algunos más altos que otros, es cierto, pero el punto es que los mercados y los actores criminales son diversos y actúan de manera que el carácter transnacional sea la esencia de esta criminalidad.

Para tener una idea de la perversidad del crimen organizado en el mundo, cada una de las ediciones de este índice reveló que un-tercio de la población mundial vive en países con altos niveles de criminalidad y que la trata de personas y los flujos financieros ilícitos fueron, respectivamente en 2021 y 2023, los mercados criminales más predominantes globalmente. Es importante resaltar que, cuando hablo de criminalidad, no me refiero solamente a la criminalidad que comúnmente vemos – como los casos de violencia armada, los homicidios, las disputas territoriales por el control de la droga, por ejemplo – sino que la criminalidad organizada aún más compleja, la cual corroe los sistemas políticos, la democracia, daña a los recursos naturales y contribuye para aumentar las fragilidades institucionales.

Cuando digo fragilidad, me refiero a las debilidades, a las brechas, a los vacíos en las estructuras de los Estados perjudicadas por falta de inversión financiera o de personal calificado que pueda actuar en el combate a la criminalidad organizada. Sin adentrar en una reflexión sobre el futuro desalentador con relación a las consecuencias del crimen organizado en el mundo, la narrativa de que un país sea de tránsito ante el crimen organizado representa la manera como éste lidia con un problema que no quiere asumir como suyo.

Mientras que esta narrativa representa una creencia limitante sobre un problema complejo; por un lado, refleja también que un país puede no tener interés en abordar el tema con el debido rigor y asume esta narrativa para no visibilizar la falta de estructura interna que tendría que implementar para combatir este tipo de crimen. Por otro lado, esta narrativa también puede reflejar la manera por la cual la sociedad comprende lo que es la criminalidad organizada en su territorio, no percatándose de que las causas y las consecuencias de este crimen son multidimensionales.

En este sentido, la narrativa sobre el crimen organizado no puede basarse en cuantos y cuales países son de tránsito porque eso no refleja la realidad de este tipo de crimen y tampoco existe, sino que debe de ser reemplazada por una nueva narrativa que busque la aceptación de esta realidad para buscar – vía la cooperación – una estrategia capaz de disminuir sus impactos en la sociedad.

Coordinador de la Cátedra sobre el Combate al Comercio Ilícito y Prevención al Crimen Organizado Transnacional, Universidad para la Paz, Costa Rica, y miembro de la Unidad de Estudio y Reflexión sobre Cumplimiento de la Ley, Cooperación en Seguridad, Delincuencia Transnacional Organizada del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI).