/ martes 9 de enero de 2024

Michigan aplastó a Washington y conquistó su primer título nacional en 27 años

Michigan presentó un frenético ritmo ante Washington, quien se limitó a ver como con cada jugada el partido se les escapaba

Como marca la tradición, Michigan apeló a la vieja fórmula para coronarse: un juego terrestre aplastante que se combina con una defensa dominante; nada puede salir mal. Lo cierto es que los Wolverines no solo evitaron las desventuras en la final ante Washington, sino que encima todo les salió bien, en una noche redonda en la que se impusieron 34-13 a los Huskies para romper una sequía de 27 años sin título.

Alentados por su fanaticada, que colmó las gradas del NRG Stadium como si del mítico Ann Harbor se tratara, Michigan enfrentó sin dudas a Washington. Era el uno contra el dos, es decir, uno de esos duelos en los que no se aceptan los errores, porque son aquellos que marcan la diferencia.

Fiel a la esencia de su coach Jim Harbaugh, en un alarde a la energía, Michigan apabulló a los Huskies desde las trincheras, una línea capaz de abrir los espacios para que los corredores se comieran el campo. Los Wolverines terminaron el duelo con 303 yardas terrestres por apenas 140 aéreas. Si de por sí el número es aplastante, lo es más si se compara con lo hecho por Washington, quienes apenas lograron correr para 46.

La estadística no solo le permitió a Michigan dominar las acciones, sino que también lograron poner los puntos necesarios. Dos escapadas a las diagonales de Donovan Edwards marcaron la diferencia durante un primer cuarto perfecto para los Wolverines. El dominio por tierra se replicó en defensa, en una constante presión a Michael Penix, sumamente impreciso durante todo el partido. Aún así, los Huskies lograron responder con un touchdown de Jalen McMillan.

La explosividad del primer medio bajó de decibeles durante el segundo. El partido se volvió mucho más físico y los Huskies, de alguna manera, lograron mantenerse en el partido, siempre a una jugada grande de igualar el marcador. Pero la defensa de Michigan una vez más se impuso y cada intento de Penix fue contrarrestado. El quarterback fue interceptado en dos ocasiones y terminó sumamente golpeado, en las huellas de la batalla.

Del otro lado, la figura del mariscal de campo JJ McCarthy brilló por su capacidad para no cometer errores, una cualidad en este tipo de encuentros. No fue un partido espectacular del quarterback, pero hizo lo suficiente para mover las cadenas cuando su equipo más lo necesitaba.

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A pesar de que la defensiva de Washington logró limitar los daños durante el tercer cuarto, finalmente terminó por romperse, y los Wolverines retomaron el libreto establecido, ahora con el corredor Blake Corum, su motor a lo largo de toda la temporada. El jugador de cuarto año logró anotar en dos ocasiones para liquidar las acciones, una muestra de poder.

Los Wolverines volvieron a celebrar un título desde aquel que ganaron en 1997, cuando el formato de los playoffs aún no existía. Esta vez tampoco quedaron dudas de que se trató del mejor equipo de toda la temporada, al coronarse de forma invicta, con récord de 15-0. La historia les tenía reservada una noche como esta.

Nota publicada en ESTO

Como marca la tradición, Michigan apeló a la vieja fórmula para coronarse: un juego terrestre aplastante que se combina con una defensa dominante; nada puede salir mal. Lo cierto es que los Wolverines no solo evitaron las desventuras en la final ante Washington, sino que encima todo les salió bien, en una noche redonda en la que se impusieron 34-13 a los Huskies para romper una sequía de 27 años sin título.

Alentados por su fanaticada, que colmó las gradas del NRG Stadium como si del mítico Ann Harbor se tratara, Michigan enfrentó sin dudas a Washington. Era el uno contra el dos, es decir, uno de esos duelos en los que no se aceptan los errores, porque son aquellos que marcan la diferencia.

Fiel a la esencia de su coach Jim Harbaugh, en un alarde a la energía, Michigan apabulló a los Huskies desde las trincheras, una línea capaz de abrir los espacios para que los corredores se comieran el campo. Los Wolverines terminaron el duelo con 303 yardas terrestres por apenas 140 aéreas. Si de por sí el número es aplastante, lo es más si se compara con lo hecho por Washington, quienes apenas lograron correr para 46.

La estadística no solo le permitió a Michigan dominar las acciones, sino que también lograron poner los puntos necesarios. Dos escapadas a las diagonales de Donovan Edwards marcaron la diferencia durante un primer cuarto perfecto para los Wolverines. El dominio por tierra se replicó en defensa, en una constante presión a Michael Penix, sumamente impreciso durante todo el partido. Aún así, los Huskies lograron responder con un touchdown de Jalen McMillan.

La explosividad del primer medio bajó de decibeles durante el segundo. El partido se volvió mucho más físico y los Huskies, de alguna manera, lograron mantenerse en el partido, siempre a una jugada grande de igualar el marcador. Pero la defensa de Michigan una vez más se impuso y cada intento de Penix fue contrarrestado. El quarterback fue interceptado en dos ocasiones y terminó sumamente golpeado, en las huellas de la batalla.

Del otro lado, la figura del mariscal de campo JJ McCarthy brilló por su capacidad para no cometer errores, una cualidad en este tipo de encuentros. No fue un partido espectacular del quarterback, pero hizo lo suficiente para mover las cadenas cuando su equipo más lo necesitaba.

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A pesar de que la defensiva de Washington logró limitar los daños durante el tercer cuarto, finalmente terminó por romperse, y los Wolverines retomaron el libreto establecido, ahora con el corredor Blake Corum, su motor a lo largo de toda la temporada. El jugador de cuarto año logró anotar en dos ocasiones para liquidar las acciones, una muestra de poder.

Los Wolverines volvieron a celebrar un título desde aquel que ganaron en 1997, cuando el formato de los playoffs aún no existía. Esta vez tampoco quedaron dudas de que se trató del mejor equipo de toda la temporada, al coronarse de forma invicta, con récord de 15-0. La historia les tenía reservada una noche como esta.

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