/ viernes 1 de septiembre de 2023

J.R.R. Tolkien, el hombre que creó su propio mundo

J.R.R. Tolkien es uno de los personajes de la literatura que puede presumir que creó su propio mundo, no por una convicción o deber, sino por plena diversión.

Hay quien dice que los verdaderos maestros o maestras de las letras son un tanto egoístas, no escriben para su público, sino que escriben para ellos o ellas mismas. Sus inspiraciones son tan personales como los miedos que los mantienen despiertos por la noche o sus sueños que los alejan de la realidad por el día.

Uno de esos casos es de la persona de la que vamos a hablar, un hombre que nació en Sudáfrica a finales del siglo XIX, y que sabía tanto de filología e historia, que dedicó gran parte de su vida a crear un mundo tan grandioso que para muchos, es la obra de literatura fantástica más importante de todos los tiempos: El Señor de los Anillos.

Te puede interesar: Cinco libros para recordar a Ignacio Solares por su obra

John Ronald Reuel Tolkien (3 de febrero de 1892, Sudáfrica) es uno de los personajes de la literatura que puede presumir que creó su propio mundo, no por una convicción o deber, sino por plena diversión.

Profesor de la Universidad de Oxford, al morir el 2 de septiembre de 1973, era considerado uno de los más importantes expertos en filología.

Tolkien era un lingüista, un profesor y después un escritor. Sus esfuerzos por crear esta narrativa fantástica no parten de la intención que él tuviera de escribir algo así. Él era un lingüista, crea lenguas y una de esas le parece tan buena y tan estructurada que sentía que era una lástima que no hubiera alguien que le hablara”, explicó a El Sol de México Gerardo Cuevas, miembro de la Asociación Tolkiendili de México AC.

Tolkien vivió una infancia y adolescencia relativamente normal, hasta ingresar a Oxford donde estudió filología. En 1916 participó como soldado en la Primera Guerra Mundial, conflicto bélico que tuvo que abandonar debido a una enfermedad.

Tras su paso por el campo de batalla, viajó a Gran Bretaña donde con los años comenzó su labor académica, y con ella, su obra literaria, aunque él mismo no se diera cuenta hasta años más tarde.

Gráfico: El Sol de México

El profesor no tenía intención de difundir (el idioma que creó) como para que fuera una lengua oficial o que fuera un lenguaje este para que se usara en la vida cotidiana, y por eso mismo comenzó a construir una narrativa acerca de quién podría hablar ese lenguaje y qué temas históricos podrían estar inmersos en la vida de estos seres de estas su creaciones para que el idioma fuera cambiando como todos los idiomas que conocemos”, comentó Gerardo Cuevas.

Es así como comienza a escribir lo que se conoce como Legendarium todas las historias que tienen que ver con Arda, el planeta donde se ubica la Tierra Media. Este mundo en realidad no es ficticio (a los ojos de Tolkien), sino sería su propia versión de su mitología terrestre, por lo que todo lo que se cuenta habría sucedido mucho antes de las primeras civilizaciones conocidas en la actualidad.

Todo esto lo hizo Tolkien para su propio deleite, compartiéndolo con su familia y amigos cercanos.

La historia cambiaría cuando redactó una historia para sus hijos, la cual trataba de un sujeto tan pequeño como un niño, pero no era humano: El Hobbit.

Una leyenda dice que Tolkien ya tenía las bases del libro, cuando en un trabajo de uno de sus alumnos encontró la frase: “En un agujero en el suelo, vivía un hobbit”. Estas palabras son las que podemos leer en el comienzo de la que sería la primera novela del británico en 1937, y que tuvo tanto éxito que sus editores le pedirán una continuación.

Ya sabemos cuál fue esa secuela y lo que significó para el mundo de la literatura fantástica.

Un anillo para dominarlo todo

El Señor de los Anillos no se queda como una simple secuela de El Hobbit, la sobrepasa en muchos aspectos. Primero, deja atrás esta idea de que se trata de una historia para niños al presentar un conflicto de gran magnitud. El destino del mundo está en manos del ser más insignificante, Frodo Bolsón, un hobbit que literalmente se encontró el objeto más peligroso de la Tierra Media. Ahora ya no se trata de aventuras, como lo que le pasó a Bilbo, sino de guerra, con personajes con muchas capas.

“Tiene una narrativa compleja que la puedes disfrutar a varios niveles. Si te metes realmente a la parte lingüística, a la parte pseudo histórica por así decirlo pero también la puedes disfrutar, si la quieres como una lectura nada más para pasar el rato, para divertirte con las aventuras de unos personajes que luchan contra un mal antiguo. Esta es la diferencia de las lecturas, llegar a las raíces profundas de la psique humana y de nuestras pasiones y nuestros deseos y necesidades, pues son los que nosotros creemos han hecho que la obra del profesor nos siga llamando la atención”, comentó Gerardo.

