/ miércoles 17 de febrero de 2021

Una luz en el oscuro camino

Más de dos siglos han transcurrido desde que en 1803 la Real Expedición Filantrópica del Dr. Francisco Javier Balmis, médico del rey de España, llevó a Asia y trajo a América la vacuna que Edward Jenner había desarrollado contra la viruela que cobraba la vida de millones de personas en el mundo. Basada en el principio latino de Similus Curandis –lo igual cura lo igual--, el médico español tomó la audaz decisión de traer en el viaje a través del océano 22 niños de un orfanatorio a los que inoculaba para luego controlar el mal y conservar el suero que aplicaría en una verdadera campaña sanitaria en el nuevo Continente. La batida del Dr. Balmis enfrentó retos como la oposición de los prejuicios y atavismos religiosos que consideraban contra natura y un pecado grave el método, absurdos que prevalecen en la actualidad en una parte de la población. En México padecimientos como la viruela, el sarampión, la poliomielitis y otras han sido erradicados gracias a la aplicación de las vacunas por brigadas de la sociedad, similares a la que inició en Puebla la enfermera ayudante del Dr. Balmis, Isabel Zendal, cuyo ejemplo de entrega nos queda en el espíritu de los millones de hombres y mujeres que han dedicado la vida a salvar la de los demás.

El mundo vive la angustia de la espera de la culminación de la ímproba tarea de vacunar a los habitantes de toda raza, creencia o situación económica y social y no será sino cuando esta labor se complete que la humanidad azotada por la peor pandemia de la historia reciente vislumbre la luz al final del oscuro camino. En México, como en otros países sobre todo los menos desarrollados, la vacunación contra el virus Sars-Cov-2 se lleva a cabo no sin los tropiezos de una distribución de ese elemento con los reflejos y las consecuencias de las desigualdades y la injusticia social que no se ha superado. El incumplimiento de las grandes farmacéuticas internacionales de los compromisos establecidos con diversos países y los retrasos en la entrega de los volúmenes contratados frenan la fluidez que debería permitir la aplicación masiva de la vacuna en los plazos calculados. El gobierno de México se ha echado a cuestas la enorme tarea de la vacunación en una decisión discutible porque si de una parte con ello se evita la especulación y el tráfico de ese recurso, se prescinde por la otra del apoyo de sectores de la población y de la experiencia de organismos especializados en la distribución de mercancías o servicios hasta los más recónditos lugares del país. Es de desearse que en esa concentración, característica de la actual administración, se corrijan los errores y desviaciones de una política en el tratamiento de la crisis sanitaria y económica que el virus ha provocado.

La luz de la esperanza no debe abandonarnos, aún en las tinieblas de la incertidumbre que hemos vivido. Se pasará por alto inclusive el manejo claramente electoral que el gobierno ha dado al combate a la pandemia, que en algunos aspectos como el propio presidente lo afirmó al principio de la crisis, le ha venido como anillo al dedo. En la medida de lo posible todos los sectores de la población deben apoyar la lucha emprendida para la vacunación del total de la población porque en ello nos va la superación del grave problema más allá de intenciones políticas que la acompañan.

En el patético relato de la epidemia bubónica de los años 30, en su obra La Peste, Albert Camus nos deja palabras de aliento que deben ser guía para lo que se espera: “Una mañana, luego de tantas desesperanzas, un deseo irreprimible de vivir nos anunciará que todo se ha acabado, que el sufrimiento no tiene más sentido del que puede tener la felicidad”.

sdelrio1934@gmail.com

Más de dos siglos han transcurrido desde que en 1803 la Real Expedición Filantrópica del Dr. Francisco Javier Balmis, médico del rey de España, llevó a Asia y trajo a América la vacuna que Edward Jenner había desarrollado contra la viruela que cobraba la vida de millones de personas en el mundo. Basada en el principio latino de Similus Curandis –lo igual cura lo igual--, el médico español tomó la audaz decisión de traer en el viaje a través del océano 22 niños de un orfanatorio a los que inoculaba para luego controlar el mal y conservar el suero que aplicaría en una verdadera campaña sanitaria en el nuevo Continente. La batida del Dr. Balmis enfrentó retos como la oposición de los prejuicios y atavismos religiosos que consideraban contra natura y un pecado grave el método, absurdos que prevalecen en la actualidad en una parte de la población. En México padecimientos como la viruela, el sarampión, la poliomielitis y otras han sido erradicados gracias a la aplicación de las vacunas por brigadas de la sociedad, similares a la que inició en Puebla la enfermera ayudante del Dr. Balmis, Isabel Zendal, cuyo ejemplo de entrega nos queda en el espíritu de los millones de hombres y mujeres que han dedicado la vida a salvar la de los demás.

El mundo vive la angustia de la espera de la culminación de la ímproba tarea de vacunar a los habitantes de toda raza, creencia o situación económica y social y no será sino cuando esta labor se complete que la humanidad azotada por la peor pandemia de la historia reciente vislumbre la luz al final del oscuro camino. En México, como en otros países sobre todo los menos desarrollados, la vacunación contra el virus Sars-Cov-2 se lleva a cabo no sin los tropiezos de una distribución de ese elemento con los reflejos y las consecuencias de las desigualdades y la injusticia social que no se ha superado. El incumplimiento de las grandes farmacéuticas internacionales de los compromisos establecidos con diversos países y los retrasos en la entrega de los volúmenes contratados frenan la fluidez que debería permitir la aplicación masiva de la vacuna en los plazos calculados. El gobierno de México se ha echado a cuestas la enorme tarea de la vacunación en una decisión discutible porque si de una parte con ello se evita la especulación y el tráfico de ese recurso, se prescinde por la otra del apoyo de sectores de la población y de la experiencia de organismos especializados en la distribución de mercancías o servicios hasta los más recónditos lugares del país. Es de desearse que en esa concentración, característica de la actual administración, se corrijan los errores y desviaciones de una política en el tratamiento de la crisis sanitaria y económica que el virus ha provocado.

La luz de la esperanza no debe abandonarnos, aún en las tinieblas de la incertidumbre que hemos vivido. Se pasará por alto inclusive el manejo claramente electoral que el gobierno ha dado al combate a la pandemia, que en algunos aspectos como el propio presidente lo afirmó al principio de la crisis, le ha venido como anillo al dedo. En la medida de lo posible todos los sectores de la población deben apoyar la lucha emprendida para la vacunación del total de la población porque en ello nos va la superación del grave problema más allá de intenciones políticas que la acompañan.

En el patético relato de la epidemia bubónica de los años 30, en su obra La Peste, Albert Camus nos deja palabras de aliento que deben ser guía para lo que se espera: “Una mañana, luego de tantas desesperanzas, un deseo irreprimible de vivir nos anunciará que todo se ha acabado, que el sufrimiento no tiene más sentido del que puede tener la felicidad”.

sdelrio1934@gmail.com