/ martes 5 de abril de 2022

Sala de Espera | Impertinencias

Desde hace muchos años, este escribidor ha creído que el señor Andrés Manuel López Obrador es un hombre de ocurrencias. Ocurrencias que calan hondo en el sentir popular. ¿Recuerda usted aquel “rayito de esperanza” o cualquier otra frase similar?

Hoy, bueno desde hace tiempo, el señor López Obrador presidente de la República por la voluntad mayoritaria de los votantes en las elecciones del 2018, sigue teniendo ocurrencias, a las que ha agregado las impertinencias de quien se cree o, peor aún, se sabe omnímodo, y su megalomanía lo hace sentir con mayor poder que cualquier priista presidente de la República en los 93 años recientes.

De otra manera no se explica el anuncio de su propuesta de reforma electoral, cuyo objetivo real es socavar la autonomía del Instituto Nacional Electoral (INE), y que pretende acabar con los diputados plurinominales, y que los consejeros del INE y los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) sean electos por votación popular, según dijo.

A muy pocos les quedan dudas de que el presidente López Obrador añora e intenta reconstruir los sexenios de Luis Echeverría y José López Portillo, la llamada “docena trágica”, previa a lo que él cree la era del “neoliberalismo”, pero son muchos menos lo que creían que podría retroceder aún más.

Un poco de datos para recordar: los primeros diputados “de partido”, por elección no directa asumieron su cargo en la primara legislatura federal del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, surgidos de una reforma electoral de Adolfo López Mateos, producto de reconocimiento el descontento y la oposición al régimen contra la "aplanadora legislativa priista", uno de los sustentos del presidencialismo absolutista mexicano.

Insuficientes, y ante el crecimiento de la irritación descontento social y el desprestigio internacional, y en número ínfimo de diputados de partido (esencialmente panistas) en la Cámara, fueron sustituidos por cien (25% de la Cámara) diputados plurinominales (de representación proporcional al porcentaje de votos obtenidos por un partido en determinada elección) con la reforma política de 1977 en el gobierno de López Portillo y conducida por Jesús Reyes Heroles. Años más tarde el número fue aumentado a 200, el 40% del total de las curules.

Los diputados de partido, de representación proporcional, plurinominales o por lista, representan generalmente a la oposición cuando son electos en un sistema electoral mixto (mayoría absoluta y mayoría relativa) con lo es actualmente el mexicano. También hay representación proporcional en el Senado, los congresos estatales y en las regidurías de los municipios. La explicación democrática de su existencia en sencilla: la minorías tienen el derecho de estar representadas según sus porcentaje de la votación total emitida en una elección. Es decir, los ciudadanos que piensan diferente al oficialismo tienen derecho a estar representados en el Congreso, en la misma proporción de sus votos.

En verdaderos sistemas democráticos modernos (échese una vuelta por Google), los legisladores por mayoría han sido han suprimidos y todos los miembros de los congresos o parlamentos son electos mediante el principio de representación proporcional, mediante una o más listas nacionales o regionales de candidaturas. En otras palabras, todos los ciudadanos tienen una representación en las legislaturas.

En México han habido propuestas en ese sentido. Sin embargo, hoy el país está a un tris de retroceder más de medio siglo en su calendario político, por una impertinencia de un presidente electo mediante métodos democráticos, que cuenta con la mayoría abyecta en las cámaras de Diputados y Senadores como antes.

Desde hace muchos años, este escribidor ha creído que el señor Andrés Manuel López Obrador es un hombre de ocurrencias. Ocurrencias que calan hondo en el sentir popular. ¿Recuerda usted aquel “rayito de esperanza” o cualquier otra frase similar?

Hoy, bueno desde hace tiempo, el señor López Obrador presidente de la República por la voluntad mayoritaria de los votantes en las elecciones del 2018, sigue teniendo ocurrencias, a las que ha agregado las impertinencias de quien se cree o, peor aún, se sabe omnímodo, y su megalomanía lo hace sentir con mayor poder que cualquier priista presidente de la República en los 93 años recientes.

De otra manera no se explica el anuncio de su propuesta de reforma electoral, cuyo objetivo real es socavar la autonomía del Instituto Nacional Electoral (INE), y que pretende acabar con los diputados plurinominales, y que los consejeros del INE y los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) sean electos por votación popular, según dijo.

A muy pocos les quedan dudas de que el presidente López Obrador añora e intenta reconstruir los sexenios de Luis Echeverría y José López Portillo, la llamada “docena trágica”, previa a lo que él cree la era del “neoliberalismo”, pero son muchos menos lo que creían que podría retroceder aún más.

Un poco de datos para recordar: los primeros diputados “de partido”, por elección no directa asumieron su cargo en la primara legislatura federal del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, surgidos de una reforma electoral de Adolfo López Mateos, producto de reconocimiento el descontento y la oposición al régimen contra la "aplanadora legislativa priista", uno de los sustentos del presidencialismo absolutista mexicano.

Insuficientes, y ante el crecimiento de la irritación descontento social y el desprestigio internacional, y en número ínfimo de diputados de partido (esencialmente panistas) en la Cámara, fueron sustituidos por cien (25% de la Cámara) diputados plurinominales (de representación proporcional al porcentaje de votos obtenidos por un partido en determinada elección) con la reforma política de 1977 en el gobierno de López Portillo y conducida por Jesús Reyes Heroles. Años más tarde el número fue aumentado a 200, el 40% del total de las curules.

Los diputados de partido, de representación proporcional, plurinominales o por lista, representan generalmente a la oposición cuando son electos en un sistema electoral mixto (mayoría absoluta y mayoría relativa) con lo es actualmente el mexicano. También hay representación proporcional en el Senado, los congresos estatales y en las regidurías de los municipios. La explicación democrática de su existencia en sencilla: la minorías tienen el derecho de estar representadas según sus porcentaje de la votación total emitida en una elección. Es decir, los ciudadanos que piensan diferente al oficialismo tienen derecho a estar representados en el Congreso, en la misma proporción de sus votos.

En verdaderos sistemas democráticos modernos (échese una vuelta por Google), los legisladores por mayoría han sido han suprimidos y todos los miembros de los congresos o parlamentos son electos mediante el principio de representación proporcional, mediante una o más listas nacionales o regionales de candidaturas. En otras palabras, todos los ciudadanos tienen una representación en las legislaturas.

En México han habido propuestas en ese sentido. Sin embargo, hoy el país está a un tris de retroceder más de medio siglo en su calendario político, por una impertinencia de un presidente electo mediante métodos democráticos, que cuenta con la mayoría abyecta en las cámaras de Diputados y Senadores como antes.