Algo que separa la obra de Tolkien de las historias infantiles o simplistas es el modo en cómo sus personajes afrontan el mal. Foto: Warner

Algo que separa la obra de Tolkien de las historias infantiles o simplistas es el modo en cómo sus personajes afrontan el mal. Ejemplo es Saruman, el mago que debía ayudar a derrotar a Sauron y termina corrompido por la oscuridad, o Boromir, quien cayó ante la tentación de poseer el Anillo único pero alcanzó la redención al morir para salvar a Frodo.

Cuevas comentó que esto no es casualidad, debido a que Tolkien en su vida personal era muy católico.

“No vas a ver iglesias, no vas a ver apologías al catolicismo descaradas, pero al ser un católico convencido en su escritura pues se filtran estas cosas, entonces el que no haya buenos muy buenos como tal. Al final Frodo falla en la misión porque no logra arrojar el Anillo Único y es Gollum el que termina cayéndose junto con él. Los seres humanos y los hobbits somos fallidos. Estamos tocados desde el principio por este pecado sí podemos hacer cosas grandes, podemos hacer cosas buenas, pero siempre va a estar esta mancha y siempre vamos a fallar en algún punto”, comentó Cuevas.

La guerra es otro tema recurrente en el trabajo del profesor de Oxford, y no es casualidad. El poco tiempo que pasó Tolkien en los campos de batalla en la Primera Guerra Mundial le bastó para plasmar en su obra parte de ese dolor que representan las verdaderas luchas a muerte. La batalla del Abismo de Helm y el enfrentamiento final en Gondor son muestra de ello.

Trabajo inconcluso y eterno

J.R.R. Tolkien falleció el 2 de septiembre de 1973, y a medio siglo de que dejó este mundo, su legado sigue vigente, en parte porque después de su fallecimiento siguieron saliendo más trabajos de su autoría, destacando El Silmarillion, que explica cómo empezó todo.

Al no ser un trabajo sistematizado, ya que en realidad nunca tuvo como objetivo ser una historia publicable, Legendarium carece de un final formal, simplemente su autor dejó de escribir sin ponerle el punto final, pero ya conocemos en qué acabó.

Como se ha dicho, en el imaginario de Tolkien, Arda y la Tierra Media son el planeta Tierra hace mucho tiempo, así que el hueco entre La nueva sombra —cronológicamente el último libro atribuido al autor— y la aparición de las culturas que conocemos es un misterio.

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“Esto es lo bonito que tiene Tolkien y lo que nos deja de legado precisamente, una narrativa muy rica con profundas motivaciones humanas con profundos problemas humanos y, todos los que hemos ido sus lectores en mayor o menor medida lo entendemos así”, finalizó Cuevas.

Hay quien dice que los verdaderos maestros o maestras de las letras son un tanto egoístas, no escriben para su público, sino que escriben para ellos o ellas mismas. Sus inspiraciones son tan personales como los miedos que los mantienen despiertos por la noche o sus sueños que los alejan de la realidad por el día.

Uno de esos casos es de la persona de la que vamos a hablar, un hombre que nació en Sudáfrica a finales del siglo XIX, y que sabía tanto de filología e historia, que dedicó gran parte de su vida a crear un mundo tan grandioso que para muchos, es la obra de literatura fantástica más importante de todos los tiempos: El Señor de los Anillos.

Te puede interesar: Cinco libros para recordar a Ignacio Solares por su obra

John Ronald Reuel Tolkien (3 de febrero de 1892, Sudáfrica) es uno de los personajes de la literatura que puede presumir que creó su propio mundo, no por una convicción o deber, sino por plena diversión.

Profesor de la Universidad de Oxford, al morir el 2 de septiembre de 1973, era considerado uno de los más importantes expertos en filología.

Tolkien era un lingüista, un profesor y después un escritor. Sus esfuerzos por crear esta narrativa fantástica no parten de la intención que él tuviera de escribir algo así. Él era un lingüista, crea lenguas y una de esas le parece tan buena y tan estructurada que sentía que era una lástima que no hubiera alguien que le hablara”, explicó a El Sol de México Gerardo Cuevas, miembro de la Asociación Tolkiendili de México AC.

Tolkien vivió una infancia y adolescencia relativamente normal, hasta ingresar a Oxford donde estudió filología. En 1916 participó como soldado en la Primera Guerra Mundial, conflicto bélico que tuvo que abandonar debido a una enfermedad.

Tras su paso por el campo de batalla, viajó a Gran Bretaña donde con los años comenzó su labor académica, y con ella, su obra literaria, aunque él mismo no se diera cuenta hasta años más tarde.

Gráfico: El Sol de México

El profesor no tenía intención de difundir (el idioma que creó) como para que fuera una lengua oficial o que fuera un lenguaje este para que se usara en la vida cotidiana, y por eso mismo comenzó a construir una narrativa acerca de quién podría hablar ese lenguaje y qué temas históricos podrían estar inmersos en la vida de estos seres de estas su creaciones para que el idioma fuera cambiando como todos los idiomas que conocemos”, comentó Gerardo Cuevas.

