/ sábado 16 de marzo de 2024

TikTok: entre la creatividad juvenil y la geopolítica

La red sociodigital TikTok enfrenta estos días su mayor desafío, pues la Cámara de Representantes de Estados Unidos ha aprobado una iniciativa que, en lo fundamental, obliga a ByteDance, la empresa dueña de esta red social, a venderla a estadounidenses, y de no ser así, quedaría prohibida en ese país. Si bien falta su aprobación en el Senado, el presidente Joe Biden ha dicho que, de aprobarse en las dos cámaras, él firmaría inmediatamente esta ley. El origen del problema es precisamente el inmenso éxito en Estados Unidos de una red social propiedad de una corporación de origen chino.

Lanzada a fines de 2016 (y reconfigurada como la conocemos en 2018) esta red sociodigital permite a usuarios ver, crear y compartir videos breves de menos de un minuto (aunque cada vez más se popularizan videos de más de 5 minutos) que pueden acompañarse de música, personalizarse mediante diversos tipos de efectos, e incluso crearse de forma colaborativa sin importar el lugar donde se encuentren los usuarios en formatos que privilegian, sobre todo la frescura, el humor y el entretenimiento. Estos rasgos han hecho que esta red se haya vuelto extremadamente popular, sobre todo, entre la población más joven en el mundo. De acuerdo con datos de Statista, 36.7% de sus usuarios globales son jóvenes entre 18 y 24 años, seguido por 32.6% de personas en el rango de los 25 a los 34 años, aunque poco a poco se ha ido extendiendo a usuarios mayores. Con base en esta misma fuente, los países con el mayor número de usuarios fuera de China (donde la red se llama Douyin), son Estados Unidos con cerca de 150 millones, seguido de Indonesia con 127 millones, Brasil, con 98.6 millones, México, con 74.15 millones, y Vietnam, con 67.7 millones.

Es precisamente este crecimiento y popularidad en Estados Unidos lo que desde hace tiempo ha comenzado a preocupar a su clase política con el argumento de que, al ser ByteDance de propiedad china, la seguridad nacional estadounidense podría estar en riesgo debido a las posibilidades de manipulación, desinformación y abuso en el uso de datos personales. Si bien desde el gobierno del presidente Trump se aprobó una Orden Ejecutiva para limitar el uso de esta aplicación (y sugerir su venta), seguida por intentos de estados como Montana de prohibirla y de órdenes para desactivar su uso por parte del personal del gobierno federal estadounidense (esto ya con Biden), los intentos de cerrarle al paso a TikTok no habían sido tan evidentes como ahora.

TikTok, por su parte, ha desestimado estas acusaciones señalando que no existe evidencia demostrable que indique que la empresa ha cometido alguna de estas acciones de riesgo a la seguridad de Estados Unidos. Más aún, TikTok ha creado el llamado “Proyecto Texas” en el que, a diferencia del almacenamiento de los datos de los usuarios de cualquier otro país, los de los estadounidenses se encuentran resguardados en ese estado de la Unión Americana y las recomendaciones de su algoritmo son auditadas por Oracle, una empresa estadounidense.

Algunas voces también han señalado que TikTok puede llegar a ser perjudicial para las personas por su alta capacidad para generar adicción debido a sus formatos breves, al enganche emocional, y a la cantidad potencial de desinformación disponible. Sin embargo, el asunto, en el fondo, es de geopolítica, pues en Estados Unidos no se ha querido entrar de lleno a la discusión regulatoria de las plataformas y las redes, a pesar de que, en efecto, se cuente con evidencia acerca de la posibilidad de daños a la salud mental de las personas bajo ciertas circunstancias. Precisamente, esto resultó muy evidente durante la comparecencia en Estados Unidos de los más altos ejecutivos de las plataformas ante una comisión de senadores a fines de enero de este año. Mientras que el foco de críticas hacia las plataformas estadounidenses, como META, se centraban en el daño a usuarios, las de TikTok se concentraron en cuestionar a su CEO, Shou Zi Chew sobre su fidelidad, militancia y obediencia al Partido Comunista Chino, a pesar de que él, en reiteradas ocasiones señaló que es ciudadano de Singapur, no de China, y de que no hay evidencia de que la empresa reciba órdenes de ese partido.

La decisión de los legisladores estadounidenses pasa por alto no sólo el uso cotidiano que la red tiene entre sus usuarios en donde esta plataforma, posiblemente más que ninguna otra, se ha vuelto un espacio de expresión y de identidad de las generaciones más jóvenes, sino también el discurso de libre mercado y competencia, dando la impresión de que, en sectores estratégicos –como la tecnología—ésta es buena siempre y cuando sean corporaciones estadounidenses las que estén al frente. La decisión obedece a razones geopolíticas en donde la carrera tecnológica y el desarrollo de aplicaciones que emplean el procesamiento de grandes cantidades de datos y despliegan diferentes usos de la Inteligencia Artificial ha puesto a China frente a la actual hegemonía de Estados Unidos, con muy poca disposición a aceptar rivalidades.

En general, de seguirse por la ruta de obligar la venta de TikTok o prohibirla en Estados Unidos, me parece que se darían muy malas señales contra los mercados abiertos, libres y competitivos en un momento en el cual el mundo requiere de mayor apertura y entendimiento, y no de cerrazón y proteccionismo. Esto no significa que no se deba avanzar en regular a las grandes plataformas y redes sociodigitales; por supuesto que sí. Pero decisiones como ésta no las van a hacer ni más transparentes, ni más seguras para sus usuarios.

