Corría el año de 1877 cuando Julius Richard Petri (1852-1921) trabajaba con Robert Koch (1843-1910) en el proyecto científico que desmontaría muchos mitos en relación con la enfermedad más romántica de ese siglo: la tuberculosis.
Ambos científicos indagaban, cómo poder estudiar a nivel microscópico el comportamiento de las pequeñas células que producían la enfermedad. Si bien es cierto que el microscopio abrió el camino para la observación de estas pequeñas unidades y partículas, también es cierto que era necesario poder contenerlas en un ambiente propicio. tanto de humedad como de temperatura y luz, para poder analizar su comportamiento. Fue así como Petri inventó un contenedor redondo de cristal con una tapa, preparado con un medio de cultivo, es decir, algún medio ya sea líquido o gelatinoso que permitiera al microorganismo seguir latente. Fue así como la placa de petri, como se le nombró, fue la herramienta que facilitó la observación prolongada de las bacterias y con ello comprender bajo qué circunstancias se reproducían o bien desaparecías.
Tal Danino, un joven científico contemporáneo, fascinado por la ambivalencia simbólica de la bacteria, es decir, percibir a la bacteria como algo potencialmente nocivo, pero al mismo tiempo fundamental para la defensa del cuerpo, desarrolló un proyecto que pudiera mostrar esta contradicción a un nivel más lúdico y didáctico, fue entonces cuando invitó a Vik Muñiz a colaborar con el laboratorio del MIT. Pero ¿por qué Vik Muñiz?, creemos que la respuesta está en el interés que el artista tiene en el uso de materiales orgánicos. Muñiz se reconoce mundialmente por sus retratos y paisajes realizados con café, azúcar, miel, etc. logrando con ello una obra que invita a acercarse lo más que se pueda al lienzo, el efecto contrario del impresionismo. La mirada a la obra de Muñiz es próxima, como cuando vemos por una lupa, por un lente de microscopio.
Fue entonces que comenzaron su trabajo del cual se derivaron varios proyectos, siendo uno de ellos Petri. Petri, tiene varias curiosas singularidades: 1.- no es una obra de muro obligatoriamente, 2.- no es única, existen muchos petris, 3.- es relativamente accesible (500 dólares 6 petris) y 4.- es mucho más interesante si la vivimos y la usamos, que si solo la observamos.
Petri consiste en presentar de manera aumentada las bacterias de la salmonela y el cólera, enfermedades que se adquieren mayormente por la inadecuada manipulación de alimentos perecederos, tales como huevo, productos cárnicos, lácteos o en el caso mexicano, las salsas. Al observar los procesos de cómo se van reproduciendo las colonias de bacterias, las placas de Petri adquieren colores y texturas fascinantes y estos son los motivos en los que se inspiraron para imprimir su obra. Lo interesante de ella no solo es la mirada microscópica, sino que al volverla macro se descubre como orgánica y hermosa y es por ello por lo que, siguiendo la idea de la placa de petri, optaron por reproducirla miles de veces en platos de mesa redondos. Así el comensal comerá la bacteria, aunque es muy probable que no se vaya a enfermar.