Es así como comienza a escribir lo que se conoce como Legendarium todas las historias que tienen que ver con Arda, el planeta donde se ubica la Tierra Media. Este mundo en realidad no es ficticio (a los ojos de Tolkien), sino sería su propia versión de su mitología terrestre, por lo que todo lo que se cuenta habría sucedido mucho antes de las primeras civilizaciones conocidas en la actualidad.

Todo esto lo hizo Tolkien para su propio deleite, compartiéndolo con su familia y amigos cercanos.

La historia cambiaría cuando redactó una historia para sus hijos, la cual trataba de un sujeto tan pequeño como un niño, pero no era humano: El Hobbit.

Una leyenda dice que Tolkien ya tenía las bases del libro, cuando en un trabajo de uno de sus alumnos encontró la frase: “En un agujero en el suelo, vivía un hobbit”. Estas palabras son las que podemos leer en el comienzo de la que sería la primera novela del británico en 1937, y que tuvo tanto éxito que sus editores le pedirán una continuación.

Ya sabemos cuál fue esa secuela y lo que significó para el mundo de la literatura fantástica.

Un anillo para dominarlo todo

El Señor de los Anillos no se queda como una simple secuela de El Hobbit, la sobrepasa en muchos aspectos. Primero, deja atrás esta idea de que se trata de una historia para niños al presentar un conflicto de gran magnitud. El destino del mundo está en manos del ser más insignificante, Frodo Bolsón, un hobbit que literalmente se encontró el objeto más peligroso de la Tierra Media. Ahora ya no se trata de aventuras, como lo que le pasó a Bilbo, sino de guerra, con personajes con muchas capas.

“Tiene una narrativa compleja que la puedes disfrutar a varios niveles. Si te metes realmente a la parte lingüística, a la parte pseudo histórica por así decirlo pero también la puedes disfrutar, si la quieres como una lectura nada más para pasar el rato, para divertirte con las aventuras de unos personajes que luchan contra un mal antiguo. Esta es la diferencia de las lecturas, llegar a las raíces profundas de la psique humana y de nuestras pasiones y nuestros deseos y necesidades, pues son los que nosotros creemos han hecho que la obra del profesor nos siga llamando la atención”, comentó Gerardo.

Algo que separa la obra de Tolkien de las historias infantiles o simplistas es el modo en cómo sus personajes afrontan el mal. Foto: Warner

Algo que separa la obra de Tolkien de las historias infantiles o simplistas es el modo en cómo sus personajes afrontan el mal. Ejemplo es Saruman, el mago que debía ayudar a derrotar a Sauron y termina corrompido por la oscuridad, o Boromir, quien cayó ante la tentación de poseer el Anillo único pero alcanzó la redención al morir para salvar a Frodo.

Cuevas comentó que esto no es casualidad, debido a que Tolkien en su vida personal era muy católico.

“No vas a ver iglesias, no vas a ver apologías al catolicismo descaradas, pero al ser un católico convencido en su escritura pues se filtran estas cosas, entonces el que no haya buenos muy buenos como tal. Al final Frodo falla en la misión porque no logra arrojar el Anillo Único y es Gollum el que termina cayéndose junto con él. Los seres humanos y los hobbits somos fallidos. Estamos tocados desde el principio por este pecado sí podemos hacer cosas grandes, podemos hacer cosas buenas, pero siempre va a estar esta mancha y siempre vamos a fallar en algún punto”, comentó Cuevas.

La guerra es otro tema recurrente en el trabajo del profesor de Oxford, y no es casualidad. El poco tiempo que pasó Tolkien en los campos de batalla en la Primera Guerra Mundial le bastó para plasmar en su obra parte de ese dolor que representan las verdaderas luchas a muerte. La batalla del Abismo de Helm y el enfrentamiento final en Gondor son muestra de ello.

Trabajo inconcluso y eterno

J.R.R. Tolkien falleció el 2 de septiembre de 1973, y a medio siglo de que dejó este mundo, su legado sigue vigente, en parte porque después de su fallecimiento siguieron saliendo más trabajos de su autoría, destacando El Silmarillion, que explica cómo empezó todo.

Al no ser un trabajo sistematizado, ya que en realidad nunca tuvo como objetivo ser una historia publicable, Legendarium carece de un final formal, simplemente su autor dejó de escribir sin ponerle el punto final, pero ya conocemos en qué acabó.

Como se ha dicho, en el imaginario de Tolkien, Arda y la Tierra Media son el planeta Tierra hace mucho tiempo, así que el hueco entre La nueva sombra —cronológicamente el último libro atribuido al autor— y la aparición de las culturas que conocemos es un misterio.

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“Esto es lo bonito que tiene Tolkien y lo que nos deja de legado precisamente, una narrativa muy rica con profundas motivaciones humanas con profundos problemas humanos y, todos los que hemos ido sus lectores en mayor o menor medida lo entendemos así”, finalizó Cuevas.

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