/ domingo 8 de mayo de 2022

Teatrikando | Leonardo, en el teatro Xola

De y con Rodrigo Murray, más un monumento a la creatividad de Sebastián, Leonardo es un excelente trabajo. Es excelente desde el punto de vista de contarnos una historia, ilustrarla, acercarnos a Leonardo da Vinci, actuación sincera y entregada, con humor de todos los colores, una escenografía sspectacular de Sebastián y música adecuada al objetivo atemporal.

Para ir por partes: es un juego en el que vemos a un actor que como muchos le echa crema a sus tacos y en una llamada toma un nuevo proyecto que resultará ser vital, porque aprenderá mucho de sus conocimientos sobre Leonardo (robando un libro en la tienda de los buhitos) .

Entrevisté a Sebastian, autor de la escenografía y me dejó claro que nace el texto de una charla informal, en la que se da cuenta que si conoce el actor y además valora al pintor, escultor, inventor, anatomista, arquitecto, palenteólogo, científico italiano y varias especialidades más (en una era en que todavía no se inventaban estas disciplinas) del que saca una enseñanza extraordinaria, se trata de un hombre que fracasó muchas veces, pero nunca se frustró, enamorado como estaba de cada una de sus obras, siempre buscó perfeccionarlas hasta rebasarse a sí mismo.

Vamos a ver fallar, decepcionarse, al actor que nos cuenta la manera en que el autor de la Mona Lisa inventó máquinas para la guerra, sin tener reconocimiento como ingeniero naval. Pintó la Mona lisa para un comerciante que nunca la recibió (ni pagó) porque la perfeccionaba y perfeccionaba, por su deseo de hacerla una obra maestra.

Muchos de sus descubrimientos nunca funcionaron, pero eso no le quitó un ápice de entusiasmo y lucha. Dice que la máquina voladora lograría alejarlo de un país en guerra, misma que no era de su agrado. O el helicóptero, el carro para combatir, por citar algunos que fueron anticipados a su época. Creador vivo del concepto de ser un hombre renacentista, o sea que el conocimiento es uno y el hombre se autolimita creando materias pequeñas.

Conviene leer un poco de la época de Leonardo para ir ubicando a Verocchio, los Sforza, la Última Cena, el hombre de Vitruvio, Francesco Melzi, el Rey Francisco Primero. Seguro que saldrá motivado a leer más de Leonardo da Vinci.

Así Rodrigo Murray ha perseverado hasta llegar a la fecha del estreno, donde nos deslumbró con varias ideas, un aparato escenográfico monumental (es como 20 veces el volumen de Murray), una historia como muchas que vemos a diario en el mundo de la farándula, para obtener conclusiones importantes y útiles para cualquier persona que haya intentado un proyecto de vida.

Tan sólo verá un aparato de mil formas, semejante al cubo de Rubik, enfrentado a un público que le aplaudiría todos los concepto que va desarrollando, pero con respeto espera hasta el final para hacerlo. Así como hay actores que salen a escena a enfrentar un monólogo con sólo una silla o un objeto, Rodrigo se reta a contarnos una historia de vida con la ayuda de ese monumento a la creatividad diseñado por el escultor Sebastián, que cambia de forma con sólo unos movimientos.

Acabará esta escultura, algún día, en una glorieta de Reforma. En una palabra: véala.

De y con Rodrigo Murray, más un monumento a la creatividad de Sebastián, Leonardo es un excelente trabajo. Es excelente desde el punto de vista de contarnos una historia, ilustrarla, acercarnos a Leonardo da Vinci, actuación sincera y entregada, con humor de todos los colores, una escenografía sspectacular de Sebastián y música adecuada al objetivo atemporal.

Para ir por partes: es un juego en el que vemos a un actor que como muchos le echa crema a sus tacos y en una llamada toma un nuevo proyecto que resultará ser vital, porque aprenderá mucho de sus conocimientos sobre Leonardo (robando un libro en la tienda de los buhitos) .

Entrevisté a Sebastian, autor de la escenografía y me dejó claro que nace el texto de una charla informal, en la que se da cuenta que si conoce el actor y además valora al pintor, escultor, inventor, anatomista, arquitecto, palenteólogo, científico italiano y varias especialidades más (en una era en que todavía no se inventaban estas disciplinas) del que saca una enseñanza extraordinaria, se trata de un hombre que fracasó muchas veces, pero nunca se frustró, enamorado como estaba de cada una de sus obras, siempre buscó perfeccionarlas hasta rebasarse a sí mismo.

Vamos a ver fallar, decepcionarse, al actor que nos cuenta la manera en que el autor de la Mona Lisa inventó máquinas para la guerra, sin tener reconocimiento como ingeniero naval. Pintó la Mona lisa para un comerciante que nunca la recibió (ni pagó) porque la perfeccionaba y perfeccionaba, por su deseo de hacerla una obra maestra.

Muchos de sus descubrimientos nunca funcionaron, pero eso no le quitó un ápice de entusiasmo y lucha. Dice que la máquina voladora lograría alejarlo de un país en guerra, misma que no era de su agrado. O el helicóptero, el carro para combatir, por citar algunos que fueron anticipados a su época. Creador vivo del concepto de ser un hombre renacentista, o sea que el conocimiento es uno y el hombre se autolimita creando materias pequeñas.

Conviene leer un poco de la época de Leonardo para ir ubicando a Verocchio, los Sforza, la Última Cena, el hombre de Vitruvio, Francesco Melzi, el Rey Francisco Primero. Seguro que saldrá motivado a leer más de Leonardo da Vinci.

Así Rodrigo Murray ha perseverado hasta llegar a la fecha del estreno, donde nos deslumbró con varias ideas, un aparato escenográfico monumental (es como 20 veces el volumen de Murray), una historia como muchas que vemos a diario en el mundo de la farándula, para obtener conclusiones importantes y útiles para cualquier persona que haya intentado un proyecto de vida.

Tan sólo verá un aparato de mil formas, semejante al cubo de Rubik, enfrentado a un público que le aplaudiría todos los concepto que va desarrollando, pero con respeto espera hasta el final para hacerlo. Así como hay actores que salen a escena a enfrentar un monólogo con sólo una silla o un objeto, Rodrigo se reta a contarnos una historia de vida con la ayuda de ese monumento a la creatividad diseñado por el escultor Sebastián, que cambia de forma con sólo unos movimientos.

Acabará esta escultura, algún día, en una glorieta de Reforma. En una palabra: véala.