La red sociodigital TikTok enfrenta estos días su mayor desafío, pues la Cámara de Representantes de Estados Unidos ha aprobado una iniciativa que, en lo fundamental, obliga a ByteDance, la empresa dueña de esta red social, a venderla a estadounidenses, y de no ser así, quedaría prohibida en ese país. Si bien falta su aprobación en el Senado, el presidente Joe Biden ha dicho que, de aprobarse en las dos cámaras, él firmaría inmediatamente esta ley. El origen del problema es precisamente el inmenso éxito en Estados Unidos de una red social propiedad de una corporación de origen chino.

Lanzada a fines de 2016 (y reconfigurada como la conocemos en 2018) esta red sociodigital permite a usuarios ver, crear y compartir videos breves de menos de un minuto (aunque cada vez más se popularizan videos de más de 5 minutos) que pueden acompañarse de música, personalizarse mediante diversos tipos de efectos, e incluso crearse de forma colaborativa sin importar el lugar donde se encuentren los usuarios en formatos que privilegian, sobre todo la frescura, el humor y el entretenimiento. Estos rasgos han hecho que esta red se haya vuelto extremadamente popular, sobre todo, entre la población más joven en el mundo. De acuerdo con datos de Statista, 36.7% de sus usuarios globales son jóvenes entre 18 y 24 años, seguido por 32.6% de personas en el rango de los 25 a los 34 años, aunque poco a poco se ha ido extendiendo a usuarios mayores. Con base en esta misma fuente, los países con el mayor número de usuarios fuera de China (donde la red se llama Douyin), son Estados Unidos con cerca de 150 millones, seguido de Indonesia con 127 millones, Brasil, con 98.6 millones, México, con 74.15 millones, y Vietnam, con 67.7 millones.

Es precisamente este crecimiento y popularidad en Estados Unidos lo que desde hace tiempo ha comenzado a preocupar a su clase política con el argumento de que, al ser ByteDance de propiedad china, la seguridad nacional estadounidense podría estar en riesgo debido a las posibilidades de manipulación, desinformación y abuso en el uso de datos personales. Si bien desde el gobierno del presidente Trump se aprobó una Orden Ejecutiva para limitar el uso de esta aplicación (y sugerir su venta), seguida por intentos de estados como Montana de prohibirla y de órdenes para desactivar su uso por parte del personal del gobierno federal estadounidense (esto ya con Biden), los intentos de cerrarle al paso a TikTok no habían sido tan evidentes como ahora.

TikTok, por su parte, ha desestimado estas acusaciones señalando que no existe evidencia demostrable que indique que la empresa ha cometido alguna de estas acciones de riesgo a la seguridad de Estados Unidos. Más aún, TikTok ha creado el llamado “Proyecto Texas” en el que, a diferencia del almacenamiento de los datos de los usuarios de cualquier otro país, los de los estadounidenses se encuentran resguardados en ese estado de la Unión Americana y las recomendaciones de su algoritmo son auditadas por Oracle, una empresa estadounidense.

Algunas voces también han señalado que TikTok puede llegar a ser perjudicial para las personas por su alta capacidad para generar adicción debido a sus formatos breves, al enganche emocional, y a la cantidad potencial de desinformación disponible. Sin embargo, el asunto, en el fondo, es de geopolítica, pues en Estados Unidos no se ha querido entrar de lleno a la discusión regulatoria de las plataformas y las redes, a pesar de que, en efecto, se cuente con evidencia acerca de la posibilidad de daños a la salud mental de las personas bajo ciertas circunstancias. Precisamente, esto resultó muy evidente durante la comparecencia en Estados Unidos de los más altos ejecutivos de las plataformas ante una comisión de senadores a fines de enero de este año. Mientras que el foco de críticas hacia las plataformas estadounidenses, como META, se centraban en el daño a usuarios, las de TikTok se concentraron en cuestionar a su CEO, Shou Zi Chew sobre su fidelidad, militancia y obediencia al Partido Comunista Chino, a pesar de que él, en reiteradas ocasiones señaló que es ciudadano de Singapur, no de China, y de que no hay evidencia de que la empresa reciba órdenes de ese partido.

La decisión de los legisladores estadounidenses pasa por alto no sólo el uso cotidiano que la red tiene entre sus usuarios en donde esta plataforma, posiblemente más que ninguna otra, se ha vuelto un espacio de expresión y de identidad de las generaciones más jóvenes, sino también el discurso de libre mercado y competencia, dando la impresión de que, en sectores estratégicos –como la tecnología—ésta es buena siempre y cuando sean corporaciones estadounidenses las que estén al frente. La decisión obedece a razones geopolíticas en donde la carrera tecnológica y el desarrollo de aplicaciones que emplean el procesamiento de grandes cantidades de datos y despliegan diferentes usos de la Inteligencia Artificial ha puesto a China frente a la actual hegemonía de Estados Unidos, con muy poca disposición a aceptar rivalidades.

En general, de seguirse por la ruta de obligar la venta de TikTok o prohibirla en Estados Unidos, me parece que se darían muy malas señales contra los mercados abiertos, libres y competitivos en un momento en el cual el mundo requiere de mayor apertura y entendimiento, y no de cerrazón y proteccionismo. Esto no significa que no se deba avanzar en regular a las grandes plataformas y redes sociodigitales; por supuesto que sí. Pero decisiones como ésta no las van a hacer ni más transparentes, ni más seguras para sus usuarios.